Por Nicolás Alessio, teólogo, 2012
Tener tino suele ser motivo de
orgullo. Significa ser razonable y, como se suele decir, es lo
“políticamente correcto”. El desatino no tiene buena prensa. Causa
problemas, sale de las normas, desordena y provoca. La Navidad no fue
“políticamente correcta”.
Los textos proféticos hablan de
la luz en las tinieblas. ¿Hay algo más desatinado que pensar una “luz” en lo
absolutamente cotidiano del nacimiento de un niño en condiciones de
precariedad? ¿Quién podría seriamente pensar en algo nuevo relevante a partir
de aquel pesebre? Son los fulgores del Palacio Romano los que iluminan.
El imperio romano de Cesar
Augusto estaba en una etapa de ordenamiento fiscal. Por esa razón obliga a sus
súbditos al censo y por lo tanto a un nuevo empadronamiento. El dictamen
de los imperios es siempre atinado. María y José fueron obligados a
ponerse en marcha a pesar de lo avanzado de su embarazo.
La Navidad es la contracara de
la cordura imperial. Fue un hecho absolutamente desproporcionado. Los
escuadrones militares enfrentados por un pequeño amamantado. La desmesura de
los atrevidos.
El desatino, en este caso, es
buena noticia para las víctimas. Es su única alternativa. Es una perspectiva no
prevista por los emperadores. Por eso la Navidad no es para los acomodados a la
lógica del poder imperialista. Por eso la Navidad es para los desobedientes, es
un desatino capaz de mover la historia de los injusticiados en otra dirección.
No solo los depredadores hacen historia. También los insubordinados.
La Iglesia ha banalizado la
Navidad, reduciéndola a un acontecimiento, cuanto más, de moral individual,
familiar. Le ha quitado su perspectiva más significativa: el anuncio de lo
absurdo, de lo desproporcionado: los empobrecidos reciben una buena nueva
liberadora. Y se ponen en camino, brazos en alto.
El capitalismo ha corrompido la
Navidad, haciéndonos creer que consumir es lo mismo que celebrar. Burla
grotesca de los privilegiados que ofende a los desamparados.
Hoy Monsanto es Imperio. Hoy
Monsanto es lo atinado. Hoy Monsanto es muerte.
La Navidad es otra cosa. Y los
que celebran la Navidad, debieran saberlo.
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