“LA SEGUNDA REVOLUCIÓN
CAPITALISTA” (Ignacio Ramonet)
En noviembre de 2002 en un reportaje que Jorge
Halperin le hiciera a Ignacio Ramonet, que luego se plasmaría en el libro
“Ramonet (El mundo en la nueva era imperial)”, éste último manifestaba: “Se han
hecho muchas críticas a la primera fase, la del capitalismo industrial, pero
ahora estamos en el capitalismo en su fase financiera y ese es el gran
adversario: el capitalismo financiero”. Si analizamos en profundidad este fenómeno
nos damos cuenta que hoy el mundo está dominado por el imperio de las finanzas,
que con su ocultamiento legal como la anonimidad de las empresas y los paraísos
fiscales donde nadie pregunta de quién es el dinero que ingresa, sino
simplemente lo importante es que ingrese a sus bancos, el producto bruto
mundial, por denominarlo de alguna manera, está en manos de muy pocas personas
y que éstas manejan a discreción gobiernos, países y regiones según su propia
conveniencia.
Si bien el capitalismo industrial desde su inicio
con la llamada Revolución Industrial siempre tuvo en sus metas la explotación
del trabajador, también es real que los mismos trabajadores se fueron
organizando para defenderse de esa explotación a que eran sometidos en las
primeras fábricas, se constituyeron en organizaciones gremiales que dieron su
lucha, que no fue sencilla, para ir reivindicando derechos como el horario
laboral, los tiempos de descanso, limitar el trabajo de los niños y niñas y
otras más que se fueron logrando a través del tiempo.
Otro elemento importante para frenar el ansia
insaciable que tienen los patrones fue cuando los Estados comienzan a tomar
partido en las relaciones laborales y fomentan con una legislación social
determinadas condiciones en beneficio del sector del trabajo, así aparecen derechos como
vacaciones pagas, aguinaldo, convenciones colectivas de trabajo, salario mínimo
y tantas otras conquistas que también se fueron dando durante gobiernos de
corte nacional y popular como el de Hipólito Irigoyen y Juan D. Perón. Durante
este último se crea el Ministerio de Trabajo, dándole de esta manera un estatus
de importancia al movimiento de los trabajadores, no es casual la eliminación
de este ministerio durante las dictaduras de Aramburu y Onganía, siendo mucho
menos casual en el actual gobierno neo-liberal que encabeza Mauricio Macri, que
tampoco es por simple coincidencia que en sus discursos y en el de algunos de
sus funcionarios mencione que el país está atrasado desde hace 70 años, si
hacemos la sencilla cuenta se refiere al año 1948, es decir en pleno gobierno
Justicialista, en el cual los derechos sociales fueron de una importancia tal
que tuvieron status constitucional en la Constitución de 1949. Lo que está
atrasado no es el país, lo que si existían límites a la voracidad empresarial.
De la lucha de clases al exterminio de clase
Las tensiones entre las fuerzas del capital y el
trabajo son históricas, se habló con la aparición del Manifiesto Comunista de
lucha de clases, refiriéndose a las formas en que el sector más débil, a pesar
de ser el más numeroso, pudiera evitar que como dice el dicho “el pez grande se
come al más chico”. Esta batalla permanente no ha sido gratuita, costó sangre,
sudor y lágrimas a las familias trabajadoras.
Como decíamos más arriba esa lucha fue
convirtiéndose en organización por parte del sector laboral y en legislación de
parte del Estado con signo nacional y popular. Hoy en nuestro país se vienen
vulnerando sistemáticamente las conquistas de los trabajadores y ese avasallamiento
de derechos son realmente una herramienta que atenta contra la vida misma de
los sectores más vulnerables, es decir tienden a su exterminio como clase.
Muestra de ello es la eliminación, como expresamos antes, del Ministerio de
Trabajo, agravándose la situación con la desaparición del Ministerio de Salud,
el de Cultura, el de Ciencias y Tecnología, todos ellos herramientas para el
crecimiento del país y por consiguiente de sus habitantes.
Estas medidas repercuten en todo el tejido social,
así vemos como los jubilados están perdiendo día a día beneficios en los
medicamentos y atención médica y las pequeñas y medianas empresas están
cerrando sus puertas lo mismo que muchísimos comercios, con la triste
consecuencia del desempleo de muchísimos compatriotas que se quedan sin poder
acceder al sustento de sus familias. El salario de los trabajadores y las
jubilaciones han sufrido una enorme pérdida del poder adquisitivo debido al
aumento extraordinario de los precios por la inflación, el aumento en las
tarifas y la crisis cambiaria, además de la especulación empresaria.
Como dice el papa Francisco en la Exhortación
Apostólica Evangellii Gaudium: “Se
considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar
y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del ‘descarte’ que, además, se
promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la
opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz
la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella
abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no
son ‘explotados’ sino desechos, ‘sobrantes’”.
Ramonet menciona al capitalismo financiero como
nuestro gran adversario, personalmente creo que es algo más que eso, es nuestro
verdadero enemigo y al cual debemos ponerle el pecho de la misma manera que en
los primeros años del capitalismo industrial lo hicieron los trabajadores, hoy
el sistema neo-liberal nos ha trasportado nuevamente a una inequidad tal que
organizarnos para lograr parar estos atropellos es de vital importancia para la
supervivencia como clase trabajadora, englobando en ella a todos quienes no
conforman ese puñado de individuos cuyo fin principal es el lucro a cualquier
costo, además de manifestar en los hechos, aunque nos digan discursos bonitos,
la más brutal falta de solidaridad y respeto hacia el prójimo.
Hasta el mes próximo.
Nicolás Salcito
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