sábado, 19 de diciembre de 2020

EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO DE DICIEMBRE 2020

 

LO QUE LA CATEQUESIS NO NOS CONTÓ (1)

Se acerca la Navidad, como todos los años nos aprestamos a conmemorar ese día el nacimiento de Jesús. ¿Nos detuvimos alguna vez a pensar sobre la importancia de este acontecimiento? ¿Quién era ese niño que según dicen nació en un pesebre? ¿Por qué los primeros en ir a visitarlo, según el relato bíblico, fueron los humildes pastores, personas que para la sociedad de esa época estaban en una escala social de la más baja? ¿Por qué los poderosos de entonces, encarnados en Herodes, lo buscaban para matarlo?

Creo que la respuesta a estos interrogantes debemos buscarlos en las enseñanzas, el ejemplo y en especial su mensaje, esa sabiduría que nos dejó a quienes creemos en Él y nos consideramos sus seguidores.

Ustedes se preguntarán a que se debe el título de esta nota, los que hemos sido catecúmenos dentro de las religiones denominadas cristianas, adquirimos conocimientos que conducen a la práctica religiosa de cada una de ellas. En el caso de la católica hemos conocido los preceptos, obligaciones sine qua non no seríamos perfectos fieles practicantes. Por supuesto que ello nos trajo en mayor o menor medida algunas consecuencias traumáticas y sentimiento de culpa, por ejemplo, quién no recuerda cuando niño el drama que significaba no concurrir a la misa del domingo y quedar acomplejado por el peligro de irse al infierno.

Sin embargo, la mayoría de nosotros no se enteró por esta vía de la catequesis de las grandes enseñanzas del Nazareno, su prédica permanente a favor de los más pobres y desposeídos, su rechazo hacia las riquezas y el poder civil y religioso. La Iglesia es muy rica en iluminar a sus fieles por medio de muchos documentos sociales pero que no salen a luz salvo por inquietud casi podríamos decir personal de los interesados. Tal el caso de la Doctrina Social que nos brinda pautas profundas y claras sobre el comportamiento que deberíamos tener los cristianos frente a las injusticias del mundo, en especial la distribución equitativa de la riqueza. Por ello decidimos en varias entregas visibilizar las mismas desde nuestra humilde columna. Iniciaremos esta oportunidad con un resumen mimeografiado en el año 1985 sobre La deuda externa latinoamericana, y el Año de gracia bíblico, realizado por María y J. Ignacio López Vigil:

“Perdónanos nuestras deudas…”

Entre las leyes de la justicia social que dio Moisés al pueblo de Israel hay una muy novedosa, es el “Año de gracia” o “Año sabático”, que también se conocía como “Año de jubileo” porque se anunciaba al pueblo tocando un cuerno llamado en hebreo “jobel”.

El “Año de gracia” consistía en conceder cada siete años un año de respiro a la tierra y a los siervos que la trabajaban (Ex 21,1-11 y 23, 10-11).

Los terrenos debían dejarse descansar todos los años séptimos; no debían sembrarse. Los esclavos, los que habían vendido su fuerza de trabajo a los amos, debían quedar libres de su servidumbre.

En el código deuteronómico se completó esta ley con la obligación de eliminar todas las deudas contraídas durante los 6 años anteriores al “Año de gracia” (Dt 15,1-9).

El “Año de gracia” se propuso al pueblo de Israel para restaurar cada cierto tiempo el orden querido por Dios:

Sin acumulación de tierras (Lv 25,23-31).

Sin siervos y sin amos (Lv 25,34-55)

Sin deudas eternas

Sin que a nadie le faltara lo que a otro le sobraba.

A la vuelta del destierro de Babilonia se hizo una codificación definitiva de las leyes en el libro de Levítico y para hacer menos difícil la ley del “Año de gracia” el plazo se amplió de 7 años a ciclos de 50 años (Lv 25,8-18)