Sábado 24
de Agosto de 2013 11:03
Entrevista con Pilar Calveiro,
autora de Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los
años 70 (Siglo XXI). “Este fenómeno que existía en el Estado y que
se explicaba a partir de una matriz de carácter autoritario, no era algo
aislado de lo que estaba ocurriendo en el conjunto de la sociedad”.
Por Juan Ciucci y Enrique De la
Calle
APU: Para arrancar, te
preguntamos cómo surge el libro, y cómo analizas la actualización de esta
segunda edición?
Pilar Calveiro: El libro, en realidad, surge
junto con Poder y desaparición, o sea, este es un texto que era un mismo
texto. Era parte de un solo libro que por razones técnicas, editoriales,
y decisiones de otro orden, no salió junto y quedó como un libro que se publicó
después y aparte. En Poder y desaparición, trabajaba principalmente la
responsabilidad del Estado en la forma de lo represivo durante el terrorismo de
estado, en la desaparición forzada.
Y el texto que hacía de
contraparte es donde trabajaba con la guerrilla y en parte también la sociedad
civil. ¿De qué se trataba? Se trataba de demostrar que este fenómeno que
existía en el Estado y que se explicaba a partir de una matriz de carácter
autoritario, no es algo aislado de lo que estaba ocurriendo en el conjunto de
la sociedad. Esta matriz de carácter autoritario también estaba presente en los
partidos políticos que habían sido parte del largo proceso de intervención
militar en la política y que también tuvieron participación importante en el
golpe del ´76.
Por otro lado, mirar también en
aquellas organizaciones que se planteaban desafiar este autoritarismo, mostrar
cómo en algún punto lo lograban pero en otro punto también reproducían parte de
esta matriz autoritaria. Lo que se trataba era hacer un análisis crítico de esa
experiencia y ver cómo se había manejado la política, cuáles habían sido
las limitaciones que, no podemos decir que habían llevado a la destrucción y a
la tragedia que luego se desencadenó, pero que habían tenido que ver con esa
tragedia. Claramente la responsabilidad principal es del Estado, sin embargo
había habido una forma de pensar y de practicar la política que había
facilitado el ascenso de la violencia y luego el aniquilamiento.
A partir de que escribí este
libro, esta relación entre política y violencia, que ha sido uno de los ejes de
todo mi trabajo posterior, tiene que ver con el hecho de que pienso que esta
relación es fundamental para la comprensión de los fenómenos políticos. La
primer publicación del libro tiene que ver con aquella idea, y en el propio
título se está tratando de mostrar esta relación difícil pero al mismo tiempo
incluyente y excluyente de política y violencia. Seguí trabajando esta relación
ya en lo que es la globalización y de las formas del poder político
contemporáneo.
APU: Volvamos al análisis de la
década del ’70. ¿Cómo pensar la resposabilidad sin caer en estos lugares
comunes de los demonios? ¿Estos 30 años de democracia han permitido
repensar esta situación sin caer en esas viejas dicotomías que se intentaron
imponer?
PC: Creo que la política demonizante
ya sea de dos o de veinticinco demonios no es política, es otra cosa, hay
que evitar estos relatos de carácter infernal. Se trata de ver cuáles son las
claves políticas de los fenómenos, creo que los actores políticos siempre
tienen una responsabilidad respecto a la acción que emprenden, y ese es el
sentido de ese análisis crítico. Ver cuál es la responsabilidad de esos actores
políticos, de los cuales yo formé parte. No estoy haciendo una crítica que me
excluya, sino una que me comprende.
No quiere decir que esa sea la
única posibilidad de mirada crítica, puede haber distintas miradas críticas,
distintos ángulos. No pretendo hacer una historia de aquellos acontecimientos,
es un ejercicio de memoria, miro desde un ángulo en específico. Está claro que
en lo que sucede en Argentina en todo el siglo XX, hay responsabilidades muy
diferenciadas.
El Estado funciona
invariablemente como el lugar de la inseminación de la violencia y de una
reproducción de esa matriz autoritaria. Una matriz autoritaria permea a
distintos ángulos de la sociedad, entonces, todos los actores tienen
responsabilidades pero no son las mismas, son responsabilidades diferenciadas.
Es importante que cada uno asuma las responsabilidades que les caben, porque
eso es lo que permite procesar la experiencia y trasmitirla socialmente; y
permite hacer de esa experiencia otra cosa.
