viernes, 21 de septiembre de 2012

Un mal olor sale de las ollas de los caceroleros y caceroleras



El jueves 13 de septiembre se realizó en forma simultánea un
cacerolazo de claro sentido antigubernamental. Todavía resuena la
polémica por esa manifestación política.
EMILIO MARIN

Las manifestaciones del jueves pasado de una parte de la población en
contra de Cristina Fernández de Kirchner han tejado muchísima tela
para cortar. Hasta las voces más objetivas del gobierno han admitido
que no aquéllas fueron protagonizadas por un pequeño sector,
numéricamente hablando. Lo cuantitativo debe ser tenido en cuenta. Fue
un cacerolazo, en rigor varios, con bastante asistencia.
Por supuesto que en política el número importa, pero nunca puede ser
el elemento decisivo y menos indicar de por sí un certificado de
calidad o de la razón de sus demandas. Es un factor que sirve para
medir la extensión de un fenómeno. Y en concreto, los hechos del
jueves 13 tuvieron envergadura, esto al margen de la forma interesada
como los agrandaron los medios de comunicación monopólicos, enemigos
del gobierno, y la oposición conservadora, especialmente el PRO de
Mauricio Macri.

Como es fácilmente deducible, esos apologistas de estas cacerolas (no
así de las que sonaron en diciembre de 2001), aspiran a servirse
políticamente del movimiento, por ahora inorgánico, con un sentido
electoral para 2013 y 2015.

Precisos y veraces.
Los defensores del oficialismo no pueden descalificar la demostración
crítica vista en plazas de varias ciudades, comenzando por la Plaza de
Mayo. Teóricos del capitalismo "fifty-fifty", tendrían que
interrogarse por qué una buena parte de los defensores de ese sistema,
no digamos la mitad, tienen tal posición antagónica con el gobierno.
Se pintan la cara para la guerra pese a que la presidenta les recordó,
en el aniversario de la Bolsa de Comercio, que con su gobierno habían
ganado muchísimo más dinero que con gobiernos anteriores.
Reconocer la importancia del cacerolazo no significa embellecerlo de
"espontáneo" y supuestamente convocado sólo o principalmente desde las
"redes sociales", tal como perjuró Joaquín Morales Solá en su columna
en "Gaceta Ganadera".
Hay que ser precisos y veraces. Una cosa fue la incubación de la
movilización, que transitó por esos carriles. Ya el jueves, la
cobertura en vivo y en directo por Canal 13 y Todo Negativo, más el
resto de las cadenas del grupo Clarín y afines, potenció y ayudó a que
más y más gente indecisa se sumara a los actos. ¿Espontaneidad en una
movilización simultánea en decenas de plazas y ciudades, con
coincidencia de horarios y reclamos? Más bien podría hablarse de un
resultado de una siembra generosa y hecha durante un tiempo prolongado
de consignas políticas nacidas de campamentos políticos opositores, y
sobre todo mediáticos, que tuvo ensayos y errores previos.
Hay que recordar que el 7 de junio fue el cacerolazo anterior, que
también llegó a Plaza de Mayo, aunque con menos concurrencia, motivado
sobre todo por los controles a la compra de dólares. Fueron tres meses
de preparación, de maceramiento, de machaconear. Si eso fue algo
espontáneo, este cronista es Napoleón.

Tiren contra Cristina.
El sentido general de los actos fue en contra la presidenta y en ese
aspecto la tapa de Noticias fue la fruta podrida del postre. Los
defensores del cacerolazo hicieron hincapié en la supuesta
"diversidad" o "heterogeneidad" de los participantes. Esa
caracterización parece errónea. Por supuesto, en todos los actos o
manifestaciones políticas hay diferentes sectores y capas sociales,
varios motivos que les interesan, etc.
Pero no se debería ser ecléctico. El jueves 13, desde Plaza de Mayo
hasta ciudades del interior, el común denominador fue la crítica
despiadada a la jefa de Estado. "Soberbia" es lo más suave que le
dijeron; otros directamente la acusaron de ser una corrupta, ladrona y
dictadora. Más opinable, políticamente hablando, fue el tema de la
posible reforma constitucional, pues había pancartas repudiándola.
Sería bueno saber si todos estos fervientes demócratas defendieron
tanto la Constitución cuando Videla y Martínez de Hoz le pusieron
encima la pata del Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional.
Sin embargo, no debería centrarse la crítica en esos manifestantes
exaltados, potenciales o reales votantes de Macri. Sus insultos y
pancartas son cuestionables, pero mucho más lo son las opiniones
vertidas en los medios por los comunicadores que prepararon el terreno
para el acontecimiento y, una vez producido, lo pusieron por las nubes
con esos mismos o peores argumentos.

