EXCESO DE CODICIAS
“En Sao Miguel Paulista dos hombres reclaman,
con el título póstumo de su sangre
extendida,
la tierra que les hurta el latifundio,
la casa que les niega la ciudad
sitiada, exceso de codicias.”
Estos versos que
integran el poema Salmos de abril en Sao Paulo del libro El tiempo y la espera
del recientemente fallecido Obispo Pedro Casaldáliga, inspiraron el título de
esta nota. Si bien en su propia denominación la codicia expresa el afán
desmedido de una persona por tener riquezas y bienes, esta manifestación
poética “exceso de codicias” le da un complemento que refuerza la gravedad de
esta verdadera pandemia de la humanidad que sumerge al ser humano en una
aterradora bajeza espiritual. En la codicia, la
gente ambiciona tener más de lo que necesita para vivir. De allí que pueda llevar a las
personas a tener conductas al margen de la moralidad y la legalidad.
Sin
embargo, esto no significa que cualquier anhelo de posesiones materiales sea necesariamente
codicia, pues tener y acumular bienes es algo positivo. Lo que hace que la
codicia sea negativa es el hambre excesivo e insaciable de posesiones, donde no
se tiene moderación ni miramientos con los demás.
Codicia y avaricia son términos relativamente sinónimos. Ambos
hacen referencia al ansia de una persona por poseer todas las riquezas, bienes
y propiedades posibles. Sin embargo, se diferencian en que, mientras que en la
avaricia este anhelo de posesiones viene aunado al deseo de conservarlas y de
no gastarlas, en la codicia no hay necesariamente afán por mantener las
posesiones, apenas por tenerlas sin medida alguna.
La codicia y la avaricia generan deslealtad, traición deliberada -especialmente para
el beneficio personal- como es el caso de dejarse sobornar o exigir la
recompensa ilícita antes de que los
hechos se produzcan.
De hecho, en el cristianismo se considera a la avaricia, y
ésta arrastra a la codicia, como uno de los pecados capitales, pues es un
pecado de exceso. Por esta razón, la codicia es lo
opuesto a virtudes como la generosidad, la solidaridad o el comedimiento.
¿Qué significa ser una persona codiciosa? Se ha definido como un afán excesivo de riquezas, como un deseo voraz y vehemente de algunas cosas buenas, no solo de dinero o riquezas. Lo que más caracteriza al codicioso es un interés propio, un egoísmo que nunca se consigue satisfacer. ...
Para
el codicioso, suficiente
nunca es suficiente.
Para
redondear la idea, podemos decir que los llamados pecados capitales
corresponden a la clasificación de los vicios o deseos del hombre en las
enseñanzas del cristianismo. Los mismos reciben el adjetivo de “capitales”
porque constituyen la fuente, principio o “cabeza” de otros pecados. Esto
significa que la compulsión por los pecados capitales tienta a las personas a
satisfacer su deseo a toda costa, lo que implica cometer otros pecados para
lograrlos. En este sentido, quien es movido por los mismos se deshumaniza y
deshumaniza a los otros y otras al reducirlos a meros obstáculos de su deseo o
instrumentos de su voluntad.
Para
meternos un poco en nuestra realidad, podemos observar como los sectores más
poderosos de nuestra economía, se niegan sistemáticamente a distribuir en la
sociedad parte de las grandes ganancias que les proporcionan sus capitales, en
muchas ocasiones vemos como la codicia y la avaricia, según definimos más
arriba, van alegremente de la mano en estas actitudes carentes de todo espíritu
solidario.
Escuchamos
que los productores de granos acumulan sus cosechas en silos bolsa y
reiteradamente se niegan a exportarlos esperando que la cotización de los
mismos sea de su agrado y le redunde mayores beneficios, sin tener en cuenta
que la sociedad en su conjunto también necesita que esa comercialización se
efectúe para que también el famoso “derrame” se extienda a toda la comunidad.
Otro ejemplo lo tenemos en las opiniones sobre el proyecto de ley para gravar a las grandes fortunas con un aporte solidario por única vez, y lo que es difícil de entender no es la postura que tienen precisamente los grandes millonarios codiciosos y avaros, sino todo el séquito de amanuenses que se oponen al proyecto que en numerosos casos son trabajadores o carenciados. Desconociendo que ese aporte facilitaría al Estado la subvención a los sectores que hoy están sufriendo las consecuencias económicas del campo arrasado que dejó el gobierno anterior y amplificado por la pandemia que hoy asola al planeta.