Creo que lo que vale la pena es
esto, por eso creo importante hacer ese ejercicio crítico, en lugar de una
mirada heroica que no serviría para nada. Que lo único que permitiría es inventar
figuras que en la medida que se construyen como heroicas, nunca tienen densidad
política. Lo político es mucho más de carne y hueso y por lo tanto, tiene
claroscuros, necesariamente, y es importante que así sea. En el momento actual,
estando en una democracia que tiene todas las potenciabilidades pero que
también tiene limitaciones. Es necesario pensar hacia dónde avanzar, cómo
reorganizar y creo que la reflexión sobre estos elementos es fundamental.
APU: Hay una tensión en remarcar
las responsabilidades y pensar aquellos años con toda su complejidad; y al
mismo tiempo no caer en la diseminación de responsabilidades donde se pierda lo
específico del genocidio y de las prácticas represivas del Estado que, además,
no es cualquier Estado. Ese Estado que en ese momento adquiere cuestiones muy
específicas como para poner ahí el foco. ¿Cómo ves esa tensión?
PC: Coincido completamente con vos en
que ahí hay un Estado muy particular que hay que distinguir de lo que es previo
y de lo que es posterior. Hay que distinguir y creo que el golpe del ´76
implica un corte, implica una entrada a otra cosa que es esto que se ha dado a
llamar, a mi juicio, muy correctamente, terrorismo de estado. Ahí tenemos
un Estado que intenta el control de la sociedad a través de procesos de
diseminación de terror con la desaparición forzada de personas como política
del Estado a nivel nacional.
Y que conecta las redes legales
institucionales con estas prácticas clandestinas que están siendo realizadas
por las propias redes legales. No estoy de acuerdo con esto de ampliar el
concepto y extenderlo, creo que está claro que tiene conexiones previas y
posteriores. Pero tiene que ver con un momento específico y me parece
importante señalar la particularidad.
Creo que para que ocurra un
fenómeno como este, nunca ocurre de manera aislada de la sociedad, sino que un
Estado de estas características es sostenido y reproducido por la sociedad. Hay
una interacción, una conexión en la retroalimentación entre Estado y sociedad.
Ahí es donde vemos todas las responsabilidades que cada vez son más claras de
otros sectores sociales, pensamos en partidos políticos, en sectores
empresariales, en la Iglesia, en muchos sectores que han tenido su
participación que no es la misma pero implica una participación y un
sostenimiento de esto. Y me parece que ciertas lógicas de carácter autoritario
están diseminadas en el conjunto de la sociedad.
Esta idea de pensar que la
sociedad se divide en dos y que hay unos con los que yo estoy y que hay otros
que son muy peligrosos y hay que matar, esta idea bélica de la política creo
que estaba muy extendida en la sociedad y que penetra también en las
organizaciones armadas.
APU: Esta concepción bélica, es
un cuestionamiento que se le hace al gobierno actual, que retoma esa mirada
sobre la política de pensar en clave amigo-enemigo ¿Ves algún vínculo entre
aquella concepción política y la actual?
PC: Cuando hablo de concepción bélica
hablo de que hay que matar al otro, eliminarlo, eso no está en el diccionario
político de la Argentina actual. Cuando hablábamos de concepción bélica tiene
que ver con esta frase tan extendida que la Argentina tiene. En aquella época
era muy común “hay que matarlos a todos” y que tiene que ver con prácticas
concretas, la concepción bélica está instalada desde antes. Tiene que ver con
los bombardeos en la Plaza de Mayo, ahí hay una concepción bélica, el otro
sector del Pueblo no bombardea, es decir, hay que matarlos, eliminarlos. No es
que te peleas políticamente, no es que tratás de ganarle la elección, no es que
tratás de ganar espacios, sino que es que lo vas a matar, me estoy refiriendo
en términos literales, esa concepción bélica en los ´70 era muy extendida.
APU: Me interesaba algo que
planteas en el libro, que tiene que ver con destacar la especificidad de la
violencia estatal durante la dictadura, pero pensar otras violencias que se
continúan pos dictadura, que uno ve que tienen muchas semejanzas con aquellas
prácticas de la dictadura. Pienso en la violencia en las cárceles argentinas,
por ejemplo. ¿Cómo ves ese vínculo entre las prácticas actuales que adquiere el
Estado en algunas instituciones con aquellas prácticas? Y en el campo de las
necesidades sociales, ¿en ese debate tenemos muchas reflexiones sobre la
violencia estatal durante la dictadura y poco sobre la violencia actual?
