viernes, 29 de enero de 2021

EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO ENERO 2021

 

LO QUE LA CATEQUESIS NO TE CONTÓ (2)

En nuestra edición anterior habíamos enunciado como, de alguna manera, las catequesis institucionales de las iglesias están destinadas a formatear al catecúmeno para que sea fiel cumplidor de normas formales que hacen más que nada a las actividades del culto, pero no llegan a fomentar a los fieles las enseñanzas profundas que tiene para poder contrarrestar el mayor de los males que azota desde que tenemos noticias a la humanidad: la desigual distribución de las riquezas, esto especialmente en la iglesia católica que tiene en su acervo una interesante documentación, que a partir del 15 de mayo de 1891, cuando el papa León XIII promulga la carta encíclica “Rerum Novarum”, inaugura lo que luego se llamaría Doctrina Social de la Iglesia.

El documento parte de un diagnóstico en el que reconoce y describe las causas y la gravedad alcanzada por la situación social que motiva la intervención de la Iglesia. En un contexto en el que cundían los descubrimientos de la ciencia y su aplicación a las técnicas productivas, el trabajo estaba sometido a gravosos ritmos de producción, sin consideración para con el sexo, la edad o la situación familiar, y determinado únicamente por la utilidad, con vistas al incremento de los beneficios. La encíclica señala como una de las causas por las que se llega a esta situación es el afán de ganancia, como objetivo exclusivo del nuevo sistema, que ha permitido la explotación de grandes masas trabajadoras por unos pocos propietarios.

Entre el 11 de octubre de 1962 hasta el 8 de diciembre de 1965 se lleva adelante por parte del papa Juan XXIII, continuado luego por el papa Paulo VI el Concilio Vaticano II bajo el objetivo de renovar la vida de la Iglesia y adaptar la disciplina de la eclesiástica a las condiciones de la época. También se trata de una fecha muy importante “porque es la que inspira y mueve el proceso de la reforma que el Papa Francisco está llevando adelante”.

Hoy difundiremos parte de la Constitución Apostólica Gaudium et Spes promulgada en dicho evento:

Los bienes de la tierra están destinados a todos los hombres

“Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad. Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variables, jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes. Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente
posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás. Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde. Es éste el sentir de los Padres y de los doctores de la Iglesia, quienes enseñaron que los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con los bienes superfluos. Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí. Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el h

ambre en el mundo, el sacro Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que, acordándose de aquella frase de los Padres: Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas, según las propias posibilidades, comuniquen y ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos. (GS 69)”

La usura un vicio lleno de injusticia