LO MÁS BUENO Y LO MÁS MISERABLE
En momentos muy críticos por los que atraviesa una sociedad, sean estos provocado por catástrofes naturales (terremotos, sunamis, etc.), iniciadas por el ser humano (guerras, deforestaciones masivas, fumigaciones tóxicas, etc.) o aquellas a las que no le podemos atribuir un origen muy seguro, como es el caso de la pandemia del Covid19 que hoy nos afecta, ante el posible peligro que nos acecha, en cada integrante de la comunidad afloran sentimientos que nos llevan a actuar con lo mejor de nuestros valores, pero también lo hacen esas fuerzas que llevamos dentro, muchas veces desconocidas, que nos inducen a tomar acciones de lo más miserables. En el primer caso aparece la necesidad de salvarnos todos juntos, allí vemos la solidaridad, el pensar en un mundo mejor, en soñar con un país mejor; en el segundo observamos que quienes todos los días comparten los espacios comunes, el trabajo, la calle, los comercios sacan a la superficie sus valores más oscuros, egoístas, con una hipocresía profunda y se pliegan al “sálvense quien pueda”. Entre estas actitudes están el odio al pobre, tratarlos de vagos cuando realmente están en un estado de vulnerabilidad, el desprecio absoluto frente a la desocupación que sufren muchos semejantes, que lleva al hambre, la enfermedad y hasta la muerte.
Se visibiliza entonces la famosa
“grieta”, esa que expresa el enorme abismo existente entre nuestras diferentes
escalas de valores para evaluar una situación crítica y determinarnos a
colaborar a la solución o a fugarnos y abandonar a su suerte a los demás. Y
donde más podemos apreciarla es con la injusta distribución de la riqueza y
podemos decir junto con Mempo Giardinelli que: “El grado de concentración de la riqueza es, además de
obsceno, agobiante. Y en la Argentina es ya insostenible”.
Algunos botones de muestra: el economista Horacio Rovelli acaba de calcular que “si el 70 por ciento de los titulares de los 400.000 millones de dólares de activos argentinos en el exterior pagaran el impuesto a los bienes personales, el Estado dispondría de más de 5.000 millones de dólares anuales para enfrentar la emergencia”. En nuestro país 28 empresas extranjeras concentran el 80% de la canasta de alimentos y artículos de limpieza, lo que permite la fijación a su arbitrio de los precios de sus productos. La Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) encontró 2.600 millones de dólares en 950 cuentas radicadas fuera del país. Se trata de cuentas que no han sido declaradas ante el fisco nacional y cada una posee como mínimo un millón de dólares. Durante el gobierno anterior, la AFIP había desestimado investigar estas situaciones.
Algunos botones de muestra: el economista Horacio Rovelli acaba de calcular que “si el 70 por ciento de los titulares de los 400.000 millones de dólares de activos argentinos en el exterior pagaran el impuesto a los bienes personales, el Estado dispondría de más de 5.000 millones de dólares anuales para enfrentar la emergencia”. En nuestro país 28 empresas extranjeras concentran el 80% de la canasta de alimentos y artículos de limpieza, lo que permite la fijación a su arbitrio de los precios de sus productos. La Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) encontró 2.600 millones de dólares en 950 cuentas radicadas fuera del país. Se trata de cuentas que no han sido declaradas ante el fisco nacional y cada una posee como mínimo un millón de dólares. Durante el gobierno anterior, la AFIP había desestimado investigar estas situaciones.
Lo mejor que llevamos dentro
Si bien por lo general lo que se
difunde por los distintos medios, no sólo de comunicación masiva sino también
en las redes sociales, son los casos que conductas de personas, grupos,
empresas, etc. que no se comportan solidariamente con los demás, los más
comunes son de quienes ponen a disposición de la comunidad toda la solidaridad,
el esfuerzo y en la mayoría de los casos de forma anónima. Así tenemos
numerosos voluntarios que se incorporaron a colaborar con los equipos de salud,
otros que lo hacen acompañando a las personas mayores o con dificultades,
haciéndoles las compras y los trámites, quienes organizan bancos de alimentos
para ayudar a familias que por la imposibilidad de ejercer su trabajo se ven en
situación de vulnerabilidad, así muchas más.
También podemos citar el caso de
entidades deportivas y religiosas que ofrecieron espacios para acoger a los compatriotas
en situación de calle o preparar camas para contagiados leves, de este modo
ayudan a liberar plazas en hospitales para quienes requieran una mayor
atención.
Se podría enumerar muchas más que
realizan trabajadores que cumplen con servicios indispensables como la
recolección de residuos, los empleados de comercios habilitados para estar
abiertos al público, como supermercados, farmacias y otros.
Los pilotos y personal de a bordo de
los aviones que están repatriando personas o que buscan insumos para asistir a
la salud, etc.
Lo más miserable que también tenemos
Una de las actitudes que incluimos en
esta categoría es la que tomaron vecinos de edificios de departamentos y
también en algunos barrios, agrediendo a integrantes del servicio de salud no
permitiéndoles el ingreso a su vivienda, inclusive se conocieron casos de
violencia física contra los mismos.
Pero lo más nefasto es cuando sale a la
superficie el odio a alguien o grupo y lo discriminamos con xenofobia y
racismo. De esto mencionaremos un solo caso testigo que involucra a todos los
que piensan en forma similar dejando de lado la referencia política, ya que
puede ser aplicado a cualquier grupo humano por raza, religión u otras
características: En un audio reproducido en una radio local Julio Carballo (ver
foto) manifestó entre otros conceptos: “…Entonces que se yo, no sé, no sé… Yo
lo único que espero que esta pandemia haga una limpieza étnica que todos nos merecemos.
Yo por mí que se quede la matanza (por coronavirus) y le haga honor al nombre
con 5 o 6 millones de negros menos, de peronistas menos, de planes menos, capaz
que este país arranca”.
Porque roba el asaltante, pero también roba el comerciante
Nunca tuvo esta estrofa de la “Marcha
de la bronca” que Pedro y Pablo lanzaron en los ’70, más vigencia que en estos
días, la remarcación de precios en especial de alimentos se ha convertido en
una constante en el llamado “mercado”, costumbre que viene de mucho antes de la
pandemia pero que se agudizó en estos momentos que estamos viviendo. Esto es
simplemente OPORTUNISMO (aprovecharse ante la necesidad del otro).
El que tiene un comercio sea grande o
pequeño puede escudarse en que el proveedor le trajo la mercadería con el
aumento, muchas veces ocultando bajo ello al incremento que le puso él o ella.
Un párrafo aparte merece el caso de los que prestan servicios como Rapi-Pago,
Pago Fácil y similares, por los que quien cobra percibe ya un porcentaje de los
ingresos que le brinda la empresa y aun así los “avivados” le recargan al cliente
un plus por boleta que abona. ¿En concepto de qué?, nadie sabe. Ya la autoridad
de control ha clausurado varios de estos sitios, esperemos que puedan
controlarlos a todos porque esta actitud demuestra la más repugnante miseria de
los valores de estos y estas personas.
Amigos,
amigas, cuidémonos entre todos y todas, porque nadie se salva solo.
Nicolás Salcito
Ver la publicación completa en: www.haciendocamino.com.ar/hc-156.pdf
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