Daniel Ozuna
La
“revolución pacífica” en Islandia tiene lugar desde el 2008, y es un proceso
que, con sus particularidades, por la profundidad de su crisis podría
haber sido presentada a la par de los cambios radicales sucedidos en Túnez o
Egipto. Sin embargo, fue silenciada por los medios hegemónicos de Europa.
Ocurrió
en una de las democracias más antiguas del mundo, cuyos orígenes se remontan al
año 930, y que ocupó el primer lugar en el informe de la ONU del Índice de
Desarrollo Humano de 2007/2008. En el país nórdico se hizo dimitir a un
gobierno, se nacionalizaron los principales bancos, se decidió no pagar la
deuda que estos habían creado con Gran Bretaña y Holanda y se acaba de crear
una asamblea popular para reescribir su constitución. Y todo ello de forma pacífica:
a simples golpes de cacerolas, gritos y algunos huevazos.
El
periodista Modesto E. Guerrero reafirma que se trató de una revolución
silenciada. “Islandia es el caso que muestra dónde los medios de comunicación
dominantes, el FMI, el Banco Mundial, el sistema mundial de estados y el
imperialismo han sido derrotados. Y han sido derrotados con menos fuerza
numérica, menos potencia política que en Grecia, España o Francia pero con una
potencia organizativa que solo los islandeses podían demostrar”, declaró al
programa radial La Retaguardia, de FM La Colectiva.
El
país entró en bancarrota en el año 2008 afectado por la crisis financiera a
partir de la quiebra de Lehman Brothers. La moneda se desplomó, el principal
banco del país se nacionalizó y la Bolsa quedó suspendida. Estos hechos sacaron
a la población a la calle en unas protestas pacíficas pero con resultados
inmediatos, pues obligaron a renunciar al gobierno y a convocar una asamblea
compuesta por 25 ciudadanos que desde febrero del año 2009 trabajó en un
proyecto de Constitución.
Uno
de los referentes de las asambleas populares fue Hörður Torfason, quien en 1975
fue una de las primeras personas en Islandia en declararse gay, por lo que se
vio obligado a dejar el país, volviendo años después. En 1978 fundó la
asociación gay “Samtökin '78” para participar en la defensa de los Derechos
Humanos más allá del activismo homosexual. El mismo Torfason reflexiona en una
reciente visita a los indignados españoles:
“Debe
ser que a los Estados de Europa no les parece suficientemente importante que un
pueblo tome la dirección de su soberanía y ponga freno al virus neoliberal. O
quizás teman que quede una vez más en evidencia que han convertido la
democracia en un sistema republicano donde nada ha cambiado con la crisis,
excepto el inicio de un proceso de socialización de las pérdidas con recortes
sociales y precarización de las condiciones de trabajo. Aunque lo más seguro es
que esta calculada invisibilidad informativa, cuando no silencio clamoroso, se
deba a todas estas causas juntas…”.
Torfason
y un puñado de militantes sociales, punks, rockeros, artistas, un equipo de
audio, una mesa para juntar firmas y un par de micrófonos fueron los primeros
en ponerse de pie frente al Parlamento de Reykjavik y dar inicio en 2008 a esta
asonada civil pacífica.
El
22 de enero de 2009 más de 2000 personas lanzaron pintura, huevos y zapatos a
la policía, que no supo cómo manejar la situación. En decenas de años no habían
tenido ninguna situación parecida (en aquella última oportunidad, una
manifestación contra la OTAN).
Las
manifestaciones crecían día a día hasta que un joven anarquista trepó al tejado
del Parlamento y sustituyó la bandera nacional por la enseña de la cadena de
supermercados Bónus: un trapo amarillo con un cerdo sonriente en el centro.
Pasó más de un día hasta que los políticos se percataron de este hecho e
intentaron criminalizar a los manifestantes como "terroristas".
El
movimiento llamado Voces del Pueblo fue sumando demandas de cambios; las
protestas provocaron cinco meses después la caída del gobierno y se convocaron
elecciones. Su activismo político ha sido inspiración de otros movimientos, en
especial del Movimiento 15-M en España, por lo que Torfason visitó el país
dando conferencias en diferentes ciudades españolas.
La
situación económica, política e institucional en Islandia puso en crisis, una
vez más en el actual contexto internacional, al conjunto de las relaciones
sociales capitalistas. El pueblo islandés mostró reflejos de solidaridad,
optimismo, valentía, imprescindibles para poner freno al suicidio neoliberal,
haciendo frente a la debacle del sistema y dando esta lección de democracia.
Al
igual que en Islandia, las ansias libertarias de los pueblos árabes, europeos
(“Islandia es el camino”, podía leerse en pancartas de los Indignados
españoles) y hasta en los EEUU siguen latentes.
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