domingo, 14 de octubre de 2012

Cinco centrales sindicales que pueden ser seis, siete y ocho



Movilizaron a Plaza de Mayo dos de las cinco centrales gremiales,
enemistadas con el gobierno. Como al interior de esas cinco suelen
convivir más tendencias, en realidad su número, mayor, podría ser el
del programa de la TV pública.
EMILIO MARÍN

La política tiene esos raros escenarios donde los enemigos de ayer se
convierten en los cálidos amigos, sin que se sepa cómo será la
relación mañana. Pablo Micheli, que en 2010 tomó la posta de Víctor De
Gennaro en una de las dos corrientes que conformaban la CTA, no podía
ni verlo a Hugo Moyano. La antipatía era recíproca. El estatal
defenestraba a todo aquel que tuviera simpatía por los Kirchner, y el
camionero era defensor a ultranza de Néstor y Cristina.
Pero esos hielos continentales que separaban a Micheli de Moyano se
fueron derritiendo a medida que el segundo fue alejándose del
gobierno. Él quería tomar esa distancia pero desde Balcarce 50 lo
cascotearon para que pusiera la reversa y se fuera con su camión a
otra parte.

La oficialización de un romance entre los dos gremialistas otrora
distantes se oficializó en junio. Micheli declaró que concurriría a la
Plaza convocada por la CGT por la universalización de las asignaciones
familiares y el no pago del impuesto a las ganancias sobre los
salarios. Al final no fue por problemas de cartel (después algunos
sindicalistas se quejan de que los traten como si fueran vedettes).
El vínculo estaba establecido: M y M harían movilizaciones conjuntas,
enfiladas contra el gobierno nacional. Y eso es lo que ocurrió el
miércoles 10/10, cuando esa parte de la CTA llamó a “reventar la plaza
de Mayo”, con demandas que en general nadie podría calificarlas de
incorrectas. A saber, aumentos salariales y previsionales, no pago del
impuesto al salario, control de la inflación real que no es la del
INDEC, rechazo al proyecto oficial de reforma al sistema de riesgos
del trabajo y otros puntos.
El problema que tiene esa agenda, según otras lecturas –que este
cronista comparte- es que se la utiliza como si fuera un arma
disparada contra el gobierno nacional. Se lo considera a éste como el
enemigo principal de los trabajadores y de los gremios.
En cambio los caceroleros de teflón y el motín destituyente de
prefectos y gendarmes no merecieron críticas de Micheli y Moyano. El
referente político del primero, De Gennaro, ratificó sus posiciones
favorables a la sindicalización de esas fuerzas de seguridad, de
grueso calibre y poca puntería democrática. Fue un aval a los
edificios Guardacostas y Centinela.
El camionero, por su parte, fue más explícito en avalar las protestas
de la clase media y alta, el 13/9, y de los uniformados armados en la
primera semana de octubre.

Dos que pueden ser cuatro
Esas dos centrales pueden ser cuatro, según cómo se mire. Es que
tienen líneas internas que marcan diferencias político-gremiales que
en algún momento pueden dar lugar a cismas.
ATE Capital Federal no quiso participar del paro y acto del miércoles.
El argumento de los delegados y activistas de ese gremio –columna
vertebral de la CTA- fue que la medida de fuerza no había sido
consultada ni decidida por las asambleas de la entidad. Parece una
observación válida, tratándose de un gremio que bajo la inspiración de
Germán Abdala siempre hizo valer esos mecanismos.
Pero también había rechazo a compartir una jornada con Camioneros y
Eduardo Buzzi, de la FAA. El 20/9, en un reportaje realizado por
Marcelo Paredes, de ACTA (vocero de esa CTA), se le preguntaba: “¿Hay
críticos a la "unidad de acción" en la CTA?”. Y Micheli contestaba:
“Hay compañeros que tienen prejuicio por juntarse con Moyano,
prejuicio a la foto”. Plantear la oposición sólo en términos
fotográficos minimiza las diferencias que le aparecieron con esta
jugada.
El dirigente estatal es políticamente dependiente del FAP, subsector
Unidad Popular (De Gennaro y Claudio Lozano). Y en esa CTA también
militan sindicalistas de la CCC y del MST (que tributan a Proyecto
Sur). En el histórico paseo también estuvieron los sindicalistas de
partidos trotskistas (PO, PTS e IS), que no comulgan en política con
Micheli ni con Moyano, aunque también aquí se verifica el pensamiento
borgeano: los une el espanto a Cristina.
Micheli por ahora pudo contener a esas fracciones contrapuestas pero
no se sabe por cuánto tiempo. Apenas terminó el acto voló a Nueva
York, invitado a una reunión en la ONU donde rechazó la ocupación
militar de Haití. Varios medios lo escracharon como que había ido a
Miami, de compras. Al cronista le pareció una chicana. El sindicalista
tiene otras limitaciones, aquí enunciadas, pero no es ninguna Susana
Giménez; su avión hizo una escala en esa ciudad de La Florida.
Lo que no podrá decir que fue un invento de la prensa oficialista su
errónea apreciación de “reventar la plaza”. Los más exaltados dijeron
que se habían reunido 80.000 almas. Quizás sea difícil contar las
almas, pero las fuentes más críticas del gobierno, como Clarín,
arriesgaron que había 30.000 o 40.000 personas. “La Nación” calculó
entre 20.000 y 30.000. En cualquier caso muy lejos de lo que declaró
Micheli a ACTA en el citado reportaje: “si el 11 de octubre somos 200
mil en la Plaza de Mayo es probable que no todos  pensemos igual pero
eso no nos tiene que asustar”. Asusta esta monumental pifia.
A su vez Moyano no las tiene todas consigo. A los aliados que
emigraron, como Omar Viviani, se sumaron las diferencias con su asesor
Héctor Recalde y los matices de su hijo Facundo. En sus embates más
virulentos contra Cristina no lo acompañan Juan Carlos Schmidt ni el
adjunto Guillermo Pereyra. Esa CGT también puede ser “un que se divide
en dos”, además de la escisión ya producida con Antonio Caló.
En la primera semana de octubre el camionero lanzó en La Falda su
Programa de 21 puntos. En líneas generales contiene lineamientos
aceptables, como la propuesta relativa a viviendas: “proponemos la
nacionalización del Banco Hipotecario Nacional y que vuelva a ser
gerenciado por el Estado”. Lástima que esas palabras sean llevadas por
el viento de sus alianzas con sectores retrógrados y conservadores
como el duhaldismo, el sciolismo y el delasotismo.

