miércoles, 27 de julio de 2022

EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO DE JULIO 2022

 

BRONCA PORQUE ROBA EL ASALTANTE PERO TAMBIEN ROBA EL COMERCIANTE – Pedro y Pablo “La marcha de la bronca”

Desde hace un largo tiempo atrás, se han naturalizado en la sociedad algunas prácticas que responden a “valores” no muy santos pero que son aceptados por el común de las personas sin hacer de ellos un análisis crítico y mucho menos algún tipo de consideración ética. En este caso me referiré a aquellas actitudes que han generado una categoría social, “el especulador”, con la evaluación societaria que detallamos en los renglones que anteceden        .

¿Qué es la especulación? El concepto especulación, cuando se lo utiliza a nivel económico, es una operación comercial o financiera que se lleva a cabo con mercancías o valores con el objetivo de obtener lucro a partir de las variaciones de los precios  o de cambios en otras variables.

El especulador no pretende hacer uso del bien que adquiere, ya que su único objetivo es aprovechar las fluctuaciones del precio. Por eso tampoco se involucra en la gestión de los bienes comprados. La voluntad del especulador es comprar a un precio y vender a otro mayor.

La especulación, por lo tanto, está basada en la previsión y en un análisis de la evolución de los precios. Está práctica está mal vista a nivel social ya que los especuladores pueden forzar a que los precios suban o bajen por encima de su valor real (al aumentar la demanda o la venta de forma artificial), pero aceptada, como expresaba anteriormente, pasivamente.

Todo ello sin olvidar tampoco lo que se da en llamar especulación inmobiliaria y que es la acción que lleva a cabo toda persona que se dedica a vender y comprar inmuebles con el claro objetivo de, aprovechando las fluctuaciones del mercado, luego revenderlos y obtener numerosos beneficios.

Por supuesto esto se da en todos las escalas del famoso y endiosado “mercado”, empieza en el segmento de los fabricantes y productores de los artículos que se caracterizan por formar monopolios y oligopolios desde los cuales ya comienzan a tener poder para fijar los precios de los productos a voluntad. En este sector los ciudadanos y ciudadanas desconocen mayormente quienes son los individuos que conforman estas empresas, muchas de ellas multinacionales, protegidos por el anonimato de las acciones que conforman el capital societario. Por supuesto se conocen los nombres de los principales dueños de las mismas, pero no los encontramos cotidianamente por nuestras calles ni lugares por los que nos movemos los ciudadanos de a pie. Recuerdo a un profesor de Doctrina Social de la Iglesia que tuve en la universidad, que manifestaba que la figura jurídica de Sociedad Anónima era inmoral, precisamente por el ocultamiento de la identidad de sus propietarios.

Luego de este primer eslabón de la cadena, aparecen los distribuidores mayoristas, que en algunos casos también pertenecen a los primeros, que de la misma manera tienen poder suficiente para regular los precios del mercado. El conocimiento personificado de quienes integran este segmento es casi similar al anterior, lo que significa que no podemos personalizar a los propietarios.

Llegamos ahora al último segmento de la plaza comercial, la distribución minorista, protagonizada por lo que denominamos genéricamente “el comerciante”. Aquí nos encontramos que es más sencillo conocer personalmente a quienes nos atienden cuando concurrimos a un local para satisfacer nuestra necesidad de adquirir determinado producto. En muchos casos nos reciben empleados y en otros tantos lo hacen los propios dueños del comercio.

En especial en los barrios o pueblos en los que habitamos se da esta relación personalizada entre comprador y vendedor ya que son conocidos vecinos que conviven con nosotros durante un tiempo, a veces prolongado, en nuestra misma zona de residencia.

Aquí es donde podremos visualizar lo que decíamos al principio sobre la naturalidad de ciertas costumbres y valores que aceptamos como normales y sin embargo son perjudiciales para nuestra economía doméstica, quizás también para nuestras relaciones personales.

Algo habitual es que en cada compra que efectuamos no se nos entrega ticket o factura oficial por el importe de la misma, lo que significa que el porcentaje del IVA se nos cobra pero no se acusa, lo que hace a una importante evasión impositiva por parte del comerciante, lo cual es un delito.

En forma cotidiana vemos la promoción de determinados productos con una leyenda que puede decir más o menos así: “MIÉRCOLES Y VIERNES DESCUENTO DEL 30% O DEL 40%”; “JUEVES, VIERNES Y SÁBADO DESCUENTOS HASTA EL 40% POR PAGO DE DETERMINADA TARJETA DE CRÉDITO”. Nos preguntamos alguna vez si en esos días promocionales nos hacen tales descuentos, ¿cuál será el margen de ganancia o rentabilidad los días en que no lo hacen?

RENTABILIDAD EMPRESARIA

En los países europeos, EEUU de Norteamérica, Canadá, Japón las grandes cadenas de supermercados tienen un porcentaje de ganancias, entre lo que pagan al fabricante o al productor y lo que le cobran al consumidor entre un 7 y un 9 % y los accionistas de esas grandes cadenas de supermercados están locos de contentos porque es un índice bien alto, un promedio del 8 %. EN LA REPÚBLICA ARGENTINA los estudios realizados artículo por artículo, supermercado por supermercado demuestran que EL PROMEDIO DE RENTABILIDAD OSCILA ENTRE UN 40% Y 250%… ¡UN DISPARATE!…. Estos datos fueron obtenidos por relevamientos efectuados por la Organización Consumidores Libres y también por el Centro de Almaceneros de Córdoba en marzo de 2018.