EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO DE MAYO
Escuchando hace pocos días atrás a
quien dirige los destinos de nuestra Patria decir que hay que volver a la
cultura del trabajo, refiriéndose a que habría que trabajar los sábados y los
domingos, aunque sea en forma voluntaria y como el primer día de este mes de
mayo se celebra el Día del Trabajador, consideré conveniente analizar qué es
realmente la Cultura del Trabajo. Por supuesto es una definición equívoca ya
que no es lo mismo para algunos que para otros. En el caso del presidente,
quien es representante de la clase dominante (empresarial y financiera), tiene
un sentido y para los que integramos la clase trabajadora significa otra cosa
totalmente diferente.
Esto no es nuevo en nuestro país sino
que viene desde la profundidad misma de nuestra conformación como Nación con el
“pensamiento dicotómico” con que nos hemos ido organizando. “Civilización y
barbarie” inaugura una política de desconocimiento del “bárbaro” distanciándolo
como “otro”, y mediante una colonización pedagógica hace aparición la opción
por lo que se considera “civilizado”.
Entrando en tema, allá por el año
1760 aparecía la máquina a vapor, también se inicia una nueva forma en la
relación entre las fuerzas del trabajo, por un lado el capitalista y por el
otro los trabajadores, fue lo que se llamó la Revolución Industrial. Este
invento le permitió a un número no muy grande de personas acumular capital y
fundar fábricas que necesitaban indudablemente personas que manejen las
máquinas. En un principio, y por muchos años, esta relación fue de opresión
para los que necesitaban ganar el sustento a cambio de su esfuerzo personal.
Jornadas de “sol a sombra”, trabajo de mujeres y niños sin ningún tipo de
seguridad física ni social. Lo más grave con salarios miserables los obreros y
obreras eran como esclavos al servicio del empleador.
Con el correr de los años los
trabajadores fueron organizándose y surgieron los sindicatos, donde el mayor
valor era la solidaridad. Debido a esa unidad que se fue creando alrededor de
los gremios comenzaron también a obtenerse ciertos logros para aplacar las
ansias insaciables de ganancias de los capitalistas con una injusta y enorme
inequidad en la distribución de los beneficios. A fines del siglo XIX crece la
conciencia de la gravedad de la cuestión social. La explotación de los
trabajadores propia del sistema laboral del capitalismo de entonces y la
ideologización de sus reivindicaciones realizada por el socialismo constituyen
el escenario de la cuestión social, y allí también hay una intervención de la
Iglesia a la que intenta dar respuesta el documento de León XIII, Rerum Novarum
(15/05/1891), siendo el primer paso de lo que luego se denominará Doctrina
Social de la Iglesia.
Mucha agua ha corrido debajo el
puente y vimos como el sistema reprimió a todo aquel que luchaba por obtener
derechos frente a las patronales. Así tenemos que en 1886 se produce una huelga
general en Chicago reivindicando la jornada laboral de ocho horas. Fueron
ajusticiados cinco de sus protagonistas y tres recluidos.
En la ciudad de Nueva York el 25 de
marzo de 1911 debido a un incendio provocado por la patronal, que además trabó
las puertas de salida, murieron carbonizadas 146 mujeres costureras que
reclamaban mejores condiciones de trabajo, salarios y horario de 8 horas, esta
masacre fue un día sábado.
Creo que con estos dos ejemplos
históricos se puede resumir la larga y permanente lucha de la clase trabajadora
en busca de tener una vida digna, que no sea solamente trabajar para engrosar los
bolsillos del empresario.
Ante la unidad de los trabajadores
por medio de las asociaciones sindicales, los empresarios no se quedaron
quietos y trataron por todos los medios de debilitar el poder que iban
adquiriendo los sindicatos. La célebre frase de “divide y reinarás” es aplicada
sistemáticamente por los poderosos, así provocan situaciones de corrupción
entre los mismos trabajadores, presionan a sus empleados para que no adhieran
al gremio y todo tipo de actitudes tendientes a debilitar la fuerza gremial con
que se cuenta para enfrentar a los que tienen en sus manos el poder económico.
En la época de dictaduras militares
hemos visto que lo primero que hace el poder es intervenir los sindicatos,
echar a delegados o activistas gremiales, detenerlos e incluso asesinarlos, tal
es el grado de odio de clase que experimentan los que acumularon fortunas a
costa del esfuerzo ajeno. La generación del miedo es el arma predilecta y de
mayor efectividad que poseen estos señores para dominar política, gremial y
socialmente a la población.
No podemos dejar de lado la
penetración sicológica y cultural que introducen en los cerebros de la
ciudadanía las políticas mediáticas cuyo mayor resultado lo podemos visualizar
no sólo con el acatamiento sino con la defensa que hacen muchos trabajadores de
sus propios explotadores. Es muy común oír de boca de algunas personas frases
como: “no trabaja el que no quiere”, “cada vez hay más feriados que fomentan la
vagancia”, y otras por el estilo, lo que demuestra la efectividad de los
métodos utilizados por el dominador. Lamentablemente muchos caen en la obsesiva
pasión por estar ocupado que llegan a sufrir de una “adicción al trabajo”, que
es una patología alienante que va carcomiendo al ser humano hasta convertirlo
en un ente individualista, hostil y cómplice de la explotación de sus
compañeros y compañeras.
En estos tiempos estamos sufriendo
despidos de trabajadores, una flexibilización laboral encubierta generada por
el temor a perder el empleo, los proyectos de ley sobre reforma laboral que
están en carpeta del gobierno que nos llevan a poder afirmar sin temor a
equivocarnos, que estamos volviendo a aquellos momentos iniciales de la
Revolución Industrial, donde la explotación del hombre por el hombre llegaba al
máximo de esplendor, por supuesto de los capitalistas dueños del poder y del
dinero.
Queridos amigos y amigas, estas
fueron algunas consideraciones de cómo podemos entender la “Cultura del
Trabajo”, cada uno de nosotros reflexionemos sobre el tema y consideremos si
los trabajadores tenemos o no derecho a una vida digna, que el esfuerzo que
dedicamos a aumentar el capital del empresario debe servir para que con una
jornada limitada de trabajo y bien retribuida nos deje tiempo para nuestras
necesidades personales, tanto en recreación, en cultivarnos, en divertirnos, en
fin a disfrutar de la vida.
Hasta el mes que viene.
Nicolás Salcito
No hay comentarios:
Publicar un comentario