PC: Por eso te decía que esta
relación entre la política y la violencia es un tema fundamental hoy, porque
hay todo un relato que se construye a partir de lo que se dio en llamar el
tránsito a la democracia, según el cual, parecería ser que la violencia estaba
presente en la política allá, en los ´70, y es algo que hemos superado, estamos
en otra cosa. Esto es por completo falso. Habría que ver, analizarlo con
profundidad pero tiene que ver con varias cosas.
Por un lado, tiene que ver con la
terrible derrota política que viven los movimientos populares en los´70 y que
de alguna manera se lee también, como una desacreditación a cualquier forma de
violencia resistente. Y, por lo tanto, tiene que ver con recuperar la idea de que
la única violencia legítima es la del Estado y ésta es la idea de Max Weber. En
este tránsito a la democracia el discurso se desliza en esa dirección,
cualquier otra violencia es una trasgresión a las reglas del juego.
Ahí hay una distorsión que
sustrae el componente violento de la política y en particular del Estado, que
aún desde el derecho implica un núcleo violento. Creo que además, sustrae el
hecho de que como hemos transitado de un modelo político del mundo bipolar a
otro que es el mundo global, sustrae las enormes violencias que hay en
este mundo global. Una de las cuales es la guerra anti-terrorista, que habilita
cualquier forma de intervención militar y violenta en el planeta produciendo
víctimas por lo general de carácter civil, sin que esto sea reclamado por
nadie.
Por otro lado, habilita la lucha
contra el crimen que se traducen en estas prácticas fuertemente represivas y de
carácter político, esas son violencias que están actuantes. Hay una tercera
forma de violencia que está actuante en el momento presente y en distintos
países porque tiene que ver con políticas de carácter global que es la que se
ejerce contra la población originaria, contra estos sectores sociales que son
excluidos del orden actual. Todas son formas de violencias y están actuando en
el momento actual y es importante identificar y luchar contra ellas.
APU: También realizas una
reflexión en el marco de lo que es la memoria y como en este período también
hay una contradicción en rescatar una memoria individual sin contenerla en una
parte más social. Y en este último tiempo vemos como han aparecieron hijos de
desaparecidos que empezaron a recuperar la memoria individual de sus padres
¿Cómo analizas esto y cómo se puede llegar a desprender lo individual de lo
social?
PC: Creo que la memoria siempre es
colectiva. Estamos hablando de procesos que se vivieron colectivamente y que
por lo tanto, hemos pensado e interpretado colectivamente. Aunque aparezca un
libro que lo firma una persona, pero en realidad son procesos de elaboración colectivos.
Me parece que pasa también en este caso de toda esta producción literaria,
principalmente de ficción que han desarrollado en esta memoria de segunda
generación, creo que ahí, uno puede identificar desde distintos ángulos, pero
es siempre un pensamiento que está elaborado con otros. Pero sobre todo, gira
en torno a procesos que hemos vivido, me parece que en el caso de hijos también
se ve esto, y que se ve una diferencia en cómo se establece la memoria una
generación después. Eso aporta elementos nuevos, diferentes y permite ver cómo
se está procesando esto en la generación que queda.
APU: Mencionabas las distintas
participaciones de los partidos políticos, quizás una de las deudas de esta
democracia es la complicidad civil. Hablar de un golpe cívico-militar,
reflexionar sobre la complicidad de los partidos políticos ¿Cómo ves lo que
pasó en estos años?
PC: Con esto del golpe cívico-militar
me pasa lo mismo que decíamos recién con eso de dónde empieza el terrorismo de
Estado. Tiendo a tratar de utilizar categorías que me permitan hacer
distinciones. Creo que el terrorismo de Estado como tal, con las
características con que se lo ha definido, va del ´76 al ´83. Luego hay
continuidades en las dos direcciones, de la misma manera es un golpe militar.
No hay golpes que no hayan sido sostenidos por sectores civiles, esto es así
pero creo que la responsabilidad del golpe recae principalmente en las Fuerzas
Armadas, yo lo sigo llamando golpe militar, que como todo golpe militar tiene
apoyo de sectores importantes de la sociedad civil.
