domingo, 8 de agosto de 2021

EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO JULIO 2021

 

¿PODEMOS LIBERARNOS DEL PODER FINANCIERO?

En varias oportunidades, desde este espacio, nos hemos referido a ese flagelo que azota a toda la humanidad: “la injusta distribución de la riqueza”. Hemos analizado las actitudes de los formadores de precios, también lo hicimos considerando la desmedida ambición por la acumulación de bienes, etc., etc. Hoy queremos abarcar un factor que consideramos realmente inmoral en las relaciones económicas que se dan dentro del llamado “mercado capitalista neo-liberal”, un espacio donde se percibe con mucha claridad la preponderancia del individualismo, que lo convierte automáticamente en “mercado del egoísmo”. Refiriéndonos con esto al poder financiero.

El mismo está íntimamente hermanado con la usura, tópico que también hemos abordado en esta columna en varias ediciones. En octubre de 2013 expresábamos al respecto: Una de las formas más cuestionada y aberrante de acumulación egoísta es la usura, que fue desde la antigüedad repudiada por la sociedad intentándose casi siempre de legislar para regular la actividad de los despiadados prestamistas, que aprovechándose de la necesidad de quien solicita el crédito, aplican tasas muy elevadas que muchas veces no pueden pagarse, lo que pone en riesgo no solo la economía de la persona, sino también su integridad física por las formas que utilizan estos prestadores de dinero para cobrar lo pactado aprovechando la indefensión de quienes requieren de estos “servicios” financieros.

En castellano para referirnos a estos créditos usurarios recurrimos a la figura del león, en referencia a que por su fuerza impone su voluntad en la selva. Los norteamericanos en cambio grafican mucho mejor el tema refiriéndose a la voracidad del tiburón. Éste ataca despiadadamente a sus víctimas y el matar y devorar seres humanos es para él un festín apreciado. Por el contrario, al rey de la selva lo envuelve cierta aureola de nobleza. Sin dudarlo, los desalmados prestamistas usureros (personas, bancos o países) se parecen más, en sus ansias destructivas y depredadoras, al tiburón de los mares que al león de las selvas.

“Shakespeare nos presenta en ‘El mercader de Venecia’ a Shyloch como el tipo usurero por antonomasia. Shyloch, el prestamista, vive obsesionado por ganar dinero y para ello esquilma despiadadamente a los necesitados con intereses exorbitantes. La dureza del corazón, la crueldad, el ansia insaciable de lucro, aun a costa del hambre, de la miseria y de la muerte de sus víctimas, son los rasgos típicos del espíritu de Shyloch. La figura de Shyloch, del gran dramaturgo inglés, es el símbolo más apropiado para analizar el comportamiento, en el momento actual, de los grandes bancos internacionales y de los países industrializados. Han variado los procedimientos del despojo y la condición y el número de las víctimas, pero es la misma avaricia la que dicta sus normas de conducta. Ahora ya no serán contadas personas particulares las explotadas y expoliadas de una manera inmisericorde. Serán millones de personas, que ni siquiera llegan a percibir, en la mayoría de los casos, de quién es la mano que les despoja de sus bienes más elementales, quienes sufrirán sus desastrosas consecuencias.” (1)

Ya Aristóteles (384-322 aC) afirmaba en su obra “Política” que es contra la naturaleza el que dinero produzca dinero, y consideraba usura o todo préstamo con interés por mínimo que fuere.

Yéndonos al Antiguo Testamento, Moisés prohíbe al pueblo hebreo que cobren cualquier tipo de interés a los de su propio pueblo. (2) En la ley mosaica se instaura el “año jubilar” o “año de gracia”: pasados siete años sin que el deudor pudiera devolver lo prestado, se debía perdonar toda la deuda sin contraer ninguna otra obligación por ello.

¿Es posible desprendernos de las garras de este poder financiero?

