UN GOLPE A LA DIGNIDAD DEL PUEBLO
Estaban aún frescos los ecos de la asonada de junio de ese
mismo año, donde el terror desatado por la oligarquía contra la indefensa
población preanunciaba el ensañamiento sangriento que caracterizó los años posteriores
al derrocamiento del General Perón, el 16 de setiembre de 1955.
Por ello hoy queremos levantar la voz para repudiar este
hecho oprobioso que no sólo pone fin al gobierno popular, sino que inicia uno de los períodos más violentos y oscuros
de la historia argentina. Se fusila al pueblo. Se entrega la economía. “Volver
al 43” es la consigna. Una a una van derogando las medidas del Gobierno
Popular. Comienza la resistencia. Llega el 9 de junio de 1956 donde civiles y
militares con dignidad de patriotas intentan detener la voracidad
imperio-oligárquica que no vaciló nuevamente en utilizar la masacre para tratar
de quebrar a un movimiento de masas que nació con el cruce del Riachuelo y la
toma de la plaza mayor y que no se doblega ante la furia de los vende patrias.
Hoy muchos de los que participaron y celebraron el golpe del
16 de setiembre, reconocieron su error histórico y trabajan para que los
argentinos volvamos a tener en el futuro una comunidad con paz, bienestar y
alegría.
Otros, los menos, que hoy se regodean con la democracia, aún
siguen festejando esta gesta que enlutó a los hogares argentinos y a la
sociedad toda, llegue a ellos nuestro repudio, y también nuestra compasión,
porque aún viven alejados del pueblo, menospreciándolo y desestimando la
reacción autónoma del mismo. Pero ese pueblo, por su protagonismo, hará tronar
en nuestra Patria la hora de la justicia. Y esto no podrá detenerlo ni la
complicidad de la oligarquía cipaya con los países imperiales ni los otrora “celosos”
y “abnegados” comandos civiles conjurados con aquella en el odio a todo lo que
represente sabor y participación popular.
Los golpistas del ’55 esgrimieron la excusa de la defensa de
la libertad y la democracia para derrocar a un gobierno, precisamente surgido
por imperio de la libertad y la democracia.
Pero la verdad es que JUAN DOMINGO PERÓN cayó no por sus
errores sino por sus aciertos. No por sus defectos sino por sus virtudes. Cayó
porque defendía a la independencia del país ante los intereses extranjeros,
prueba de ello es el regosijo que provocó en Londres la derogación de la
Constitución de 1949, en especial su artículo 40; y también contribuyó a su
caída el pecado que jamás le perdonó la oligarquía: el ascenso social y la
dignificación del pueblo trabajador.
El golpe de estado que derrocó a Perón tuvo por objeto
retrotraer al país a su antigua situación agropecuaria, transferir la riqueza
nacional al sector ganadero y agrario y detener la industrialización por
imposición de las grandes potencias exportadoras, disminuir el consumo interno,
bajar el precio de la mano de obra al servicio del capital colonizador,
aplastar el movimiento sindical organizado, entregar a los monopolios
extranjeros el control de la economía nacional que se había liberado de tutelas
y fiscalizar por medios indirectos o directos la producción industrial de
acuerdo a esos intereses foráneos.
Así fue desarticulado un país que en 1954 tenía 181.733
establecimientos industriales.
Así el pueblo trabajador comenzó a perder paulatinamente
todas sus conquistas.
Se dice que día a día este pueblo trabajador escribe sus
alegrías y sus largas desventuras en un cuaderno de memorias que debería
publicar alguna vez para evocar el sueño que le despertó aquel general del
caballo pinto y esa mujer de exultante destino. Es posible que allí haya
anotado las jornadas de humillación que siguieron a las lluvias de setiembre de
1955, la cárcel, el desprecio, la prohibición, el rechazo, el día en que la
dignidad estuvo presa.
También se leerá en esas páginas que la palabra nobleza
todavía tiene algún sentido, que a pesar de todo no lo pudieron doblegar, que
nunca renegó de lo suyo.
Ahora ese pueblo marcha sin la sonrisa diáfana de quien se va
realizando, pero con la esperanza de que su propio esfuerzo solidario
concretará en un día no muy lejano el ideal de la Patria Grande para el que fue
creado.
Hoy, la clase obrera y el pueblo peronista rescatan un Perón
histórico, enarbolan su experiencia, su conciencia de clase a partir de haberse
puesto de pie en un octubre descamisado.
Vaya aquí nuestro homenaje a todos aquellos que dieron su
vida y sacrificaron su comodidad en la lucha patriótica por la Liberación
Nacional.
REFLEXIÓN FINAL
Si hacemos un análisis de las líneas que anteceden a este
final, podemos comprobar que para la clase acomodada de nuestra oligarquía, los
objetivos siguen siendo los mismos: que los trabajadores pierdan todos sus
derechos y se conviertan en esclavos, si es posible que se contenten sólo con
un plato de comida como paga por su esfuerzo para que los patrones capitalistas
engrosen sus cuentas bancarias que ni siquiera tienen en el país.
El neo-liberalismo que hoy nos gobierna con las políticas
económicas y sociales está generando, en una tierra que puede alimentar al
mundo entero, una multitud de seres humanos que pueblan un universo de
indigentes, niños y niñas desnutridos y mal alimentados, lo mismo pasa con los
ancianos, que cada día pierden poder adquisitivo de sus jubilaciones y
pensiones, cuando las tienen, impidiéndoles que se alimenten como corresponde y
que no puedan tratar sus enfermedades porque no alcanzan a poder comprar sus
medicinas.
Miles de hogares sufren los efectos de la desocupación, todos
los sectores sociales se ven afectados por la insuficiencia de sus ingresos
para poder satisfacer sus necesidades, muchas veces elementales para una vida
digna.
Hagamos funcionar nuestra memoria y reflexionemos sobre
cuáles fueron los períodos donde los que integramos el campo del trabajo hemos
tenido la dicha de poder disfrutar de la vida con la dignidad que todo ser
humano se merece.
Sumemos nuestro esfuerzo solidario como lo hicieron aquellos
compañeros y compañeras que llevaron adelante la resistencia ante los
opresores, ellos son el ejemplo que cuando estamos unidos podemos volver a
conquistar una Argentina para todos y todas, que un mundo mejor es posible.
Hasta el mes que viene.
Nicolás Salcito
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