La idiotización de la sociedad como estrategia
de dominación
AUTOR: FERNANDO NAVARRO
La gente está imbuida hasta tal extremo
en el sistema establecido, que es incapaz de concebir alternativas a los
criterios impuestos por el poder.
Para conseguirlo, el poder se vale del
entretenimiento vacío, con el objetivo de abotagar nuestra sensibilidad social,
y acostumbrarnos a ver la vulgaridad y la estupidez como las cosas más normales
del mundo, incapacitándonos para poder alcanzar una conciencia crítica de la
realidad.
En el entretenimiento vacío, el
comportamiento zafio e irrespetuoso se considera valor positivo, como vemos
constantemente en la televisión, en los programas basura llamados “del
corazón”, y en las tertulias espectáculo en las que el griterío y la falta de
respeto es la norma, siendo el fútbol espectáculo la forma más completa y
eficaz que tiene el sistema establecido para aborregar a la sociedad.
En esta subcultura del entretenimiento
vacío, lo que se promueve es un sistema basado en los valores del
individualismo posesivo, en el que la solidaridad y el apoyo mutuo se
consideran como algo ingenuo. En el entretenimiento vacío todo está pensado
para que el individuo soporte estoicamente el sistema establecido sin
rechistar. La historia no existe, el futuro no existe; sólo el presente y la
satisfacción inmediata que procura el entretenimiento vacío. Por eso no es
extraño que proliferen los libros de autoayuda, auténtica bazofia psicológica,
o misticismo a lo Coelho, o infinitas variantes del clásico “cómo hacerse
millonario sin esfuerzo”.
En última instancia, de lo que se trata
en el entretenimiento vacío es de convencernos de que nada puede hacerse: de
que el mundo es tal como es y es imposible cambiarlo, y que el capitalismo y el
poder opresor del Estado son tan naturales y necesarios como la propia fuerza
de gravedad. Por eso es corriente escuchar: “es algo muy triste, es cierto,
pero siempre ha habido pobres oprimidos y ricos opresores y siempre los habrá.
No hay nada que pueda hacerse”.
El entretenimiento vacío ha conseguido
la proeza extraordinaria de hacer que los valores del capitalismo sean también
los valores de los que se ven esclavizados por él. Esto no es algo reciente, La
Boétie, en aquel lejano siglo XVI, lo vio claramente, expresando su estupor en
su pequeño tratado sobre la servidumbre voluntaria, en el que constata que
la mayor parte de los tiranos perdura únicamente debido a la aquiescencia de
los propios tiranizados.
El sistema establecido es muy sutil,
con sus estupideces forja nuestras estructuras mentales, Y para ello se vale
del púlpito que todos tenemos en nuestras casas: la televisión. En ella no hay
nada que sea inocente, en cada programa, en cada película, en cada noticia,
siempre rezuma los valores del sistema establecido, y sin darnos cuenta,
creyendo que la verdadera vida es así, nos introducen sus valores en nuestras
mentes.
El entretenimiento vacío existe para
ocultar la evidente relación entre el sistema económico capitalista y las
catástrofes que asolan el mundo. Por esto es necesario que exista el
espectáculo vacuo: para que mientras el individuo se autodegrada revolcándose
en la basura que le suministra el poder por la televisión, no vea lo obvio, no
proteste y continúe permitiendo que los ricos y poderosos aumenten su poder y
riqueza, mientras las oprimidos del mundo siguen padeciendo y muriendo en medio
de existencias miserables.
Si seguimos permitiendo que el
entretenimiento vacío continúe modelando nuestras conciencias, y por lo tanto
el mundo a su antojo, terminará destruyéndonos. Porque su objetivo no es otro
que el de crear una sociedad de hombres y mujeres que abandonen los ideales y
aspiraciones que les hacen rebeldes, para conformarse con la satisfacción de
unas necesidades inducidas por los intereses de las élites dominantes. Así los
seres humanos quedan despojados de toda personalidad, convertidos en animales
vegetativos, siendo desactivada por completo la vieja idea de luchar contra la
opresión, atomizados en un enjambre de egoístas desenfrenados, quedando las
personas solas y desvinculadas entre ellas más que nunca, absortas en la
exaltación de sí mismas.
Así, de esta manera, a los individuos
ya no les queda más energía, para cambiar las estructuras opresoras (que además
no son percibidas como tales), ya no les queda fuerza ni cohesión social para
luchar por un mundo nuevo.
No obstante, si queremos revertir tal
situación de enajenamiento a que estamos sometidos, solo queda como siempre la
lucha, solo nos queda contraponer otros valores diametralmente opuestos a los
del espectáculo vacuo, para que surja una nueva sociedad. Una sociedad en que
la vida dominada por el absurdo del entretenimiento vacío sea tan solo un
recuerdo de los tiempos estúpidos en que los seres humanos permitieron que sus
vidas fueran manipuladas de manera tan obscena.
FUENTE: LA HAINE
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