Los Gordos y el docente
El 9/10 la presidenta recibió a los “Gordos” de la CGT que los mal
pensados –incluido el cronista- llaman “Balcarce” y sólo omiten la
numeración (50). Concurrió el Consejo Directivo de 35 miembros
encabezado por el metalúrgico Caló, el mismo que se había opuesto a la
propuesta de sus aliados (y quizás de Cristina) de que hubiera un
triunvirato en vez de un secretario general. “Una secretaría de tres
cabezas es un monstruo”, descalificó el que ahora aspira a erigir esa
central en la CGT única, como cantaban los asistentes al congreso en
Obras Sanitarias, el 3/10. El Comité Central Confederal lo habían
realizado en el Teatro Empire, propiedad de la Unión Ferroviaria, que
tiene encarcelados y juzgados a José Pedraza y otros dirigentes, por
el crimen de Mariano Ferreyra.
La UOM, con Augusto Vandor, Lorenzo Miguel, José I. Rucci, Victorio
Calabró, Naldo Brunelli y otros líderes no se ha caracterizado
precisamente por su defensa de un modelo combativo ni pluralista. Caló
representa esa tradición de “Patria Metalúrgica” que vio privatizar a
Somisa sin tirar ni un chasquibúm. Más bien fue socia de esa
enajenación que favoreció al pulpo Techint.
El nominado como adjunto es Andrés Rodríguez, de UPCN, un fervoroso
cristinista pero tremendo menemista de anteayer. El responsable de
relaciones internacionales es Gerardo Martínez, de UOCRA, sindicado
como buchón de la dictadura y el Batallón 601.
Que un gobierno decente como el de Cristina defina que su “pata
sindical” son los “Gordos” es una mala noticia. Tan mala como que a
nivel empresarial privilegie la alianza con la Unión Industrial, donde
mandan los monopolios.
Caló dijo haber reunido en su CCC a 91 gremios. En su interior hay
“Gordos”, Independientes y MASA. Pensar en divisiones allí no es un
pronóstico aventurado. Hoy se cobijan bajo el calor oficial, pero ya
lo aludió el tango: hoy un juramento, mañana una traición. Es un amor
de estudiante, pero también de burócratas.
Se puede prescindir del análisis de la CGT Azul y Blanca, de Luis
Barrionuevo. Es un sello marchito y decadente, igual que su mentor,
Duhalde.
Sí se debe analizar la evolución de la quinta central, la CTA del
docente Hugo Yasky, que viene afirmándose como una propuesta
interesante.
Tiene una política de defender los logros del gobierno y en eso se
diferencia de los demás, lo que dialécticamente puede provocarle
debilidad cuando no sale a la calle todas las veces que debiera
hacerlo, por reclamos justos.
Esta CTA recuperó a la FTV de Luis D´Elía y acaba de ganar la
seccional Villa Constitución de la UOM. Fue recibida por la presidenta
el 9/8 y al mismo tiempo está recorriendo el país. Anteayer el docente
estuvo en Bell Ville, donde debatió con cien personas en el Hotel
Italia y propuso un impuesto a los altos ingresos: 15.000 pesos para
el trabajador soltero. Es difícil que la CFK y Hernán Lorenzino estén
de acuerdo en subir tanto la vara, pero es bueno que un kirchnerista
como Yasky lo haya propuesto.



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Sergio Ortiz
face: Sergio Ortiz
twitter: sergioortizpl

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