jueves, 27 de agosto de 2020

EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO DE AGOSTO

LOS GOBIERNOS PASAN, LA POLICÍA QUEDA

Allá por el año 1973 el realizador cinematográfico Costa Gavras ponía a consideración del público su film “Etat de Siége” (Estado de sitio), en el cual recreaba el final de un agente de la CIA que operó en Latinoamérica, especialmente en Brasil y Uruguay, al ver la película me quedó grabada una frase que Dan Mitrione (CIA) pronunció al dictar un curso sobre torturas, del cual era un maestro, a las policías latinoamericanas en el Brasil, y que le da título a la presente nota: “…no olviden que los gobiernos pasan pero la policía queda…”

La presencia de Mitrione en América Latina habla de la práctica sistemática de la CIA de intervenir en la región para asistir en la "desaparición" de cualquier amenaza a la seguridad, en plena Guerra Fría.

La primera misión de Mitrione fue crear una "fuerza policíaca" en Brasil, tras el golpe de Estado de 1964. Esa fuerza contaba para 1969 con cien mil policías y 523 elementos "especializados" que recibieron instrucción de EE.UU.

En su libro La Guardia Pretoriana, el ex agente de la CIA John Stockwell escribió: "Se utilizaban películas y material didáctico de diversas técnicas de tortura y eventualmente los estudiantes tenían que practicar. Entonces Mitrione ordenaba secuestrar a limosneros de las calles, que se usaban como conejillos de indias. Cuando se desmayaban, les inyectaban vitaminas y tras dejarlos recuperar, volvían a otra sesión".

En Montevideo, Mitrione era el jefe de la Oficina de Seguridad Pública. Oficialmente la OPS era una división de la Agencia para el Desarrollo Internacional, pero su director en Washington, Byron Engle, era una mano de la CIA.

Cuando Mitrione se hizo cargo de la OPS en 1969, Uruguay atravesaba una crisis que se traducía en paros, protestas estudiantiles y actividad subversiva de los Tupamaros. El norteamericano prestó su servicio a la policía uruguaya, con métodos de tortura mucho más sofisticados de los que ya se aplicaban. Aconsejaba: "Antes que nada hay que ser eficiente. Hay que causar sólo el daño estrictamente necesario, ni un milímetro más. Debemos controlar nuestro temperamento en todo caso. Se debe actuar con la eficiencia de un cirujano y con la perfección de un artista".

"El dolor preciso, en el momento preciso, en la cantidad precisa, para el efecto deseado". La frase pertenece a Dan Mitrione, y sintetiza quién era y a qué se dedicaba este maestro de la tortura de la CIA, a fines de los 60 y principios de los 70 en América Latina.

Las enseñanzas de Mitrione en Brasil y Uruguay sobre shocks eléctricos en los genitales, agujas electrificadas clavadas en la piel bajo las uñas, quemaduras de cigarrillos y el lento estrangulamiento, se terminaron con su secuestro y ejecución en 1970 por la guerrilla de los Tupamaros.


sábado, 1 de agosto de 2020

EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO DE JULIO

LOS PROFETAS DEL ODIO Y LA YAPA

Tomé el título de esta columna del nombre del libro de Dn Arturo Jauretche aparecido en el año 1957, no fue por azar, sino que este texto, a quienes lo hemos leído en nuestra juventud despertó en nuestro corazón una enorme esperanza de una recuperación nacional completa caminando unos pocos años. En una introducción al libro que hace en una página web Osvaldo Guglielmino expresa: Creíamos que esta verdad que surge de la cosmovisión de la Argentina real sostenida desde sus orígenes con los nombres y los hechos de los Saavedra, Belgrano, Campana, San Martín, Dorrego, Rosas, José y Rafael Hernández, llegando a nuestros tiempos con Yrigoyen y Perón, no podía sino imponerse definitivamente según el orden natural, autóctono y endógeno que representa. Seguramente ni el mismo Jauretche ni, por supuesto, nosotros entonces, podíamos suponer hasta que profundidad del meollo argentino llegaría, como ha llegado hoy, el antipaís anunciado por los profetas del odio. Tampoco estos imaginaron, claro, que aparecerían personeros de los intereses antinacionales que Jauretche denuncia que postrarían, hasta la agonía, a la patria de San Martín, de Rosas y de Perón. Dijo entonces, de entrada no más, Jauretche: Quiero poner en evidencia los factores culturales que se oponen a nuestro pleno desarrollo como Nación, a la prosperidad general y al bienestar de nuestro pueblo, y los instrumentos que preparan las condiciones intelectuales de indefensión del país. En la parte dedicada a La Yapa -palabra vernácula y, por ello, libre- realiza don Arturo un profundo revisionismo cultural defendiendo, frente a las falsedades de la intelligentzia colonizada y colonizante, las verdades del discurso nacional surgido de la propia cosmovivencia y cosmovisión del país argentino, del mundo y de la vida.”

Hechos concretos confirman que la tan mentada “grieta” que siempre tratan de endilgarnos su origen a los nacionales y populares, existe desde el comienzo de nuestra historia como país. El 13 de diciembre de 1828 Lavalle, instigado por Salvador María del Carril, fusiló a Dorrego precisamente por ese odio que existe en la Argentina contra quienes se oponen a la opresión de los poderosos desde el campo del pueblo.

