sábado, 29 de mayo de 2021

EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO DE MAYO 2021

 

ENTRE LA REALIDAD Y LA UTOPÍA: 

¿SE PUEDE CONTROLAR LA INFLACIÓN?

Siempre el alza abusiva de los precios, en especial de los productos de primera necesidad, ha sido un flagelo para la clase trabajadora, incluyendo en ella no solo a los obreros y empleados en relación de dependencia sino abarcando el amplio espectro en que cada persona obtiene mediante el fruto de su trabajo el sustento propio y el de su



familia, los pequeños comerciantes; emprendedores que de manera personal, familiar o grupal producen, elaboran o comercializan productos para el consumo social; como así también los profesionales que ejercen su actividad de servicio a la comunidad.

Cuando escuchamos las explicaciones sobre el motivo de la suba inflacionaria de los productos, las mismas siempre expresan definiciones dentro de lo que podríamos denominar la filosofía del “mercado”, donde la oferta y la demanda, como por arte de magia, hace oscilar los precios en las góndolas, por supuesto esa oscilación siempre es hacia arriba. Pero en realidad poco se profundiza sobre las verdaderas causas de este fenómeno que tanto perjudica la vida de los consumidores.

Haciendo un poco de memoria, quienes ya tenemos algunos años transcurriendo por el andarivel de la vida, recordamos que por allá en los años ’50/’60 iban desapareciendo del famoso mercado algunas empresas de origen familiar que fueron adquiriendo, en forma silenciosa y escondidas tras el anonimato de la figura jurídica de “Sociedad Anónima”, capitales multinacionales, de éstas muchas eran del rubro de la alimentación, teniendo la picardía de mantener las marcas registradas y con eso se camufló la concentración monopólica u oligopólica que fue el correlato final de este accionar.

Con el correr de los años el circuito de producción y distribución de los alimentos, productos de limpieza y otros tan elementales como ellos se ha ido modificando hasta llegar a nuestros días. Así se fue perdiendo la relación personal entre el consumidor y el proveedor (almacenero, carnicero, verdulero, lechero, etc., etc., etc.,) que en nuestro barrio nos atendía detrás del mostrador o nos entregaba en nuestro domicilio. Esta relación se fue acabando y el anonimato que mencionábamos más arriba se ha ido ampliando con la aparición de las grandes superficies (shoppings, supermercados) y actualmente con las compra-ventas “on line”.

Hasta aquí este breve resumen histórico de la evolución de la distribución de los productos desde su origen hasta la mesa de los consumidores. Entraremos ahora a analizar de que manera, si es posible, que estos últimos puedan llegar a controlar la tan desgarradora suba de precios, pandemia crónica del mundo capitalista.

Artículo 14 bis de la Constitución Nacional

Los convencionales constituyentes de 1957 que modificaron parcialmente la original de 1853, en una de esas reformas, incluyeron un artículo en el CAPÍTULO I – Declaraciones, Derechos y Garantías, por el cual intentaron hacer un mínimo extracto de los derechos sociales que le daba rango constitucional la Carta Magna de 1949, tal es el Artículo 14 bis. El mismo en su primera parte expresa: “El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador, condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección…” También incluye la garantía del derecho de huelga.