LOS PROFETAS DEL ODIO Y LA YAPA
Tomé el título de esta columna del nombre del libro de Dn Arturo Jauretche aparecido en el año 1957, no fue por azar, sino que este texto, a quienes lo hemos leído en nuestra juventud despertó en nuestro corazón una enorme esperanza de una recuperación nacional completa caminando unos pocos años. En una introducción al libro que hace en una página web Osvaldo Guglielmino expresa: “Creíamos que esta verdad que surge de la cosmovisión de la Argentina real sostenida desde sus orígenes con los nombres y los hechos de los Saavedra, Belgrano, Campana, San Martín, Dorrego, Rosas, José y Rafael Hernández, llegando a nuestros tiempos con Yrigoyen y Perón, no podía sino imponerse definitivamente según el orden natural, autóctono y endógeno que representa. Seguramente ni el mismo Jauretche ni, por supuesto, nosotros entonces, podíamos suponer hasta que profundidad del meollo argentino llegaría, como ha llegado hoy, el antipaís anunciado por los profetas del odio. Tampoco estos imaginaron, claro, que aparecerían personeros de los intereses antinacionales que Jauretche denuncia que postrarían, hasta la agonía, a la patria de San Martín, de Rosas y de Perón. Dijo entonces, de entrada no más, Jauretche: Quiero poner en evidencia los factores culturales que se oponen a nuestro pleno desarrollo como Nación, a la prosperidad general y al bienestar de nuestro pueblo, y los instrumentos que preparan las condiciones intelectuales de indefensión del país. En la parte dedicada a La Yapa -palabra vernácula y, por ello, libre- realiza don Arturo un profundo revisionismo cultural defendiendo, frente a las falsedades de la intelligentzia colonizada y colonizante, las verdades del discurso nacional surgido de la propia cosmovivencia y cosmovisión del país argentino, del mundo y de la vida.”
Hechos concretos confirman que la tan
mentada “grieta” que siempre tratan de endilgarnos su origen a los nacionales y
populares, existe desde el comienzo de nuestra historia como país. El 13 de
diciembre de 1828 Lavalle, instigado por Salvador María del Carril, fusiló a
Dorrego precisamente por ese odio que existe en la Argentina contra quienes se
oponen a la opresión de los poderosos desde el campo del pueblo.
Cuando el pobre quiere dejar de serlo,
ya deja de ser bueno y se convierte en endemoniado, simplemente por reclamar
sus derechos. Ya en 1845 Domingo Faustino Sarmiento estigmatizaba a Facundo
Quiroga como la barbarie que impide el desarrollo de la civilización. Aquí se
construye la lamentable disyuntiva “civilización o barbarie”. Podríamos citar
innumerables dichos del “padre del aula” que confirmarían su apreciación hacia
el gaucho, el indio, es decir a los hijos de esta tierra que a su vez eran excluidos
en las “aulas sarmientinas”.
Esta concepción fue el estandarte de la
Campaña del Desierto allá en 1880. Adolfo Alsina dirá “el indio es típico hijo
del desierto, indómito y salvaje por placer, por costumbre y por instinto”.
Ya en épocas más cercanas aparece la
demonización de Hipólito Yrigoyen, la prensa le calificaba con varios motes
entre ellos, “mestizo, germanófilo y bárbaro” o “mazorquero de arrabal”. El
mismo 6 de setiembre de 1930, cuando lo derroca el golpe cívico militar, como
hordas salvajes irrumpieron en su domicilio particular, saquearon sus
pertenencias y lo incendiaron, buscaban el oro que decían se había “robado”.
