José María Castillo: "Los cardenales más
religiosos andan desconcertados ante un papa que intenta ser más
evangélico"
"No
estaban preparados para asumir el nuevo estilo de ejercer el poder en la
Iglesia"
Redacción, 11 de mayo de 2016 a las 17:44
(José María Castillo).-
El goteo de noticias, que nos informan de cardenales de la Iglesia que muestran
su desacuerdo con el papa Francisco, no cesa. Hace sólo unos días,
recordábamos en esta página el caso del cardenal G. L. Müller, prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe. Hoy resulta inevitable hacer mención
del cardenalDominik Duka, arzobispo de Praga, que parece no estar
de acuerdo con "la sensibilidad del Papa Francisco en temas
sociales", diferente de la que tenemos en Europa en esos asuntos. Y es
que, a juicio del cardenal de Praga, Francisco "viene de Sudamérica, donde la brecha entre
ricos y pobres es mucho mayor, como resultado de las culturas indias"
(sic).
La sucesión de estos
desacuerdos cardenalicios con el papa actual es larga. Y empezó pronto.
Justamente desde el momento en que Bergoglio, recién nombrado Francisco, salió
de la capilla Sixtina y se negó en redondo a subirse al gran coche
papal que le esperaba en la
puerta para trasladarlo a la basílica de San Pedro. Allí mismo empezó a dar la
cara el papa que venía "del fin del mundo".
Por lo visto, algunos de
los mismos purpurados, que le acababan de elegir, y le esperaban ataviados con
sus solemnes vestimentas, no estaban preparados para asumir el nuevo
estilo de ejercer el poder en la Iglesia, que les esperaba. Y al
que se resistieron en seguida. Y lo más feo del asunto es que - según parece -
se siguen resistiendo. Con más fuerza cada día. A medida que avanza el papado
de Francisco, de forma que el nuevo modo de gobierno de este papa se va
definiendo con más claridad y más coherencia.
El problema, que asoma
con estos incidentes como puntas de iceberg, es (me parece a mí) más profundo y
más grave de lo que posiblemente imaginamos. Porque hay quienes, desde
posiciones ideológicas avanzadas y con bastante razón, se lamentan del escaso
y tradicional bagaje teológico con el que el P. Bergoglio llegó al papado. Como también abundan
los que se quejan de que Francisco no haya tomado ya decisiones de gobierno que
tendría que haber tomado, por ejemplo, en la reforma de la Curia, en la puesta
al día de la liturgia, en la renovación de la teología, etc, etc. Todo esto,
por supuesto, es discutible desde diversos puntos de vista. Pero creo que somos
bastantes los que pensamos que en estas cosas hay mucho de verdad.
Sin embargo, lo que yo
veo más claro es que el nudo del problema está en otra cosa.
Está en la relación de la Iglesia con el Evangelio. La Iglesia no está en el mundo para organizar bien una religión. Una más,
entre tantas otras religiones. No. La Iglesia no es eso. Ni está para eso. La Iglesia es la
comunidad de los "seguidores de Jesús". Si no es eso, todo lo demás
le sobra, le estorba y le impide cumplir la tarea que le corresponde y la
finalidad para la que Dios, encarnado en Jesús, se hizo presente y visible en
la historia humana.
Ahora bien, si la
Iglesia es la comunidad de los seguidores de Jesús, su razón de ser y su forma de
estar presente en la sociedad humana no es otra, no puede ser otra, que hacer
presente, visible y comprensible el Evangelio, en la medida en que el Evangelio de Jesús puede ser entendido como un
"proyecto de vida", que nos aporta algo que sea algo importante, para
dar sentido a nuestras vidas. Y, sobre todo, para que tengamos algo que, de no
existir el Evangelio, no lo podríamos tener.
Pero, ¿es esto lo que
hace la Iglesia, con su clero, sus cardenales y el papado romano, tal como
venía funcionando, hasta el momento en que este papa Francisco
empezó a llamar la atención a tanta gente, a inquietar a los cardenales, a dar
esperanza a muchas gentes y a plantearse no pocas
preguntas a quienes dicen de él que es "populista", que "viene
de América" o que es el "resultado de las culturas indias"?
En todo caso, hay algo
que cada día vemos más claro: ni la tecnología con sus sorprendentes progresos,
ni la economía con sus avances y sus crisis, ni la política con sus líderes más
competentes, ni las humanidades con sus pensadores más profundos, nadie ni nada
es capaz de hacer un mundo más habitable, más igualitario, más justo. ¿No
será cierto que nos sobran saberes y poderes, nos sobran religiones y
violencias, y nos falta humanidad? ¿No habrá algo de eso en
la extraña, discutida y nueva figura de este papa Francisco, que tanto insiste
en la necesidad y la actualidad del Evangelio? ¿No será por esto por lo que los
cardenales más religiosos andan desconcertados ante un papa que intenta ser más
evangélico?
No sé si en esto está el
nudo del problema. Lo que nadie me quita de la cabeza es que esta pregunta se
tiene que afrontar.
Fuente: Religión digital
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