EL OCIO CREADOR NO CONOCE DE REPOSERAS
Se ha dicho que el ser humano
debe dividir las 24 horas del día en: 8 para el trabajo, otras 8 para el
descanso y las 8 restantes para el tiempo libre (recreación, ocio creador,
etc.), desde un plano metafórico sería un ideal perfecto. Al hablar de trabajo
nos estamos refiriendo al tiempo dedicado a la obtención de ingresos para
vivir, abarcando también el costo que demande el espacio de entretenimiento.
Pero también es cierto que desde hace muchísimos años los trabajadores, que
conforman la mayoría de los seres humanos a que nos referíamos, vienen luchando
por conseguir la jornada de 8 horas, en lugar de las agobiantes tareas
realizadas de sol a sombra. Si bien se ha avanzado sobre el tema, esa lucha
continúa aún en nuestros días, a pesar de todos los manifiestos, declaraciones,
documentos internacionales y constituciones de muchos países. Escuchamos
asombrados como en la actualidad se descubren almas que son mantenidas en forma
de trabajo esclavo por sus patrones, oímos también sobre los cada vez más
frecuentes casos de trata de personas, en especial mujeres que son incorporadas
al mundo de la prostitución, no siendo ajenos muchos de ellos con niños y niñas
y también varones en este menester. Todos estos seres son explotados a tiempo
completo lo que deja muy distante la perfección ideal del reparto horario de la
jornada.
Lo expresado podríamos
considerarlo como un punto extremo, ya que para nada interviene la libertad de
quienes padecen esta situación. Le siguen, tanto como para fijar una escala,
aquellos que se ven obligados aún dentro del circuito formal y legal de trabajo
a permanecer en las fábricas u oficinas muchas horas diarias para lograr un
ingreso que les permita satisfacer sus necesidades y las de sus familias, impuestas
por el sistema económico-social por una dispar relación de fuerza entre capital
y trabajo,
En otro escalón hay casos, y muchos, que utilizando el don del libre albedrío con que estamos dotados los humanos, rechazan con su actitud frente a la vida esta premisa ideal para lograr una realización personal, malgastando su tiempo para “trabajar y trabajar”, ¿para qué?, para tener y tener más, dejando de lado su propio ser. En estos casos las necesidades son otras, creadas por una adhesión voluntaria al consumismo. Aquí tenemos un universo compuesto no solo por trabajadores en relación de dependencia sino también pequeños, medianos y grandes empresarios. En esta gama encontramos aquellos que rechazan de plano que el hombre pueda dedicarse al disfrute de la vida, que todo el tiempo deben trabajar y estar ocupados en algo que les produzca beneficio, no siempre en dinero. Nos hallamos con una alteración de la esencia misma de la persona humana, que los sicólogos llaman “adicción al trabajo”. Descubrimos de esta manera personas malhumoradas, gruñonas, disconformes con todo y por todo, con un rostro contraído cuya expresión nos plantea ¿vale la pena vivir?