NOSTALGIA DE CARNAVAL, PAPEL PICADO Y LIBERACIÓN
Cuando estamos en el mes
de febrero, muchas veces los que sumamos algunas decenas de años, recordamos
con cierta nostalgia, pero especialmente con mucha alegría los festejos del
carnaval en nuestra niñez, adolescencia y juventud. Allí nos vienen a la
memoria los divertidos juegos con agua donde varones y mujeres se conformaban
en bandos rivales en una “guerra” muy húmeda y entretenida entre los vecinos de
la cuadra. Así se fortificaban los lazos de amistad de las familias que vivían
en el lugar.
Luego, llegada la noche, el
grupo familiar, generalmente disfraces de por medio, concurrían al corso del
barrio, los que se hacían en la avenida o calle principal en lo que era el
centro comercial. Entonces se engalanaban las cuadras con luces y guirnaldas de
colores que hacían de techo a los que transitábamos en fila de ida y vuelta
luciendo trajes coloridos que ocultaban nuestra propia identidad. Arrojando
papel picado, serpentinas, agua florida y algún plumerillo en las manos para
hacer cosquillas a quienes pasaban a nuestro lado. Por supuesto también había
un palco donde subían las distintas comparsas que venían de otros barrios con
sus alegres y rutilantes vestimentas mezclando sus vivos colores con espejitos
que irradiaban la luminosidad del ambiente. Sus cánticos que en su mayoría
ironizaban, además de visibilizarla, las diversas circunstancias que ocurrían
en la época, sean políticas, sociales o de personajes “importantes” satirizando
actitudes o acciones que los mismos provocaban.
De aquellos tiempos
guardo como grato recuerdo una fotografía donde en mis primeros años de la
infancia luzco el disfraz de “cosaco ruso”, blandiendo la cimitarra que con
madera me había construido mi padre (ver foto).
Además de los corsos
barriales se realizaban en los clubes y sociedades de fomento los concurridos “Bailes
de Carnaval” donde las familias disfrutaban y compartían la música y algo de
comer y beber con un espíritu de amistad y compañerismo.
Las instituciones más grandes promocionaban los famosos “8 Grandes Bailes 8”, recuerdo allá en Buenos Aires los del Centro Lucense, el Club Comunicaciones y el club Racing anexo de Villa del Parque, del cual era socio, todos con músicos en vivo y los más importantes tenían hasta tres pistas de baile en las cuales las orquestas típicas, folclóricas y características (pasodoble, foxtrot, valses, a veces jazz y luego se fue incorporando el rock) hacían oír sus acordes para que disfrute de la danza la concurrencia según sus preferencias.
¿De dónde viene esta
tradición de la humanidad que parecería muy libertina, pero que está
profundamente incorporada a la cultura popular?
ORIGEN DEL CARNAVAL
Para la civilización occidental, esta festividad recoge elementos del paganismo y el cristianismo: la liberación de los dominados y la exuberancia antes de la penitencia. En la Argentina, su celebración recrea diversas tradiciones culturales, costumbres y ritos a lo largo de todo el territorio que hacen del carnaval un espacio polisémico.
Un grupo de kollas rinde culto al Tata
Inti, miles de personas participan en la Quebrada de Humahuaca del desentierro
del Diablo del Carnaval, el corsódromo correntino, las murgas en los barrios
porteños, las caretas, máscaras y cabezudos que acompañan las carrozas en
Lincoln, Guaminí, Berisso, las expresiones afroargentinas como reivindicación
de la cultura negra en el país. En febrero de 2016 en el marco de un evento
alusivo a este tema, Laura Ponisio, directora del Museo de Arte y Memoria de La
Plata explicaba: “El color, el grotesco, el humor, y
también el ritual como tradición ancestral son elementos constitutivos del
paisaje carnavalesco. Esa comunión desmesurada entre lo sagrado y lo miserable
es la alegría de los sectores populares que resisten, se sienten libres y
logran barrer las estructuras sociales, aunque sólo sea por un rato”. Agrega con
respecto a una de las muestras “El carnaval está llegando” y “Negros Aires en
Buenos Aires. Crónica de un carnaval (des)colorido” que organizara el Museo: “Es
una forma de reivindicar la existencia de una cultura negra como origen del
carnaval rioplatense, que se inscribe en la génesis de otras expresiones
populares como el tango”. La historia dice que a los negros les prohibían tocar
los tambores porque creían que era una forma de comunicarse a distancia.
