viernes, 8 de diciembre de 2017

EDITORIAL NOVIEMBRE

“Hay una sola clase de hombres: los que acumulan riquezas sobre el esfuerzo de otros"
La frase del epígrafe si bien no es la cita de ningún erudito que la plasmara para el devenir histórico, considero es un buen resumen de lo que significa para la humanidad el pensamiento de quienes sostienen el proyecto socio-económico de las políticas neo-liberales. Tampoco significa que lo piensen solo los que integran la clase dominante identificada con los poseedores de riqueza y poder en el mundo, sino que lamentablemente también lo hacen muchísimos de quienes forman parte del enorme ejército de explotados en un arco que abarca desde los más indigentes hasta los autoproclamados “clase media alta”. Expresiones como “nos dan una mano y después exigimos el brazo entero”, esto en referencia a distintas conquistas sociales que se fueron logrando en el transcurso del tiempo y que favorecían precisamente a los dominados por el sistema corroboran lo que decimos.
También es cierto que el ser humano durante su convivencia en el planeta nos fue, y sigue haciéndolo, reflejando que esta situación de desigualdad ha sido una constante en las relaciones entre los integrantes de la sociedad. Sabemos de la persistente lucha de trabajadores y trabajadoras, de mujeres, de razas, en fin, de todos los oprimidos por el sistema que realizaron y siguen realizando para liberarse del pesado yugo de la esclavitud, aunque ésta no sea reconocida por muchos de los propios afectados.

En varias oportunidades nos hemos referido a la experiencia del pueblo hebreo durante su peregrinar por el desierto que obligó a su líder Moisés a aplicar leyes para subsanar los efectos de aquellos que por “habilidad personal” acumulaban riquezas en detrimento de otros integrantes de la comunidad, tal el caso de “el año de gracia” que se celebraba cada siete años y luego el “Año jubilar” cada cincuenta.
La forma más utilizada para generar estos lazos que oprimen de manera paulatina y casi imperceptible a las víctimas, es el préstamo usurario. Gregorio Iriarte en su libro “La deuda externa es inmoral” habla sobre ella en pág. 156:
La usura: un vicio reprobado por la tradición cristiana: Aristóteles (384-322 aC) afirma que es contra la naturaleza el que el dinero produzca dinero, y a todo préstamo con interés, por mínimo que éste fuese, lo considera como usura. En su obra Política, dice lo siguiente: “Con tanta más razón se aborrecerá la usura, porque en ella la ganancia se obtiene del mismo dinero y de aquello para lo cual ‘éste se inventó, pues el dinero se hizo para el cambio y en la usura el interés por sí mismo produce dinero’. El interés viene a ser dinero de dinero, de suerte que de todas las clases de tráfico éste es el más antinatural”.   
Otra de las maneras en que penetra esta mentalidad en los seres humanos es convertir al dinero en un ídolo, al que le caben todo tipo de esfuerzos, sacrificios y loas.
Así lo manifiesta José Antonio Pagola en “Jesús y el dinero” (pág. 24-26):
“El ansia de acumular: Impulsado por la ideología neoliberal, el Dinero se ha convertido en nuestro mundo globalizado en un ídolo de inmenso poder que, para subsistir, exige cada vez más víctimas y deshumaniza cada vez más a quienes le rinden culto. Ya Jesús llamaba ‘necio’ al rico de la parábola que construye graneros cada vez más grandes para almacenar la cosecha, pensando solo en su bienestar, cuando ni siquiera puede asegurar su salud y su vida mortal. Así es de irracional la lógica que impone el capitalismo liberal: empuja a los pueblos a acumular insaciablemente bienestar, pero lo hace, por una parte, generando hambre, pobreza y muerte, y, por otra, deshumanizándonos cada vez más a todos.
Este sistema nos ha hecho esclavos del ansia de acumular. La historia se organiza, se mueve y dinamiza desde esta lógica. Todo es poco para sentirnos satisfechos. Necesitamos más productividad, más consumo, más bienestar, más petróleo, más tecnología, más poder sobre los demás. Lo decía Jesús: ‘Guardaos de la codicia, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes’. Ahí está el peligro mortal. El deseo insaciable de bienestar tiende a someterlo todo a su control. Su lógica es imperialista.
Los grandes poderes financieros siempre sienten necesidad de más y se creen con derecho a tenerlo. Se borran del horizonte todos los demás derechos. Todo queda sometido a la producción de más riqueza para los más poderosos”.
Hasta aquí hemos esbozado algunas de las maneras pacíficas, por llamarlas de alguna forma, de conseguir el objetivo de acopiar riquezas y poder de unos pocos para dominar a la mayoría, pero existen otras formas no tan sutiles y que demuestran hasta dónde puede llegar la avaricia del ser humano. Estas son las modalidades violentas de sometimiento de quienes se resisten al avasallamiento sean naciones, comunidades determinadas o simplemente personas que luchan o lideran algún tipo de resistencia al opresor. De acuerdo al objetivo que planea el interesado en obtener la conquista puede ser la invasión armada, generando un conflicto bélico entre naciones con las tremendas consecuencias que este conlleva, tanto en vidas humanas como en destrucción material. En caso de un mismo país se recurre a la represión interna por medio de las fuerzas de seguridad que reprimen a sus propios conciudadanos para doblegar cualquier intento de oposición.
Esta metodología tradicional e histórica desde hace ya muchos años se ve acompañada y fortalecida por la intervención de los medios masivos de comunicación, que en forma altamente elaborada va creando en quienes los consumen una colonización cultural que permite la dominación de los poderosos prácticamente solicitada por quienes serán sus dominados, que en muchos casos defienden con pasión a sus propios verdugos.
En este contexto, el papa Francisco en su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” manifiesta:
“Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta”. (56)
¿Existe alguna salida?
Por supuesto que sí. A lo largo de su historia muchos pueblos y comunidades han podido liberarse del yugo explotador del amo. Lo primero, a nuestro entender, es tomar conciencia del estado de esclavitud que se vive, luego debemos ir formando una organización que se puede ir generando sólo con la participación de todos en la medida que se vaya avanzando en la tarea de enfrentar al dominador: movilizaciones, huelgas, marchas y todo tipo de expresión que sirva para visibilizar la situación en la sociedad, las redes sociales y los medios alternativos pueden ayudar mucho en esta tarea.
Podemos comenzar ya: desconecte “Cadena 3”, TN y todos los medios de des-información masivos y cuando nuestras neuronas empiecen a purificarse, pensemos, razonemos y pongamos manos a la obra.
Un mundo mejor es posible, sólo entre todos lo podemos construir.
Nicolás Salcito

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