"Resulta que antes no te
importaba nada y ahora te importa todo. Sobre todo lo chiquito. Pasaste de
náufrago a financista sin bajarte del bote. Vos, sí, vos, que ya estabas
acostumbrado a saber que tu patria era la factoría de alguien y te encontraste
con que te hacían el regalo de una patria nueva, y entonces, en vez de dar las
gracias por el sobretodo de vicuña, dijiste que había una pelusa en la manga y
que vos no lo querías derecho sino cruzado.
¡Pero con el sobretodo te quedaste!
Entonces, ¿qué me vas a contar a mí? ¿A quién le llevás la contra? Antes no te
importaba nada y ahora te importa todo. Y protestás. ¿Y por qué protestás? ¡Ah,
no hay té de Ceilán!
Eso es tremendo. Mirá qué problema.
Leche hay, leche sobra; tus hijos, que alguna vez miraban la nata por turno,
ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta. ¡Pero no hay té de Ceilán!
Y, según vos, no se puede vivir sin té de Ceilán. Te pasaste la vida tomando
mate cocido, pero ahora me planteás un problema de Estado porque no hay té de
Ceilán.
Claro, ahora la flota es tuya, ahora
los teléfonos son tuyos, ahora los ferrocarriles son tuyos, ahora el gas es
tuyo, pero,… ¡no hay té de Ceilán! Para entrar en un movimiento de recuperación
como este al que estamos asistiendo, han tenido que cambiar de sitio muchas
cosas y muchas ideas; algunas, monumentales; otras, llenas de amor o de
ingenio; ¡todas asombrosas! El país empezó a caminar de otra manera, sin que lo
metieran en el andador o lo llevasen atado de una cuerda; el país se estructuró
durante la marcha misma; ¡el país remueve sus cimientos y rehace su historia!
Pero, claro, vos estás preocupado, y
yo lo comprendo: porque no hay té de Ceilán. ¡Ah… ni queso!.¡No hay queso!
¡Mirá qué problema! ¿Me vas a decir a mí que no es un problema? Antes no había
nada de nada, ni dinero, ni indemnización, ni amparo a la vejez, y vos no
decías ni medio; vos no protestabas nunca, vos te conformabas con una vida de
araña. Ahora ganás bien; ahora están protegidos vos y tus hijos y tus padres.
Sí; pero tenés razón: ¡no hay queso! Hay miles de escuelas nuevas, hogares de
tránsito, millones y millones para comprar la sonrisa de los pobres; sí, pero,
claro, ¡no hay queso! Tenés el aeropuerto, pero no tenés queso.
Sería un problema para que se
preocupase la vaca y no vos, pero te preocupás vos. Mirá, la tuya es la
preocupación del resentido que no puede perdonarle la patriada a los
salvadores.
Para alcanzar lo que se está
alcanzando hubo que resistir y que vencer las más crueles penitencias del
extranjero y los más ingratos sabotajes a este momento de lucha y de felicidad.
Porque vos estás ganando una guerra.
Y la estás ganando mientras vas al
cine, comés cuatro veces al día y sentís el ruido alegre y rendidor que hace el
metabolismo de todos los tuyos. Porque es la primera vez que la guerra la hacen
cincuenta personas mientras dieciséis millones duermen tranquilas porque tienen
trabajo y encuentran respeto.
Cuando las colas se formaban no para
tomar un ómnibus o comprar un pollo o depositar en la caja de ahorro, como
ahora, sino para pedir angustiosamente un pedazo de carne en aquella
vergonzante olla popular, o un empleo en una agencia de colocaciones que nunca
lo daba, entonces vos veías pasar el desfile de los desesperados y no se te
movía un pelo, no. Es ahora cuando te parás a mirar el desfile de tus hermanos
que se ríen, que están contentos… pero eso no te alegra porque, para que ellos
alcanzaran esa felicidad, ¡ha sido necesario que escasease el queso!
No importa que tu patria haya tenido
problemas de gigantes, y que esos problemas los hayan resuelto personas. Vos
seguís con el problema chiquito, vos seguís buscándole la hipotenusa al teorema
de la cucaracha, ¡vos, el mismo que está preocupado porque no puede tomar té de
Ceilán! Y durante toda tu vida tomaste mate! ¿Y a quién se la querés contar? ¿A
mí, que tengo esta memoria de elefante?.
¡No, a mí no me la vas a
contar!".
Enrique Santos Discépolo, 1951.
Gentileza de Rudy Catoni
No hay comentarios:
Publicar un comentario