En el Río de la Plata comenzó a
celebrarse en el siglo XVII, con una modalidad que conjugaba la fusión del legado
español y la cultura africana. Sin embargo, las celebraciones del carnaval por
parte de los esclavos pronto escandalizaron a la sociedad criolla y la Corona
española condenó ese ritual a la clandestinidad.
Juegos de agua, máscaras, rituales,
danzas y músicas resisten el paso del tiempo, los intentos normalizadores del
poder y subvierten, por algunos días, el plano de la realidad objetiva: niños y
adultos juegan a ser libres e iguales, y lo son.
Es así como el carnaval recupera el
espacio público como espacio de poder y de disputa: El carnaval consagra
la celebración popular y, como manifiesto político, expone los deseos
reprimidos de los sectores subalternos étnica, social y económicamente. Por esta
razón, a lo largo de los años, ha sido blanco de regulaciones, restricciones y
censuras por parte del Estado.
“Esta concepción del poder nos interesa
destacar, una lógica de control y represión de esta manifestación popular. El
carnaval tiene un claro sentido herético en relación al orden instituido, tanto
moral como político. En este sentido, se inscribe en las desigualdades que
atraviesan y someten a los pueblos y es posible pensarlo como una forma de
resistencia que en su escenificación revaloriza nuestro pasado, la diversidad y
la persistencia de una expresión que cuestiona la dominación”, expresó Sandra
Raggio, directora general de la Comisión Provincial de la Memoria de La Plata.
En línea con estos preceptos
originales, por estos días, las murgas y candombes han florecido con la
incorporación del relato de diferentes historias en sus repertorios,
nutriéndose de las raíces populares e históricas y a la vez dándole voz
a temas y problemáticas del presente. En la provincia de Buenos Aires,
desde 1940 en ciudades como Lincoln, 25 de Mayo, Dolores y Berisso se fueron
generando grandes corsos con carrozas y comparsas que se han ido haciendo más
importantes año a año.
Todo el año es carnaval
Leyendo una reflexión del querido
Alejandro Dolina, me pareció oportuno traer a cuento que para muchos y muchas
siempre hay una ocasión para disfrazarse más allá de las fechas en el
calendario, aunque disimulen la careta o el antifaz, transcribo un párrafo de
la misma para opinión de nuestros lectores y lectoras:
“Como no puede admitir que vota y opina según una ‘camiseta’, siempre ‘en
contra de ellos’ y que en realidad, las ideas, las obras, las acciones no le
importan, se viste para la ocasión. Si se tiene que vestir de socialista
indignado; de comunista que tiene auto importado con calcomanía del Che
Guevara; de humanista porque postea si ve un perrito perdido; de radical
especializado en Illia porque murió pobre; de Isaac Rojas subido a un avión
bombardero; de estadounidense o francés porque son países serios; de ciudadano
derecho que pide golpe de Estado o de republicano racional que entiende que la
economía está por encima de la gente, él se cambia sin vergüenza alguna. El fin
justifica los trajes: el gobierno no tiene que ser peronista. Punto.”
Queridos amigos y amigas, sigamos en el corso mientras podamos y juntos
recordemos que el carnaval nació como un signo de liberación del oprimido.
Que lo disfruten.
Nicolás Salcito
(*) Este texto se publicó en H.C. N° 154 de Feb/2020, por su contenido y
dadas las circunstancias actuales, consideramos oportuno ponerlo nuevamente a
consideración de nuestros lectores y lectoras.
Ver la publicación completa en:
www.haciendocamino.com.ar/hc-166.pdf
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