"Dictadura".
El sábado 15 de septiembre, el editorial de "La Nación" sostuvo:
"Quienes se manifestaron lo hicieron desde el sentimiento de agobio en
el que los sume el actual gobierno, que se vale del autoritarismo para
ejercer su poder, que no repara en dañar a las instituciones para su
propio beneficio; en ocultar pruebas, presionar a jueces y acallar
periodistas".
Acusar de este modo y desde un diario al gobierno nacional votado
masivamente en octubre de 2011, de ser "una dictadura", es bastante
más grave que el insulto de un joven de clase media quejándose de que
los controles del dólar no lo dejan ir todos los años a Punta del Este
o a Miami. Esta última crítica también es inconsistente, pues las
estadísticas informaron que el número de viajeros y el gasto de éstos
en el exterior fue superior al del año pasado, cotejando el primer
semestre.
El sentido político del cacerolazo fue muy erróneo, porque confundió
democracia con dictadura. Y porque criticó a aquélla por sus virtudes
más que por sus defectos, pues le reprochó la Asignación Universal por
Hijo, la ley de servicios de comunicación audiovisual, la pesificación
de contratos, los juicios por derechos humanos, etc. Como era obvio,
en Plaza de Mayo no iba a haber carteles que vivaran la
nacionalización de YPF, ni otros que criticaran los manejos
monopólicos de Clarín ni que alentaran la unidad latinoamericana. No.
"No queremos ser otra Venezuela ni Cuba", rezaban algunas pancartas.
Hasta Beatriz Sarlo, cuestionó algunos de esos aspectos: "las críticas
kirchneristas a la movilización se apoyan en datos y citan consignas
indiscutiblemente escritas en las páginas de Facebook que
propagandizaban la convocatoria. Allí se ha usado el lenguaje del odio
contra los planes sociales y la asignación universal ('planes
descansar' y 'asignación para coger', entre otras frases)".

Revisar y corregir.
La reacción del gobierno ante los sucesos mezclaron rechazo, lo que
resultó lógico, con cierta despreocupación por lo podría haber estado
haciendo mal o regular y que pudiera haber incidido en el rechazo de
una parte de esta gente. Cuando la presidenta dijo desde San Juan que
no se dejaría atemorizar y su jefe de Gabinete declaró que seguirían
gobernando, preocupados por gestionar y por hacer, estaban diciendo lo
correcto.
Pero también deberían interrogarse sobre posibles fallas de la
política oficial que hubieran engrosado las plazas críticas. ¿O no hay
errores de ese tipo?
Sí que los hay, pero muy pocos fueron meneados en el cacerolazo o
fueron mencionados a la pasada. Por ejemplo, es evidente que el Indec
no mide la inflación real, del 20-25 por ciento anual, que casi
triplica su medición. Que ese ninguneo quiera achatar la actualización
de los bonos de la deuda con el índice CER, de ninguna manera
justifica ni explica lo que periodistas como Horacio Verbitsky han
llamado "vandalización" del Instituto.
El gobierno achata los índices de inflación porque le resulta más
fácil que pelearse con los 200 monopolios formadores de precios. Y
además de errónea, esa conducta de CFK la coloca ante una parte de la
opinión pública como si fuera la responsable de esa carestía de la
vida, que no es.

No todas son iguales.
Está muy bien que se deba ahorrar en moneda nacional y controlar el
mercado de divisas, pero los manejos de la AFIP para que los viajeros
al exterior puedan adquirir dólares no fueron los más afortunados. No
se puede meter en la misma bolsa a esos sectores de clase media y
pequeños ahorristas con los banqueros top, especialistas en girar
miles de millones de dólares a los paraísos fiscales.
Hay en esos puntos de vista gubernamentales una subestimación por
aumentar su base de representación social, como si el 54 por ciento
fuera suficiente y durara toda la vida. Esas políticas equivocadas
alejan a parte de la clase media son parientes de las que declararon
la guerra a Hugo Moyano y la CGT. Exagerando, podría decirse que hay
un trasfondo soberbio en el Ejecutivo, que parece pegarse un tiro en
el pie, por ahora de un calibre liviano.
La designación de Martín Sabbatella, de la centroizquierda (EDE-Nuevo
Encuentro), como nuevo titular de la AFSCA a cargo de la aplicación de
la ley de medios, puede ser una medida positiva. Acercaría aliados en
vez de alejarlos. Justamente, el 7 de diciembre próximo el pulpo de
Héctor Magnetto deberá adecuarse al artículo 161 de esa norma y todo
indica que se vienen confrontaciones muy agudas en defensa de la
democracia. Y conviene ser más y no menos.
Las ollas del jueves tenían mal olor, pero no todo su contenido está
podrido o en mal estado.


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Sergio Ortiz
face: Sergio Ortiz
twitter: sergioortizpl

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