martes, 31 de agosto de 2021

EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO AGOSTO 2021

 

EVADIR IMPUESTOS ¿ES INMORAL?

La evasión impositiva está tan incorporada al inconsciente colectivo que hoy, sin tener ninguna duda, podemos afirmar que todas y todos lo hacemos cotidianamente de manera natural y sin ruborizarnos, ni siquiera poner cara de “yo no fui”, porque ya se ha constituido en una mecánica que nos incorporó el famoso “mercado neo-liberal”, sin siquiera darnos cuenta que estamos cometiendo un ilícito, ya que hay leyes que obligan a abonar impuestos, tasas, aportes, etc. a los gobiernos nacional, provinciales y municipales. Esta actitud social se debe a que tanto machacar que “los políticos se roban todo”, para qué entonces pagar impuestos, mejor me los quedo yo.

La mala formación que tenemos con respecto a este tema, ayudada por la desinformación con que diariamente nos bombardean los medios de “comunicación”, hace que aceptemos pasivamente esta teoría, sin darnos cuenta que a medida que las ruedas del sistema económico van rodando, todos nos perjudicamos con esta actitud, en especial los trabajadores y los sectores de menores recursos. Realmente los estados (nacional, provincial o municipal) necesitan de la contribución tributaria de la sociedad toda para llevar adelante las obras y los servicios que deben realizar para el bienestar general de todos los habitantes. Es decir que el pago de impuestos obedece a una actitud solidaria en la que todos y todas contribuimos para tener un mejor vivir sin discriminar a nadie por razones económicas.

¿Cómo funciona esta evasión generalizada?

Lo más común y que está a la mano de cualquiera para verificarlo es el pago del Impuesto al Valor Agregado (IVA), cuando compramos cualquier artículo en un comercio como consumidor final es muy habitual que no nos den una factura legal, muchas veces solo un ticket sin valor fiscal, pero en el importe abonado está incluido el IVA que el comerciante como agente recaudador debe rendir ante el fisco. Pero si no hay factura oficial ¿cómo sabemos que el importe correspondiente vaya a las arcas fiscales y no quede en la caja del comercio?

También podemos constatar que en algunos comercios cuando el valor del artículo que adquirimos es importante, nos ofrecen el descuento del impuesto si no requerimos la factura oficial, en este caso la evasión va en carril doble, ya que el comerciante ya compró el producto en negro para hacernos esta oferta, primera evasión y luego la segunda en que nosotros fuimos cómplices.   

Estos ejemplos son sencillos y pueden servir para entender, o por lo menos para darnos cuenta, que hay una cantidad de formas que tienen las empresas para practicar la evasión fiscal hasta llegar a la fuga de capitales y abrir cuentas off-shore en paraísos fiscales.

Otra manera habitual con la que se evaden obligaciones fiscales son los aportes previsionales que los empresarios deben retener a los trabajadores y depositarlos ante la caja de jubilaciones correspondiente, lo que conlleva un aporte que también debe realizar la empresa. Con esta modalidad el empresario se beneficia evadiendo los aportes debidos, con el perjuicio que le ocasiona al trabajador que no acumula aportes para su futura jubilación.

¿Dónde va el dinero recaudado?

Como decíamos más arriba, los gobiernos deben utilizar los fondos recaudados para la realización de obras y servicios públicos y contribuir a una distribución más equitativa de la riqueza proveyendo subsidios a quienes están atravesando situaciones que hacen que no lleguen a un ingreso que les permita satisfacer sus necesidades básicas. También se dan subsidios a empresas de servicio, como las de transporte, y a aquellas que por razones excepcionales, como el caso de la pandemia, no pueden abonar los salarios a los trabajadores. En esto debemos sincerarnos un poco, cuando el subsidio baja a los trabajadores o desocupados como tienen la denominación “PLAN…”, los llamamos “planeros”, agregando la categoría de “vagos” u otras descalificaciones, en cambio cuando el mismo baja a los empresarios, los aceptamos como una obligación que tiene el Estado. Esto sólo a modo de visualizar una doble vara de medición.

