miércoles, 25 de julio de 2012

A 60 AÑOS DE SU PASO A LA INMORTALIDAD


Evita, eterna abanderada de los humildes

Por Oscar A. Salcito

El 26 de julio se cumple un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad de María Eva Duarte de Perón, Evita para todos los descamisados. La figura de esta mujer ha trascendido no solo los límites del Peronismo y del país, sino que se ha insertado en el mundo como símbolo de lucha de las clases más humildes y necesitadas.
Queremos homenajearla trayendo a la memoria su última carta a Juan Domingo Perón, escrita el 4 de junio de 1952, próxima ya la hora de su partida. Su estado de debilidad es tal, que tras el encabezamiento, debe dictarla a una de sus secretarias, haciendo luego de puño y letra, el cierre de la misma. En el inicio menciona “En este día jubiloso para los humildes”, se refiere a la aparición política de aquel Coronel que el 4 de junio de 1943 participó del derrocamiento del presidente Ramón S. Castillo, quien estaba dispuesto a continuar con la era del fraude con la imposición de una fórmula encabezada por el terrateniente del norte, Robustiano Patrón Costa.


Señor General Juan D. Perón
Mi siempre querido viejito:
   En este día jubiloso para los humildes, para el pueblo, para tus descamisados de las horas amargas y de los días felices; en este día de gloria para la Patria justa que soñaste y realizaste con tan acendrado amor, he querido materializar en alguna forma toda mi gratitud de mujer humilde de tu pueblo, a la que quisiste con generosidad otorgarle el singular privilegio de compartir a tu lado tus luchas y tus sueños de patriota.
   Tú sabes que a ese privilegio respondí haciendo de mi vida una llama que ardió en una vigilia permanente, sin descanso y con alegría, para restañar en la carne y en el corazón de los humildes, -como tú lo querías- las heridas que les abrió la despiadada e inhumana garra de la injusticia y la explotación.
   Velé constantemente a tu lado y en mi afán de protegerte contra la infamia, la traición y la maledicencia, me ofrecí yo misma como blanco de sus dardos. Ellos no sabrán nunca cuanta alegría me proporcionaron cada vez que me herían, porque no te herían a ti.
   No sé si habré llegado a hacerlo como tú lo merecías; pero sí puedo asegurarte que lo hice con todas las fuerzas de mi alma, de mi corazón y de mi sangre. Evita no reservó para ella ni una sola gota de su vida. Toda fue para ti, y por ti para tu pueblo.
   En esa dura batalla de todos los minutos debimos sacrificar la tranquilidad y la naturales y legítimas satisfacciones propias de todo hogar.
   Había soñado que algún día -al igual que todos los hombres y mujeres buenos y sencillos- tuviéramos un hogar que fuera únicamente  nuestro, para que en la intimidad de su calor, dedicarte solamente a ti todos mis minutos, rodeándote de todos mis cuidados y de todo mi amor de esposa y compañera.
   Para eso hice esta casa en Belgrano y fui con todo cariño ordenando y preparando hasta su último rincón, hasta el más íntimo detalle, para que en cada uno de ellos se advirtiera la tibieza y la intimidad de hogar con que quería rodearte.
   Una vez más no ha podido ser y otra vez has tenido que sacrificar todo lo que es nuestro a lo que es de todos la Patria y el pueblo.
   Pero quiero que esta casa nos pertenezca a los dos -como es nuestra en espíritu- y sea tuya como todo lo que es mío. Que esté a tu nombre, porque tú eres el Jefe y cabeza de nuestro hogar. Que no pueda pasar a otras manos que no sean las tuyas, porque así será siempre única y absolutamente nuestra.
   Ella algún día será nuestro hogar; el hogar que siempre anhelamos y en ella será feliz mi corazón rodeándote de ternura y de cuidados.
   Muchos pero muchos besos de mi corazón.
Eva Perón

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