Como no podía ser de otra manera, según
viene la historia, el peronismo no fue excluido, sino que este odio visceral se
manifestó con él de una manera exasperada. Desde el inicio mismo aquél 17 de
octubre de 1945, esa multitud de trabajadores que arribaron a la Plaza de Mayo
fue catalogada por la oligarquía como “aluvión zoológico”, integrada por
“cabecitas negras”. Al referirse a Evita, Sergio Wischñevsky en su artículo “Un
odio histórico” (Pag. 12) dice: “El caso de Eva Duarte es un capítulo
central de la historia del odio en Argentina. Un odio que parecía inversamente
proporcional al amor que le tenían las multitudes de trabajadores. Un odio del
que no fueron objeto tremendos dictadores, ni asesinos seriales. Evita tocó una
fibra, la insubordinación plebeya, que resultó imperdonable. ‘Viva el cáncer’
escribieron en los muros cuando se enfermó, y cuando murió, los intelectuales
más conspicuos perdieron todo pudor…” “…Toda la odisea del cuerpo de Eva hasta
encontrar su sepultura definitiva muestra, con una claridad que abruma, hasta
dónde ese odio está condimentado de un miedo ancestral.”
Con la inscripción de “Cristo Vence”
aviones de nuestras fuerzas armadas bombardearon a mansalva la Plaza de Mayo el
16 de junio de 1955, dejando un saldo de cientos de muertos y miles de heridos
en un pueblo que mansa y tranquilamente circulaba por el lugar, siendo la única
vez en el mundo en que una fuerza militar ataca sorpresivamente a su propio
país, además a ciudadanos indefensos.
Cuando el 16 de setiembre de ese mismo
año se concretó el golpe cívico militar que derrocó a Perón, el ensañamiento
fue atroz, persecución a peronistas, fusilamientos, proscripciones de
políticos, deportistas, artistas, sindicalistas, intelectuales y llegaron a
prohibir por un decreto el mismo nombre de Perón, Evita y todo símbolo que
identificara al sector. Una verdadera “revolución libertadora” que a los únicos
que liberó fue a los poderosos, a las empresas multinacionales para
enriquecerse más y que se adueñen del país.
Ya muy cerca apareció el nuevo enemigo
a odiar, el subversivo, con ese pretexto la dictadura cívico-militar-clerical
sembró de sangre nuestro precioso suelo. Hoy en plena época democrática aparecen
nuevamente esos fantasmas vetustos, pero con sábanas nuevas, para acosar a
quienes quieren un país con igualdad de oportunidades y que la justicia social
sea una política de estado.
Los nuevos profetas del odio
En estos tiempos de pandemia vemos como
un grupo de personas, que no son un colectivo sino simplemente una suma de individualidades,
sale a manifestarse en contra de la cuarentena de manera rabiosa y con
consignas caóticas e incoherentes, profiriendo gritos y agrediendo a quienes
consideran no piensan como ellos. Debemos preguntarnos, ¿cuáles son las razones
invisibles de estos odiadores? Los dirigentes y periodistas que fogonean esa
violencia en estos irresponsables para que salgan a la calle, lo hacen
premeditadamente, ya que con sus palabras les hacen creer que le están diciendo
la verdad, una realidad ficticia y solo consumible por quienes ya tienen
engendrado el odio en su propio ser. Son individuos que se oponen a todo
irracionalmente, simplemente guiados por el odio, en este caso al gobierno.
Y estos predicadores van atizando ese
resentimiento generando el efecto de una caldera que va levantando presión y
cuando llega al límite, salta la válvula de escape, entonces cuando la
violencia queda sin freno, el individuo sale a gritar, a golpear, a insultar y
finalmente puede conducirlo a la muerte.
Y la yapa….
Entonces esos líderes, intelectuales,
periodistas y tantos más, les dicen a esos pobres y tristes protagonistas de estos
hechos: nosotros de yapa les damos cobertura y blindaje mediático, no les
mandamos reprimir por el desorden o cualquier delito que puedan cometer… ¡Ah!
También la justicia mirará para otro lado.
Amigas, amigos, hasta el mes próximo.
Nicolás Salcito
Ver la publicación completa en: www.haciendocamino.com.ar/hc-159.pdf
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