Como hemos visto en el párrafo anterior, hubo una manera de salir del mismo, “el año jubilar” establecido por Moisés. Esta solución surge desde el mismo gobierno del pueblo hebreo, es decir desde arriba. Hoy, lamentablemente por la manera en como se ha ido conformando con el correr de los años, o mejor dicho de los siglos, la relación económica de las sociedades en todo el universo, es imposible que algún gobierno tenga la posibilidad de tomar una medida como la de Moisés. Muchos son los condicionantes que el poder financiero ejerce en ese “mercado del egoísmo”, como así también numerosas las formas de extorsión y represalias que toman contra aquellos que no se avienen a cumplir o aceptar sus reglas.

Nos resta entonces buscar la solución desde abajo, es decir con los trabajadores. Por supuesto que no será fácil ya que también tendremos que afrontar las amenazas y peligros lo mismo que los gobiernos, pero si apelamos a la fuerza más poderosa que tenemos, la solidaridad, podremos ir comenzando a construir un “mercado social y solidario” donde las fluctuaciones del otro tipo de relaciones económicas no interfieran nuestros propios intereses de clase. Tengamos en cuenta que somos las víctimas de este injusto e inmoral régimen que nos considera simplemente como consumidores de cosas y no como seres humanos que tenemos derecho a tener un buen vivir junto a nuestra familia y la sociedad en su conjunto.

Una economía social y solidaria

Afortunadamente hoy existen claros ejemplos de grupos solidarios que se fueron creando y consolidando en la sociedad para lograr en el futuro ese “mercado solidario” que mencionáramos anteriormente.

Las empresas recuperadas: La profunda crisis vivida en la Argentina a partir de los años 90, que llevó a la destrucción del aparato productivo y la contracción del mercado interno, generó exclusión social, crecimiento exponencial del desempleo y subempleo y vulnerabilidad social; trajo aparejado grandes movimientos sociales y la aparición de nuevos actores, entre ellos, las empresas recuperadas. Este fenómeno se refuerza a partir del 2001. Del total de empresas recuperadas, el 65% surgen entre los años 2001 y 2003. La mayoría de las empresas recuperadas son empresas manufactureras, existiendo también comerciales, de transporte y de servicios. Estas empresas pertenecientes a la Economía Social y Solidaria nacen como una herramienta de inclusión social para los trabajadores generando de esta manera una alternativa a la economía capitalista. (3)

El anterior es sólo un botón de muestra de la red que se va tejiendo en esta forma de ejercer las relaciones económicas, actualmente existen muchas cooperativas que fueron surgiendo para dar respuesta a las adversidades que nos impone el sistema vigente.

Es muy importante que ya existan algunos sindicatos que están atacando el problema para tratar de “sacar” a sus afiliados de las cadenas del sistema financiero neo-liberal. Ellos mismos financian compras de algunos productos sin interés en pocas cuotas o con muy bajo interés en mayores plazos.

Para ir incrementando este sistema social y solidario es importante tener en cuenta algunas premisas: cambiar nuestros hábitos de consumo, informarnos con sentido crítico a fin de identificar noticias erróneas o falsas o anuncios publicitarios que nos puedan inducir a consumir o cambiar cosas que no necesitamos aumentando así nuestra adición al consumismo.  

Aunque lo más importante es nuestro compromiso y participación en instituciones o empresas de la economía social como mutuales, cooperativas, cámaras de pequeños industriales y comerciantes, etc., desde las cuales podamos favorecernos solidariamente y despegarnos del criminal asedio del poder financiero que nos seduce de diversas maneras, la más frecuente y mayoritaria: las tarjetas de crédito.

A modo de reflexión final

Tomando como punto de partida la experiencia del Éxodo del pueblo de Israel guiado por Moisés, hoy todos los varones y mujeres de buena voluntad y dispuestos a salir de la esclavitud a que nos tiene sumidos la ideología liberal capitalista, debemos organizarnos, aunar esfuerzos y luchar como lo han hecho aquellos hace 3200 años atrás, sólo así lograremos los oprimidos cruzar nuevamente el Mar Rojo, y sepultar en él a la globalización económica y todas sus consecuencias.

Nicolás Salcito

 

(1)   (!)  “La deuda externa es inmoral” Gregorio Iriarte. Ed. Paulinas 1992.

(2)    (2) A.T. Dt 23,19-20

(3)    (3) Universidad Nacional de Rosario

 

Ver la publicación completa en:

www.haciendocamino.com.ar/hc-171.pdf

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