(Agencia
Paco Urondo)
Sábado 15
de Diciembre de 2012 06:02
El fallo
del caso Marita Verón recalentó el debate público sobre el rol del poder
judicial. Antes, se había cuestionado su permeabilidad ante una corporación
económica en la causa que involucra al Grupo Clarín. En este dossier,
Pablo Parenti, Leticia Barrera, Alberto Bovino, Carlos Zaidman y Joaquín Túnez
describen de qué se habla cuando se exige “democratizar la justicia”.
Por Enrique
de la Calle I El fallo
de un tribunal tucumano sobre la causa que investigó el secuestro de Marita
Verón generó el repudio generalizado de la sociedad. Los jueces Alberto
Piedrabuena, Emilio Herrera y Eduardo Romero decidieron la absolución de 13 personas.
Durante semanas un centenar de testigos pasó por los estrados. Muchas chicas
obligadas a prostituirse contaron que vieron a Marita y señalaron a los
acusados. Los magistrados no les creyeron. La madre de la joven, Susana
Trimarco, habló de coimas y pidió “terminar con la corrupción de los jueces”.
Al otro
día, todos los medios (provinciales y nacionales) se refirieron al caso, que
nombraron como “escandaloso”. Hubieron marchas en diferentes puntos del país:
en Capital una terminó con incidentes frente a la Casa de Tucumán; otra fue
hasta Tribunales. Más temprano la presidenta de la Nación, Cristina Fernández,
repudió el fallo y pidió por “la democratización de la justicia”. Los medios
opositores, que hasta el día anterior defendían a ese poder como el bastión
principal de la República, ahora hicieron silencio.
Por su
parte, desde el conjunto de fuerzas sociales que integran el kirchnerismo se
venía señalando el conservadurismo de ese ámbito desde mucho tiempo antes. Más
recientemente, para señalar su permeabilidad al lobby de las corporaciones
económicas en relación de la ley de Medios. La legislación se sancionó en 2009
y sus artículos antimonopólicos están suspendidos por el accionar del Grupo
Clarín, el principal multimedios de América Latina. La norma fue celebrada por
organizaciones vinculadas con la comunicación, especialistas, el relator de ONU
para la libertad de expresión, Frank La Rue, entre otros.
Ayer, el
juez de primera instancia Horacio Alfonso determinó “la constitucionalidad” de
los artículos 45 y 161. Ahora habrá apelación ante la Cámara que está integrada
por Francisco de las Carreras, quien viajó a Miami financiado por Clarín. Para
el magistrado, que una parte le haya pagado un viaje de placer no significa
ningún impedimento para impartir justicia. Todo indica que la causa será
definida por la Corte Suprema en los próximos meses. De cualquier modo, el
multimedios ganó tiempo a favor de sus intereses (concentrados). Y para ello
contó con un sistema judicial permeable a sus planteos.
Una Justicia injusta
Las
críticas al sistema judicial tienen una historia en el país que excede
largamente el debate suscitado a partir de la ley de medios o el vergonzoso
fallo del Tribunal tucumano. Fueron sustentadas por el trabajo de académicos,
organizaciones interesadas y diversos sectores que reclaman por la conformación
de un poder con mayor control popular y menos empatía con los intereses de las
minorías.
La agenda
de demandas es variada y de resolución compleja. El poder judicial se
caracteriza por prácticas, lenguajes, procedimientos y privilegios que no son
comunes a otros poderes del Estado. La renovación pos-dictadura que se extendió
a buena parte de la sociedad argentina no afectó a un sistema que mantiene
muchos cuadros formados en el contexto militar. Y que explica, en parte, los
obstáculos en las causas contra los genocidas.
Del mismo
modo, los tribunales cuentan con métodos autoregulatorios moderados. Es sabido
que los togados no son proclives a controlar/sancionar a sus colegas. En
general, la lógica imperante es la contraria, una en la que prima el espíritu
corporativo, como lo demostró un comunicado de diferentes asociaciones de
jueces y abogados difundido hace semanas en el marco del debate por la ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual.
Así las
cosas, las principales víctimas son los pobres que en diferentes escenarios
sufren las acciones de los magistrados. Pueden dar fe los centenares de miles
de jóvenes de escasos recursos que sufren prisión sin condena. Son mayoría
entre la población carcelaria. También pueden comprobarlo, por caso, las
familias desalojadas “con orden judicial” en las grandes ciudades o en las
provincias sojeras. Revertir esa lógica, es una de las tantas tareas pendientes
del actual momento histórico.
Esta semana
CFK habló de “la democratización del poder judicial”, viejo tópico en
diferentes ámbitos que ahora vuelve al primer plano de la discusión pública.
Comprender qué implica tal democratización es el primer paso para poder avanzar
sobre una cuestión tan trascendental como urgente.
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