“Hay
una sola clase de hombres: los que acumulan riquezas sobre el esfuerzo de
otros"
La frase
del epígrafe si bien no es la cita de ningún erudito que la plasmara para el
devenir histórico, considero es un buen resumen de lo que significa para la
humanidad el pensamiento de quienes sostienen el proyecto socio-económico de
las políticas neo-liberales. Tampoco significa que lo piensen solo los que
integran la clase dominante identificada con los poseedores de riqueza y poder
en el mundo, sino que lamentablemente también lo hacen muchísimos de quienes
forman parte del enorme ejército de explotados en un arco que abarca desde los
más indigentes hasta los autoproclamados “clase media alta”. Expresiones como
“nos dan una mano y después exigimos el brazo entero”, esto en referencia a
distintas conquistas sociales que se fueron logrando en el transcurso del
tiempo y que favorecían precisamente a los dominados por el sistema corroboran
lo que decimos.
También es
cierto que el ser humano durante su convivencia en el planeta nos fue, y sigue
haciéndolo, reflejando que esta situación de desigualdad ha sido una constante
en las relaciones entre los integrantes de la sociedad. Sabemos de la persistente
lucha de trabajadores y trabajadoras, de mujeres, de razas, en fin, de todos
los oprimidos por el sistema que realizaron y siguen realizando para liberarse
del pesado yugo de la esclavitud, aunque ésta no sea reconocida por muchos de
los propios afectados.
En varias oportunidades
nos hemos referido a la experiencia del pueblo hebreo durante su peregrinar por
el desierto que obligó a su líder Moisés a aplicar leyes para subsanar los
efectos de aquellos que por “habilidad personal” acumulaban riquezas en
detrimento de otros integrantes de la comunidad, tal el caso de “el año de
gracia” que se celebraba cada siete años y luego el “Año jubilar” cada
cincuenta.
La forma
más utilizada para generar estos lazos que oprimen de manera paulatina y casi
imperceptible a las víctimas, es el préstamo usurario. Gregorio Iriarte en su
libro “La deuda externa es inmoral” habla sobre ella en pág. 156:
La usura: un vicio reprobado por la
tradición cristiana: Aristóteles (384-322 aC) afirma que
es contra la naturaleza el que el dinero produzca dinero, y a todo préstamo con
interés, por mínimo que éste fuese, lo considera como usura. En su obra
Política, dice lo siguiente: “Con tanta más razón se aborrecerá la usura,
porque en ella la ganancia se obtiene del mismo dinero y de aquello para lo
cual ‘éste se inventó, pues el dinero se hizo para el cambio y en la usura el
interés por sí mismo produce dinero’. El interés viene a ser dinero de dinero,
de suerte que de todas las clases de tráfico éste es el más antinatural”.
Otra de las
maneras en que penetra esta mentalidad en los seres humanos es convertir al
dinero en un ídolo, al que le caben todo tipo de esfuerzos, sacrificios y loas.
Así lo
manifiesta José Antonio Pagola en “Jesús y el dinero” (pág. 24-26):
“El ansia de acumular: Impulsado por la ideología
neoliberal, el Dinero se ha convertido en nuestro mundo globalizado en un ídolo
de inmenso poder que, para subsistir, exige cada vez más víctimas y deshumaniza
cada vez más a quienes le rinden culto. Ya Jesús llamaba ‘necio’ al rico de la
parábola que construye graneros cada vez más grandes para almacenar la cosecha,
pensando solo en su bienestar, cuando ni siquiera puede asegurar su salud y su
vida mortal. Así es de irracional la lógica que impone el capitalismo liberal:
empuja a los pueblos a acumular insaciablemente bienestar, pero lo hace, por
una parte, generando hambre, pobreza y muerte, y, por otra, deshumanizándonos
cada vez más a todos.
Este sistema nos ha hecho esclavos
del ansia de acumular. La historia se organiza, se mueve y dinamiza desde esta
lógica. Todo es poco para sentirnos satisfechos. Necesitamos más productividad,
más consumo, más bienestar, más petróleo, más tecnología, más poder sobre los
demás. Lo decía Jesús: ‘Guardaos de la codicia, aun en la abundancia, la vida
de uno no está asegurada por sus bienes’. Ahí está el peligro mortal. El deseo
insaciable de bienestar tiende a someterlo todo a su control. Su lógica es
imperialista.
Los grandes poderes financieros
siempre sienten necesidad de más y se creen con derecho a tenerlo. Se borran
del horizonte todos los demás derechos. Todo queda sometido a la producción de
más riqueza para los más poderosos”.
Hasta aquí
hemos esbozado algunas de las maneras pacíficas, por llamarlas de alguna forma,
de conseguir el objetivo de acopiar riquezas y poder de unos pocos para dominar
a la mayoría, pero existen otras formas no tan sutiles y que demuestran hasta
dónde puede llegar la avaricia del ser humano. Estas son las modalidades
violentas de sometimiento de quienes se resisten al avasallamiento sean
naciones, comunidades determinadas o simplemente personas que luchan o lideran
algún tipo de resistencia al opresor. De acuerdo al objetivo que planea el
interesado en obtener la conquista puede ser la invasión armada, generando un
conflicto bélico entre naciones con las tremendas consecuencias que este conlleva,
tanto en vidas humanas como en destrucción material. En caso de un mismo país
se recurre a la represión interna por medio de las fuerzas de seguridad que
reprimen a sus propios conciudadanos para doblegar cualquier intento de
oposición.
Esta
metodología tradicional e histórica desde hace ya muchos años se ve acompañada
y fortalecida por la intervención de los medios masivos de comunicación, que en
forma altamente elaborada va creando en quienes los consumen una colonización
cultural que permite la dominación de los poderosos prácticamente solicitada
por quienes serán sus dominados, que en muchos casos defienden con pasión a sus
propios verdugos.
En este
contexto, el papa Francisco en su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”
manifiesta:
“Mientras las ganancias de unos pocos
crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del
bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que
defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera.
De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar
por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual,
que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además,
la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su
economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade
una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido
dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este
sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios,
cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los
intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta”. (56)
¿Existe
alguna salida?
Por
supuesto que sí. A lo largo de su historia muchos pueblos y comunidades han
podido liberarse del yugo explotador del amo. Lo primero, a nuestro entender,
es tomar conciencia del estado de esclavitud que se vive, luego debemos ir
formando una organización que se puede ir generando sólo con la participación
de todos en la medida que se vaya avanzando en la tarea de enfrentar al
dominador: movilizaciones, huelgas, marchas y todo tipo de expresión que sirva
para visibilizar la situación en la sociedad, las redes sociales y los medios
alternativos pueden ayudar mucho en esta tarea.
Podemos
comenzar ya: desconecte “Cadena 3”, TN y todos los medios de des-información
masivos y cuando nuestras neuronas empiecen a purificarse, pensemos, razonemos
y pongamos manos a la obra.
Un mundo
mejor es posible, sólo entre todos lo podemos construir.
Nicolás Salcito
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