martes, 18 de septiembre de 2018

EDITORIAL HACIENDO CAMINO DE SETIEMBRE


“LA SEGUNDA REVOLUCIÓN CAPITALISTA” (Ignacio Ramonet)

En noviembre de 2002 en un reportaje que Jorge Halperin le hiciera a Ignacio Ramonet, que luego se plasmaría en el libro “Ramonet (El mundo en la nueva era imperial)”, éste último manifestaba: “Se han hecho muchas críticas a la primera fase, la del capitalismo industrial, pero ahora estamos en el capitalismo en su fase financiera y ese es el gran adversario: el capitalismo financiero”. Si analizamos en profundidad este fenómeno nos damos cuenta que hoy el mundo está dominado por el imperio de las finanzas, que con su ocultamiento legal como la anonimidad de las empresas y los paraísos fiscales donde nadie pregunta de quién es el dinero que ingresa, sino simplemente lo importante es que ingrese a sus bancos, el producto bruto mundial, por denominarlo de alguna manera, está en manos de muy pocas personas y que éstas manejan a discreción gobiernos, países y regiones según su propia conveniencia.
Si bien el capitalismo industrial desde su inicio con la llamada Revolución Industrial siempre tuvo en sus metas la explotación del trabajador, también es real que los mismos trabajadores se fueron organizando para defenderse de esa explotación a que eran sometidos en las primeras fábricas, se constituyeron en organizaciones gremiales que dieron su lucha, que no fue sencilla, para ir reivindicando derechos como el horario laboral, los tiempos de descanso, limitar el trabajo de los niños y niñas y otras más que se fueron logrando a través del tiempo.

Otro elemento importante para frenar el ansia insaciable que tienen los patrones fue cuando los Estados comienzan a tomar partido en las relaciones laborales y fomentan con una legislación social determinadas condiciones en beneficio del  sector del trabajo, así aparecen derechos como vacaciones pagas, aguinaldo, convenciones colectivas de trabajo, salario mínimo y tantas otras conquistas que también se fueron dando durante gobiernos de corte nacional y popular como el de Hipólito Irigoyen y Juan D. Perón. Durante este último se crea el Ministerio de Trabajo, dándole de esta manera un estatus de importancia al movimiento de los trabajadores, no es casual la eliminación de este ministerio durante las dictaduras de Aramburu y Onganía, siendo mucho menos casual en el actual gobierno neo-liberal que encabeza Mauricio Macri, que tampoco es por simple coincidencia que en sus discursos y en el de algunos de sus funcionarios mencione que el país está atrasado desde hace 70 años, si hacemos la sencilla cuenta se refiere al año 1948, es decir en pleno gobierno Justicialista, en el cual los derechos sociales fueron de una importancia tal que tuvieron status constitucional en la Constitución de 1949. Lo que está atrasado no es el país, lo que si existían límites a la voracidad empresarial.
De la lucha de clases al exterminio de clase
Las tensiones entre las fuerzas del capital y el trabajo son históricas, se habló con la aparición del Manifiesto Comunista de lucha de clases, refiriéndose a las formas en que el sector más débil, a pesar de ser el más numeroso, pudiera evitar que como dice el dicho “el pez grande se come al más chico”. Esta batalla permanente no ha sido gratuita, costó sangre, sudor y lágrimas a las familias trabajadoras.
Como decíamos más arriba esa lucha fue convirtiéndose en organización por parte del sector laboral y en legislación de parte del Estado con signo nacional y popular. Hoy en nuestro país se vienen vulnerando sistemáticamente las conquistas de los trabajadores y ese avasallamiento de derechos son realmente una herramienta que atenta contra la vida misma de los sectores más vulnerables, es decir tienden a su exterminio como clase. Muestra de ello es la eliminación, como expresamos antes, del Ministerio de Trabajo, agravándose la situación con la desaparición del Ministerio de Salud, el de Cultura, el de Ciencias y Tecnología, todos ellos herramientas para el crecimiento del país y por consiguiente de sus habitantes.
Estas medidas repercuten en todo el tejido social, así vemos como los jubilados están perdiendo día a día beneficios en los medicamentos y atención médica y las pequeñas y medianas empresas están cerrando sus puertas lo mismo que muchísimos comercios, con la triste consecuencia del desempleo de muchísimos compatriotas que se quedan sin poder acceder al sustento de sus familias. El salario de los trabajadores y las jubilaciones han sufrido una enorme pérdida del poder adquisitivo debido al aumento extraordinario de los precios por la inflación, el aumento en las tarifas y la crisis cambiaria, además de la especulación empresaria.
Como dice el papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangellii Gaudium: “Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del ‘descarte’ que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son ‘explotados’ sino desechos, ‘sobrantes’”.
Ramonet menciona al capitalismo financiero como nuestro gran adversario, personalmente creo que es algo más que eso, es nuestro verdadero enemigo y al cual debemos ponerle el pecho de la misma manera que en los primeros años del capitalismo industrial lo hicieron los trabajadores, hoy el sistema neo-liberal nos ha trasportado nuevamente a una inequidad tal que organizarnos para lograr parar estos atropellos es de vital importancia para la supervivencia como clase trabajadora, englobando en ella a todos quienes no conforman ese puñado de individuos cuyo fin principal es el lucro a cualquier costo, además de manifestar en los hechos, aunque nos digan discursos bonitos, la más brutal falta de solidaridad y respeto hacia el prójimo.
Hasta el mes próximo.

Nicolás Salcito

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