SE FIJÓ EL EXCELENTE
OBJETIVO DE SOBERANÍA HIDROCARBURÍFERA
Cristina le corta el chorro
de superganancias a multinacional Repsol
El Poder Ejecutivo
intervino Repsol y envió al Congreso un proyecto de ley para expropiar el 51
por ciento de sus acciones en YPF. Es un parte aguas: la corona y la derecha
están furiosas y la mayoría feliz.
EMILIO MARÍN
Este país depara las
mayores sorpresas. Cristina Fernández de Kirchner viajó el fin de semana pasado
a Cartagena de Indias, donde tuvo una “muy buena reunión” con Barack Obama. Las
espadas del cristinismo, caso del titular de Diputados, Julián Domínguez,
negaban un proyecto expropiatorio de Repsol. Lo atribuían a invenciones de
Clarín; el ultraoficialista 678 se burlaba de la mala información de ese medio
que había dado por cierto el borrador de expropiación.
Y al día siguiente del
arribo de la jefa de Estado a Buenos Aires, el lunes 16, en el Salón de las
Mujeres se dio a conocer la expropiación. Una iniciativa de 19 artículos
definía como asunto de interés público la producción y comercialización del
petróleo y sus derivados, tal como se hizo antes con el papel para diarios.
A favor de la soberanía
energética, el proyecto planteó expropiar el 51 por ciento de las acciones de
Repsol, que hoy detenta el 57 por ciento del total de YPF.
Ese 51 por ciento se
distribuirá entre el Estado nacional y las diez provincias de la Organización
Federal de los Estados Productores de Hidrocarburos (OFEPHI). Para asegurar un
voto homogéneo de estas dos partes, habrá un pacto de sindicación de esas
acciones, para que se vaya en un mismo sentido. Y para que la derecha y
neoliberalismo (en la historia también las políticas privatistas vinieron del
justicialismo) no arruinen lo que está a punto de repararse, el paquete prevé
que para dar marcha atrás debería reunirse dos tercios de los votos. Tan
importante o más que si se tratara de reformar la Constitución, comentó la
presidenta, quien puntualizó que la ley de leyes es importante, pero para la
gente puede serlo aún más el tener combustible para vivir y moverse, para el
transporte, para la industria y el trabajo argentino.
Lo de CFK tuvo mucho de
política y reivindicación del nacionalismo petrolero, que no siempre
caracterizó su accionar y el de su esposo. Ella diferenció su idea tajantemente
de la “estatización”, seguramente por cierta vergüenza de emplear esa
categoría. Al disponer que la mayoría de acciones pasará al Estado nacional y
los Estados provinciales, será una estatización aunque a Cristina le pese. Ella
buscó el costado que la favorecía para afirmar lo contrario: no se tratará de
una empresa del Estado sino de Sociedad Anónima; que otros socios privados
continuarán con sus tenencias, así como inversores de la Bolsa, y que su
gerenciamiento será “profesional”.
Los números mostrados por
power point y comentados por la oradora fueron contundentes. Demostraron una
caída en la producción de petróleo y gas desde 2006, una inversión española muy
inferior, en línea con una alta repatriación de dividendos, mayor incluso a lo
que compañía registraba en sus libros como ganancias.
Historia con idas y vueltas
“Los peronistas son
incorregibles” decía ese gran gorila ilustrado que era Jorge Luis Borges. Para
él, incorregible era sinónimo de malo. Si se quita esa connotación peyorativa,
la definición podría servir para entender la saga. Un sábado 14 de amable
tertulia con Obama, sin reprochar el boicot estadounidense a que la VI Cumbre
incluyera un apoyo por Malvinas. Y el lunes 16, una verdadera bomba política y
legislativa, con un excelente proyecto de nacionalización mayoritaria de
Repsol-YPF.
El peronismo de Perón firmó
contratos con la California en 1955, antes del golpe, a contramano de su
tendencia estatista reflejada en la avanzadísima Constitución de 1949 y
especialmente en su artículo 40 sobre propiedad inalienable de la Nación sobre
los yacimientos y recursos naturales. Sin embargo, luego vino el contrato con
la firma norteamericana.
El peronismo de Carlos
Menem privatizó todo lo que podía, según la insuperable definición del ex ministro
Roberto Dromi (“nada de lo que deba ser estatal será estatal”). La enajenación
de YPF fue apoyada por Néstor Kirchner, gobernador de Santa Cruz, en 1992, y
por su esposa, diputada provincial.
El peronismo K fomentó esa
pérdida del patrimonio nacional, acordó con la “provincialización” de los
yacimientos pactada en Olivos y la Constituyente de Santa Fe, la posterior “ley
corta” y –avanzado su gobierno- el ingreso del Grupo Petersen-Ezkenazi a la
petrolera. Esto fue presentado como “argentinización” y se aceptó que esos
capitalistas amigos compraran su parte sin poner ni un dólar: Repsol les
tramitó créditos a pagar con las ganancias de cada ejercicio.