Cuando el pobre quiere dejar de serlo, ya deja de ser bueno y se convierte en endemoniado, simplemente por reclamar sus derechos. Ya en 1845 Domingo Faustino Sarmiento estigmatizaba a Facundo Quiroga como la barbarie que impide el desarrollo de la civilización. Aquí se construye la lamentable disyuntiva “civilización o barbarie”. Podríamos citar innumerables dichos del “padre del aula” que confirmarían su apreciación hacia el gaucho, el indio, es decir a los hijos de esta tierra que a su vez eran excluidos en las “aulas sarmientinas”.

Esta concepción fue el estandarte de la Campaña del Desierto allá en 1880. Adolfo Alsina dirá “el indio es típico hijo del desierto, indómito y salvaje por placer, por costumbre y por instinto”.

Ya en épocas más cercanas aparece la demonización de Hipólito Yrigoyen, la prensa le calificaba con varios motes entre ellos, “mestizo, germanófilo y bárbaro” o “mazorquero de arrabal”. El mismo 6 de setiembre de 1930, cuando lo derroca el golpe cívico militar, como hordas salvajes irrumpieron en su domicilio particular, saquearon sus pertenencias y lo incendiaron, buscaban el oro que decían se había “robado”.

Como no podía ser de otra manera, según viene la historia, el peronismo no fue excluido, sino que este odio visceral se manifestó con él de una manera exasperada. Desde el inicio mismo aquél 17 de octubre de 1945, esa multitud de trabajadores que arribaron a la Plaza de Mayo fue catalogada por la oligarquía como “aluvión zoológico”, integrada por “cabecitas negras”. Al referirse a Evita, Sergio Wischñevsky en su artículo “Un odio histórico” (Pag. 12) dice: “El caso de Eva Duarte es un capítulo central de la historia del odio en Argentina. Un odio que parecía inversamente proporcional al amor que le tenían las multitudes de trabajadores. Un odio del que no fueron objeto tremendos dictadores, ni asesinos seriales. Evita tocó una fibra, la insubordinación plebeya, que resultó imperdonable. ‘Viva el cáncer’ escribieron en los muros cuando se enfermó, y cuando murió, los intelectuales más conspicuos perdieron todo pudor…” “…Toda la odisea del cuerpo de Eva hasta encontrar su sepultura definitiva muestra, con una claridad que abruma, hasta dónde ese odio está condimentado de un miedo ancestral.”

Con la inscripción de “Cristo Vence” aviones de nuestras fuerzas armadas bombardearon a mansalva la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955, dejando un saldo de cientos de muertos y miles de heridos en un pueblo que mansa y tranquilamente circulaba por el lugar, siendo la única vez en el mundo en que una fuerza militar ataca sorpresivamente a su propio país, además a ciudadanos indefensos.

Cuando el 16 de setiembre de ese mismo año se concretó el golpe cívico militar que derrocó a Perón, el ensañamiento fue atroz, persecución a peronistas, fusilamientos, proscripciones de políticos, deportistas, artistas, sindicalistas, intelectuales y llegaron a prohibir por un decreto el mismo nombre de Perón, Evita y todo símbolo que identificara al sector. Una verdadera “revolución libertadora” que a los únicos que liberó fue a los poderosos, a las empresas multinacionales para enriquecerse más y que se adueñen del país.

Ya muy cerca apareció el nuevo enemigo a odiar, el subversivo, con ese pretexto la dictadura cívico-militar-clerical sembró de sangre nuestro precioso suelo. Hoy en plena época democrática aparecen nuevamente esos fantasmas vetustos, pero con sábanas nuevas, para acosar a quienes quieren un país con igualdad de oportunidades y que la justicia social sea una política de estado.

Los nuevos profetas del odio

En estos tiempos de pandemia vemos como un grupo de personas, que no son un colectivo sino simplemente una suma de individualidades, sale a manifestarse en contra de la cuarentena de manera rabiosa y con consignas caóticas e incoherentes, profiriendo gritos y agrediendo a quienes consideran no piensan como ellos. Debemos preguntarnos, ¿cuáles son las razones invisibles de estos odiadores? Los dirigentes y periodistas que fogonean esa violencia en estos irresponsables para que salgan a la calle, lo hacen premeditadamente, ya que con sus palabras les hacen creer que le están diciendo la verdad, una realidad ficticia y solo consumible por quienes ya tienen engendrado el odio en su propio ser. Son individuos que se oponen a todo irracionalmente, simplemente guiados por el odio, en este caso al gobierno.

Y estos predicadores van atizando ese resentimiento generando el efecto de una caldera que va levantando presión y cuando llega al límite, salta la válvula de escape, entonces cuando la violencia queda sin freno, el individuo sale a gritar, a golpear, a insultar y finalmente puede conducirlo a la muerte.

Y la yapa….

Entonces esos líderes, intelectuales, periodistas y tantos más, les dicen a esos pobres y tristes protagonistas de estos hechos: nosotros de yapa les damos cobertura y blindaje mediático, no les mandamos reprimir por el desorden o cualquier delito que puedan cometer… ¡Ah! También la justicia mirará para otro lado.

Amigas, amigos, hasta el mes próximo.

 

 

Nicolás Salcito

Ver la publicación completa en: www.haciendocamino.com.ar/hc-159.pdf