domingo, 26 de diciembre de 2021

EDITORIAL HACIENDO CAMINO DICIEMBRE 2021


ESPÍRITU NAVIDEÑO

Tradicionalmente la celebración de la Navidad ha sido, y sigue siéndolo, un encuentro familiar. Que hermoso sería si en esta oportunidad podríamos reunirnos para su celebración en el hogar inmenso de la Patria, para ello deberíamos tener un vínculo de unión que nos permita reconocernos como hermanos y hermanas: ideales semejantes y compartir los mismos amores, aceptando como premisa que la Patria es el otro/a y entonces la felicidad de la Navidad se convertiría en ese Espíritu Navideño que con mucho fervor anida en nuestros corazones mientras dura la celebración.

Por eso nos regocijamos y nos alegramos en la fiesta de la Nochebuena. Hace más de veintiún siglos Dios eligió a los humildes pastores de Belén para anunciar el advenimiento de la paz a los hombres de buena voluntad. Sobre aquél mensaje, los hombres de mala voluntad han acumulado veintiún siglos de guerras, crímenes, explotación y miseria, precisamente a costa del dolor y de la sangre de los pueblos humildes de la tierra. Para poder disfrutar el Espíritu de la Navidad, debemos imitar la humildad de aquellos pastores del Evangelio.

Salvando las distancias y remedando el cántico antiguo, podríamos decir que Dios ha hecho grandes cosas entre nosotros, deshaciendo la ambición del corazón de los soberbios/as, derribando de su trono a los poderosos/as, ensalzando a los humildes y colmando de bienes a los pobres.

Por eso la Nochebuena nos embarga el corazón con la armonía de sus encantos prodigiosos, porque la Nochebuena es nuestra, es la noche de la humildad, la noche de la justicia.

Esta noche también sentimos que empieza ya a morir el año que termina. Por eso nos gusta rememorar las alegrías y las penas que nos trajo sobre el hombro de sus días, de sus semanas, de sus meses, especialmente en los tiempos de pandemia, y hasta los dolores ya sobrepasados nos parecen esta noche menos  amargos. Acaso, precisamente, porque ya son recuerdos.

Que hermoso sería que nos sintamos felices porque en el seno de la gran familia argentina que formamos, todos/as nos reconozcamos hijos/as iguales de la misma Patria, con los mismos derechos y los mismos deberes, solamente así podremos abrir nuestro corazón a la palabra ardiente del amor y comprender el verdadero sentido de la fraternidad.

Sentimos la necesidad de decirle a los hombres y mujeres del mundo el sencillo secreto de nuestra felicidad, que consiste en poner la buena voluntad de todos/as para que reinen la justicia y el amor. Primero la justicia, que es algo así como el pedestal para el amor.

No puede haber amor donde hay explotadores y explotados. No puede haber amor donde hay oligarquías dominantes llenas de privilegios y pueblos desposeídos y miserables. Porque nunca los explotadores pudieron ser ni sentirse hermanos de sus explotados y ninguna oligarquía pudo darse con ningún pueblo el abrazo sincero de la fraternidad.

El día del amor y la paz llegará cuando la justicia barra de la faz de la tierra a la raza de explotadores y de los privilegiados, y se cumplan inexorablemente las realidades del antiguo mensaje de Belén, renovado con la lucha cotidiana de los humildes para defender sus derechos y adquirir cada vez más una justa y equitativa distribución de la riqueza.

¿PUEDE EL ESPÍRITU NAVIDEÑO EXTENDERSE DURANTE EL RESTO DEL AÑO?

domingo, 5 de diciembre de 2021

EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO NOVIEMBRE 2021

 

RICOS, PRIVILEGIADOS, DESIGUALES

¿QUÉ QUIEREN LAS ÉLITES DE LA ARGENTINA?

Nos pareció oportuno hacer conocer a nuestros amigos y amigas la nota publicada por la revista ANFIBIA de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), debido a su claridad en tocar temas a los cuales desde este espacio muchas veces nos hemos referido. Sugerimos a ustedes luego de leer el fragmento de la misma que publicamos, accedan a la nota completa en el sitio que figura al pie de la presente. Con seguridad no quedarán defraudados:

Del poder económico a la elite política

¿Quiénes mandan en este país y qué es lo que quieren de él? ¿Son los mismos que los de hace 50 o 100 años? ¿Qué poder tienen? ¿Qué tienen que ver con la democracia? ¿Querrán hacer algo con la desigualdad? Esta investigación de Paula Bistagnino navega por el pensamiento y las prácticas de algunxs representantes de las clases privilegiadas del país y forma parte de un especial latinoamericano editado por Pere Ortin y con el apoyo del programa de medios y comunicación para América Latina de la fundación Friedrich Ebert (FES Comunicación).

En el cono sur, en lo más remoto de América Latina, hay un país extenso que tiene a un tercio de sus 45 millones de habitantes en el 1 por ciento de su territorio. Una buena parte del resto de su geografía es de naturaleza diversa y bella, y otro tanto es de campos fértiles y productivos en los que se cultivan granos y se crían carnes de exportación. Como casi todos sus vecinos, se independizó hace más de dos siglos de España. Es una república y tiene un sistema democrático fuerte, aunque joven en su fortaleza si se considera que hace menos de medio siglo tuvo la dictadura militar más sangrienta de su historia.

El relato constitutivo de la identidad nacional se construyó sobre la negación de los pueblos originarios, diezmados y oprimidos por la colonia y después. Un mito fundacional que perdura y que junto a los amplios sectores medios alimentan una creencia instalada: es distinto a su región. Quizá por eso hoy cuesta asumir un índice de pobreza de más del 40 por ciento que atropella cualquier idea de justicia social. Vaya esta foto algo arbitraria de la Argentina antes de hacerse algunas preguntas. ¿Quiénes mandan en este país  y qué es lo que quieren de él? ¿Son las de hoy las mismas minorías privilegiadas que hace 50 o 100 años? ¿Qué poder tienen? ¿Qué tienen que ver con la democracia? ¿Querrán hacer algo con la desigualdad?

A fines del siglo XIX en la Argentina había una oligarquía terrateniente, que era la minoría privilegiada por excelencia: tenía la suma del poder económico, el control del Estado y ostentaba además ser el modelo cultural, que imitaba a las élites europeas e imponía a las clases medias en ascenso. Pero ya a lo largo del siglo XX se empezó a hablar de clases altas o de burguesías terratenientes e industriales.