Por supuesto que tan solo con la recaudación personal y de las empresas no alcanzaría para esa redistribución de la riqueza que mencionábamos, los estados tienen otras formas de recaudar o de conseguir empréstitos para lograr sus fines que sería muy complejo de explicar en esta nota. También el estado nacional coparticipa con las provincias los impuestos que recauda y del mismo modo las provincias lo hacen con sus municipios, que es otra manera de recaudación de cada uno de ellos.

Moral tributaria

La moral tributaria depende de varias motivaciones que trabajan en conjunto. Las más importantes son el grado de reciprocidad Estado-sociedad, la progresividad del sistema fiscal y las normas sociales.

domingo, 8 de agosto de 2021

EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO JULIO 2021

 

¿PODEMOS LIBERARNOS DEL PODER FINANCIERO?

En varias oportunidades, desde este espacio, nos hemos referido a ese flagelo que azota a toda la humanidad: “la injusta distribución de la riqueza”. Hemos analizado las actitudes de los formadores de precios, también lo hicimos considerando la desmedida ambición por la acumulación de bienes, etc., etc. Hoy queremos abarcar un factor que consideramos realmente inmoral en las relaciones económicas que se dan dentro del llamado “mercado capitalista neo-liberal”, un espacio donde se percibe con mucha claridad la preponderancia del individualismo, que lo convierte automáticamente en “mercado del egoísmo”. Refiriéndonos con esto al poder financiero.

El mismo está íntimamente hermanado con la usura, tópico que también hemos abordado en esta columna en varias ediciones. En octubre de 2013 expresábamos al respecto: Una de las formas más cuestionada y aberrante de acumulación egoísta es la usura, que fue desde la antigüedad repudiada por la sociedad intentándose casi siempre de legislar para regular la actividad de los despiadados prestamistas, que aprovechándose de la necesidad de quien solicita el crédito, aplican tasas muy elevadas que muchas veces no pueden pagarse, lo que pone en riesgo no solo la economía de la persona, sino también su integridad física por las formas que utilizan estos prestadores de dinero para cobrar lo pactado aprovechando la indefensión de quienes requieren de estos “servicios” financieros.

En castellano para referirnos a estos créditos usurarios recurrimos a la figura del león, en referencia a que por su fuerza impone su voluntad en la selva. Los norteamericanos en cambio grafican mucho mejor el tema refiriéndose a la voracidad del tiburón. Éste ataca despiadadamente a sus víctimas y el matar y devorar seres humanos es para él un festín apreciado. Por el contrario, al rey de la selva lo envuelve cierta aureola de nobleza. Sin dudarlo, los desalmados prestamistas usureros (personas, bancos o países) se parecen más, en sus ansias destructivas y depredadoras, al tiburón de los mares que al león de las selvas.

“Shakespeare nos presenta en ‘El mercader de Venecia’ a Shyloch como el tipo usurero por antonomasia. Shyloch, el prestamista, vive obsesionado por ganar dinero y para ello esquilma despiadadamente a los necesitados con intereses exorbitantes. La dureza del corazón, la crueldad, el ansia insaciable de lucro, aun a costa del hambre, de la miseria y de la muerte de sus víctimas, son los rasgos típicos del espíritu de Shyloch. La figura de Shyloch, del gran dramaturgo inglés, es el símbolo más apropiado para analizar el comportamiento, en el momento actual, de los grandes bancos internacionales y de los países industrializados. Han variado los procedimientos del despojo y la condición y el número de las víctimas, pero es la misma avaricia la que dicta sus normas de conducta. Ahora ya no serán contadas personas particulares las explotadas y expoliadas de una manera inmisericorde. Serán millones de personas, que ni siquiera llegan a percibir, en la mayoría de los casos, de quién es la mano que les despoja de sus bienes más elementales, quienes sufrirán sus desastrosas consecuencias.” (1)