Las Fuerzas Armadas, de alguna
manera, lo que hicieron a lo largo del siglo XX en Argentina fue asumir el rol
del Estado para hacer viable la reproducción de un Estado cuyas clases
dominantes no tenían la capacidad política para establecer hegemonía. Eso ha
ocurrido, de manera que todo golpe militar ha estado apoyado por estos sectores
económicamente dominantes de la estructura social argentina. Pero creo que el
golpe, es un golpe militar, digo esto porque si no todo empieza a diluirse y
nada queda claro.
No es todo igual que todo, el
golpe del ´76 establece una ruptura decisiva, inaugura una etapa en la sociedad
argentina que es claramente distintiva. Me parece que de ninguna manera se
puede homologar la Triple A con lo que pasa después del ´76. Claro que la
Triple A opera secuestrando personas, claro que está protegida por el aparato
estatal, pero es un fenómeno diferente. De la misma manera, me parece que la
responsabilidad del golpe es de los milicos, están apoyados pero es de ellos.
Es esa institución la que se tiene que hacer cargo, porque además, es esa
institución la que ha estado de una manera creciente a lo largo del Siglo XX
desplazando del espacio político otros sectores, entonces, la responsabilidad
le cabe a ellos.
APU: ¿Y los grandes sectores que
fueron beneficiados?
PC: Son sus socios, siempre lo
fueron, en el del ´66, en el del ´55, siempre fueron los socios. Por eso
estaban encantados con que los militares dieran un golpe, inclusive, en algunos
casos les pedían que dieran los golpes.
APU: La responsabilidad social en
torno a los golpes siempre recae sobre los militares, pero ese otro sector que
siempre fueron los socios de los militares, es un sector que queda un poco
diluido en esa mirada sobre responsabilidades. A tal punto que en términos
judiciales, excepto algún caso muy particular, ni siquiera alguna vez fueron a
Tribunales a dar alguna explicación sobre ese tema.
PC: Ellos tienen una responsabilidad
pero es diferente. En esto que decía de establecer las distinciones, es una
responsabilidad diferente. Sí la tienen, ellos se benefician de todo esto y en
muchos casos deciden mirar para otro lado y en algunos aplauden directamente la
política represiva. Es distinto, la ejecución de esto que esta posición del
socio, son lugares diferentes. El fenómeno de la participación de estos
sectores que se beneficiaron del golpe militar, no se resuelve por los procesos
judiciales, hay que pensarlo más allá de lo judicial, no porque lo judicial no
tenga sentido pero excede lo judicial. Tenés un sector que fueron sus socios
pero tenés otros sectores muy importantes de la clase media que también
estuvieron de acuerdo, que aplaudieron. Lo que querían era orden, es decir que
hay un período donde el golpe militar tiene un apoyo muy grande. Eso no lo
resolvés en términos jurídicos, lo tenés que resolver políticamente, es en ese
sentido que yo haría las distinciones. Así como creo que los juicios son
fundamentales, creo que no todo se resuelve con los juicios, tenés que
plantearte otras cosas.
APU: Hay una discusión sobre el
rol de las Fuerzas Armadas, al servicio de determinados proyectos políticos, de
desarrollo de una sociedad ¿Qué hay que hacer con las Fuerzas Armadas hoy?
¿Cuál es tu opinión sobre eso?
PC: Creo que el papel de las Fuerzas
Armadas ha cambiado en el contexto global. El papel que tenían en los ´70 ya no
es el papel que pueden tener en la actualidad. En la actualidad el poder
militar de este orden global ocurre en el ámbito supranacional.
Las Fuerzas Armadas a nivel
nacional son cada vez más desplazadas al ámbito de lo policial o de funciones
de apoyo porque las relaciones entre los estados han cambiado. El papel que
tenían de protección de la soberanía, cada vez, tiene menos sentido en esta
organización global. Creo que ha cambiado lo que se pretende de las Fuerzas
Armadas en el modelo global y por lo tanto lo que se puede esperar dentro de
los estados.
En el kirchnerismo había una
política muy interesante en relación con las Fuerzas Armadas que ha sido esta
idea de reorganizarlas y pensarla en funciones de mayor conexión con lo
social, con mayor claridad en cuanto a sus funciones. Es fundamental hacer eso
y toda la formación de derechos humanos que se ha dado en los últimos años es
justamente porque hay una tendencia a un desplazamiento. Creo que es importante
la formación política y la formación en derechos humanos de los sectores
militares.
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