miércoles, 27 de mayo de 2020

EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO DE MAYO


“LO CONTRARIO DE POBREZA NO ES RIQUEZA, ES JUSTICIA SOCIAL”
(Javier Fesser)

Para poner un límite hacia atrás en la historia, vamos a decir que a partir de la irrupción del capitalismo en la humanidad, se ha ido creando en la sociedad una injusticia provocada por debilidades o antivalores que los humanos tenemos dentro formando parte de nuestra propia esencia, sin desconocer que existen allí también muchas fortalezas y valores. Al referirnos a nuestras fuerzas internas, digamos miserables, lo hacemos respecto a la avaricia, a la tendencia de acumular bienes materiales, normalmente engañándonos a nosotros mismos que lo logrado ha sido por “nuestro” esfuerzo personal, no reconociendo que realmente ha sido fruto del trabajo de otros seres humanos a quienes hemos explotado para beneficio propio.
Partimos del capitalismo porque de otra manera tendríamos que irnos muy lejos ya que la brecha entre pobres y ricos ya existía en la época en que Moisés conducía al “pueblo elegido” hacia la tierra prometida, lo que lo obligó a decretar el llamado “año de gracia”, donde se perdonaban todas las deudas y se recuperaban las tierras y bienes que pertenecían a quienes eran esclavizados en aquellos tiempos. (Solución que bien se tendría que aplicar en la actualidad para volver a barajar y dar de nuevo).
La mentalidad del capitalista y más aún al otro “virus” que significa el capitalismo financiero, es que el trabajo es un bien de cambio en el mercado, entonces como tal tiene un precio y para la empresa es un “costo más”, entonces regidos por las leyes de ese mercado cuanto menos paguemos el esfuerzo del trabajador o trabajadora mayor será la ganancia para el empresario/a.
Cuando la miserabilidad del espíritu de lucro nos posesiona, ya no existen barreras éticas que nos contengan y el acaparar se convierte en un vicio que lamentablemente trae consecuencias desastrosas para la comunidad, como ser la pobreza de muchos que como resultado de estas actitudes caerán en el desempleo o en el empleo informal, sin protección social alguna.
Estos personajes que hoy llevan acumulados cuantiosos capitales, cada día se siguen haciendo más y más ricos, en desmedro de la mayoría de la población que va cayendo cada vez en el duro y angustiante agujero de la pobreza. Precisamente por ese mismo pensamiento, el empresario capitalista nunca va a distribuir los enormes beneficios de su empresa con los trabajadores y trabajadoras que con su esfuerzo cotidiano lo han hecho posible; eso sí cuando las cosas no van bien y va a pérdida (o a ganar menos), enseguida la comparte con ellos y ellas.