LO QUE LA
CATEQUESIS NO TE CONTÓ (2)
En nuestra edición
anterior habíamos enunciado como, de alguna manera, las catequesis institucionales
de las iglesias están destinadas a formatear al catecúmeno para que sea fiel
cumplidor de normas formales que hacen más que nada a las actividades del
culto, pero no llegan a fomentar a los fieles las enseñanzas profundas que
tiene para poder contrarrestar el mayor de los males que azota desde que
tenemos noticias a la humanidad: la desigual distribución de las riquezas, esto
especialmente en la iglesia católica que tiene en su acervo una interesante
documentación, que a partir del 15 de mayo de 1891, cuando el papa León XIII
promulga la carta encíclica “Rerum Novarum”, inaugura lo que luego se llamaría
Doctrina Social de la Iglesia.
El documento parte de un
diagnóstico en el que reconoce y describe las causas y la gravedad alcanzada
por la situación social que motiva la intervención de la Iglesia. En un
contexto en el que cundían los descubrimientos de la ciencia y su aplicación a
las técnicas productivas, el trabajo estaba sometido a gravosos ritmos de
producción, sin consideración para con el sexo, la edad o la situación
familiar, y determinado únicamente por la utilidad, con vistas al incremento de
los beneficios. La encíclica señala como una de las causas por las que se llega
a esta situación es el afán de ganancia, como objetivo exclusivo del nuevo
sistema, que ha permitido la explotación de grandes masas trabajadoras por unos
pocos propietarios.
Entre el 11
de octubre de 1962 hasta el 8 de diciembre de 1965 se lleva adelante por parte
del papa Juan XXIII, continuado luego por el papa Paulo VI el Concilio Vaticano
II bajo el objetivo de renovar la vida de la Iglesia y adaptar la disciplina de
la eclesiástica a las condiciones de la época. También se trata de una fecha
muy importante “porque es la que inspira y mueve el proceso de la reforma que
el Papa Francisco está llevando adelante”.
Hoy
difundiremos parte de la Constitución Apostólica Gaudium et Spes promulgada en
dicho evento:
Los bienes de la tierra están destinados a
todos los hombres
“Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad. Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variables, jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes. Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente
posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás. Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde. Es éste el sentir de los Padres y de los doctores de la Iglesia, quienes enseñaron que los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con los bienes superfluos. Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí. Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el h
ambre en el mundo, el sacro Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que, acordándose de aquella frase de los Padres: Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas, según las propias posibilidades, comuniquen y ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos. (GS 69)”
La usura un
vicio lleno de injusticia