viernes, 21 de septiembre de 2012

HUMILDAD



Por Rafael Calvo
info@feadulta.com
Acción de gracias

Es por completo justo que te agradezcamos, Padre Dios,
el ser y la vida que nos has dado
y toda la creación que nos acompaña.
Queremos, Señor, que la acción de gracias
esté continuamente en nuestros labios.
Pero sabemos que no eres Dios
que se complazca con sacrificios y sufrimientos,
que lo único que quieres
es que nos llevemos bien, como hermanos,
que nos respetemos y nos queramos
y cuidemos unos de otros.
No podemos permitirnos por más tiempo
que haya tanta hambre en el mundo,
que no es ningún misterio el mal que nos asola,
que no es culpa tuya sino sólo nuestra,
fruto directo de nuestros egoísmos y nuestra pasividad.
Pero gracias, Padre, por darnos la oportunidad cada día
de intentar ser más humanos
y tratar de vivir la hermandad universal.
Agradecidos, cantamos en tu honor este himno de gloria.


Memorial de la Cena del Señor

Gracias, Padre, por darnos a Jesús,
no tenemos mejores palabras
para agradecerte su paso por la historia.
Gracias, Padre, gracias. Jesús lo es todo para nosotros.
Jesús es nuestro guía,
nos descubre la forma de andar por este mundo.
Sólo miraba el corazón de las personas
y nunca tuvo en cuenta su etiqueta social o religiosa.
Nos enseñó a diario que para él
no había personas de mayor o menor categoría,
que todos somos iguales ante Dios
y nadie puede ser excluido de la sociedad.
Nos ha insistido una y otra vez
en que no podemos olvidarnos de esos hermanos
que primero hemos empobrecido
y después hemos apartado y marginado.

Invocación al Espíritu de Dios

Recordando toda la vida de Jesús,
cómo soportó con entereza la muerte en cruz
y cómo lo acogiste finalmente en tus brazos como hijo,
te pedimos, Padre santo, que nos envíes tu Espíritu
para que los que formamos esta comunidad aquí reunida
sepamos poner nuestro pequeño grano de arena
en la construcción de tu Reino.
Contando con tu fuerza,
nos proponemos seguir los pasos de Jesús
y colaborar en la medida que nos sea posible
en la gran tarea de hacer un mundo más humano y justo.
Destierra de nuestra vida, Padre Dios,
la soberbia, la envidia, la ira y toda maldad,
y ayúdanos a ser buenos y comprensivos con todos.
Nadie, en nuestra comunidad,
ha de sentirse marginado o de inferior categoría.
Queremos que sean felices los que nos rodean
y también los que, aun lejos de nosotros, nos necesitan.
A ti la gloria, por Jesús, el Cristo, nuestro Señor.
AMÉN

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