De ese modo se continuaba
la entrega menemista de 1992-1998 y la empresa se endeudaba más. Y no habría
mayor reinversión porque el interés de Repsol (57 por ciento) y Grupo
Petersen-Ezkenazi (llegó al 25 en dos etapas) sería la fuga de divisas a como
diera lugar.
Pero esa historia del
peronismo también incluye el brillante capítulo que se empezó a escribir con el
proyecto de ley y el mensaje de la presidenta.
Y hoy lo que importa es
esto, sin perder de vista el pasado y la falta de autocrítica. El relato
cristinista pinta una historia gloriosa y recta, y omite esos pasajes erráticos
de elogios al menemismo en los ´90, la asociación con Ezkenazi y los anuncios
de 2011 sobre el futuro que tendrían los 40 millones de argentinos debido a los
“descubrimientos” de petróleo y gas shale en Vaca Muerta, Neuquén. Sebastián
Ezkenazi, CEO de YPF; Jorge Sapag, gobernador de esa provincia y Julio de Vido,
sonrientes, compartían el palco y los anuncios que muy rápido, en enero de
2012, mostraron la extrema fragilidad de un montaje. Era la foto de un
matrimonio en vías de disolución. En buena hora. Siendo gallega, Repsol salía
más cara que una francesa…
La otra vereda
La polémica sobre YPF puede
tener una significación superior a la que alcanzó la de la 125 por las
retenciones a la de soja y la ley de medios. Es que están enfrentadas dos
concepciones de la construcción de una nación, una liberal-privatista y otra
nacional y popular. También hay valores millonarios en danza, que hasta ahora
fueron a Madrid y a otros inversionistas, y que pueden servir al país.
Finalmente, se agitan muchas pasiones porque se pelea por un recurso muy
costoso, con un barril a 108 dólares y que escasea en el mundo, siendo motivo
de guerras de conquista como se vio en Irak y Libia.
No está mal hablar del
pasado. De hecho en el capítulo anterior, aquí se echaron algunos párrafos
sobre ese tiempo, sin concesiones. Pero la clave está en analizar el presente.
¿Está bien expropiar el 51 por ciento de Repsol? Sí, la mayoría de los
argentinos, en proporción superior al 80 por ciento, emite una opinión a favor,
en distintos grados de certeza. Incluso en España hubo sondeos de diarios que
arrojaron un 52 por ciento de aceptación de la medida argentina.
A veces las mayorías se
equivocan, pero en este caso aciertan, porque el país no podía seguir con la
situación actual, donde los controlantes ganaron el año pasado 5.296 millones
de pesos y tenían sin asignación otros mil millones de pesos de 2010, y
decidieron “capitalizarlos”. Querían repartir ganancias y dividendos, pero ante
la oposición y crítica del gobierno, dispusieron su capitalización, con tal de no
hacer reserva para invertir.
Ese retaceo a la inversión
y mayor producción tiene otras formas de medirlo: en la época estatal YPF
perforaba 80 y hasta 100 pozos por año, buscando crudo y gas. Con los españoles
la performance bajó a 8, pues su producción salía de los pozos ya explorados
por la estatal, esa que además de proveer de combustible, daba trabajo bien
pago, abría escuelas y rutas, entre otras funciones sociales. El señor Antonio
Brufau, presidente de Repsol, nunca hizo eso en su país ni en el resto del
mundo.
Una carta fuerte para la
nacionalización fue la denuncia de CFK en enero y reiterada este lunes, de que
esa baja de la inversión, producción y refinamiento había provocado que el
Estado importara combustibles por 9.300 millones de dólares en 2011. Ese
ominoso panorama se repetiría en el año en curso. Había que impedir esa
sangría.
Un pasaje del discurso
presidencial fue muy didáctico (y aunque no se notó, debió provocar en CFK
cierto sonrojamiento). Fue cuando leyó la lista de países donde la producción
petrolera tiene una alta intervención estatal, desde China a Noruega, pasando
por Italia y Libia, y terminando en Venezuela. Argentina, era una lamentable
excepción; ahora se pone en línea con el mundo.
¿Algunos lectores tienen
dudas sobre el paso que se piensa dar? Deberían leer las dos editoriales de “La
Nación” (17 y 18/4), las columnas de Joaquín Morales Solá y Carlos Pagni, las
declaraciones de Mauricio Macri y las amenazas borbónicas del gobierno de
Mariano Rajoy. Si esa jauría neoliberal que perpetró y justificó el saqueo
critica tanto la expropiación, quiere decir que ésta es positiva. Que hay que
estar en la vereda de enfrente: del lado de YPF y no de Repsol.
Sergio
Ortiz
face: Sergio Ortiz
twitter: sergioortizpl
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