lunes, 20 de agosto de 2012

REINO UNIDO AMENAZA ENTRAR POR LA FUERZA A SU EMBAJADA


Correa, presidente de Ecuador, otorgó asilo a creador de WikiLeaks

El 16 de agosto será recordado por Julian Assange: ese día el
presidente de Ecuador resolvió a favor de su asilo. Ahora no hay sólo
una cuestión humanitaria sino de soberanía, pues Londres amenaza a
Quito.
EMILIO MARÍN

La mayoría de los lectores debe saber quién es Julian Assange, quien creó hace unos años el sitio WikiLeaks. Pero conviene refrescar en
pocas líneas de quién se trata, ahora que su caso se ha convertido en una noticia de relevancia en las agencias de noticias del mundo.
Assange es un periodista valiente porque en 2010 publicó –en total- más de 400.000 cables secretos de unos 50 gobiernos, pero esencialmente del de Estados Unidos, su Departamento de Estado y embajadas, y el Pentágono.

Por eso para muchos se está frente a un periodista valiente. No podía
desconocer que esas revelaciones le granjearían algo más que la
antipatía u hostilidad de la Casa Blanca y otros gobiernos.
En las antípodas, para el imperio puesto en evidencia y ridículo, y
para gobiernos y políticos que quedaron desnudos y genuflexos en sus
relaciones con la potencia, Assange es funesto. Sería un mero “hacker”
que actuaba por dinero, como mínimo para algunos, hasta un peligroso
“terrorista” por haber dañado la “seguridad nacional” estadounidense,
para otros.
Es que en ese fárrago de claves antes guardados bajo siete llaves se
confirmaron crímenes y torturas en Irak y Afganistán, con helicópteros
norteamericanos que ametrallaban a civiles, incluso periodistas, y
luego admitían a regañadientes que eran “daños colaterales”.
Además de esas verdades ocultas en las dos guerras mencionadas, la
data de WikiLeaks fue muy interesante porque mostró cómo las embajadas
de EE UU en todo el mundo fungen como dependencias de inteligencia, en
detrimento de las soberanías de esos países. No sólo en naciones
claramente enfrentadas con Washington, como Ecuador y Bolivia, sino
también en otras que navegan a dos aguas en esa relación, caso de
Argentina.
Hillary Clinton le preguntaba a la embajada en Buenos Aires sobre los
estados de salud de la presidenta Cristina Fernández, como siguiendo
el hilo de su supuesta “bipolaridad”. Heather Hodges, embajadora en
Quito, reportaba que Rafael Correa había designado ex profeso a un
jefe policial a pesar de conocer sus antecedentes de corrupción. La
diplomática sangraba por la herida de que el presidente hubiera
cortado el vínculo entre cuerpos “especializados” de su policía con
sus similares estadounidenses; se reportaban a esa legación antes que
al gobierno de la “Revolución Ciudadana”.
Los cables de WikiLeaks mostraban a políticos argentinos especialmente
amistosos con el país del Norte, entre ellos Daniel Scioli, Jorge
Capitanich, Mauricio Macri, Sergio Massa y Amado Boudou.
Con sus revelaciones sobre el submundo del Departamento de Estado y el
Pentágono, Assange se convirtió en un blanco móvil. Parecía llevar
escrito en la frente un cartel que decía: “mátenme hoy, mañana es
tarde”.

Carambola a dos bandas
Barack Obama, el descolorido Premio Nobel de la Paz, reaccionó con
mentalidad hitleriana frente al escándalo. En estos temas “de Estado”
se comprueba que demócratas y republicanos pueden tener diferencias
tácticas y de estilo, pero que coinciden en defender los intereses
comunes del imperio, las multinacionales y las guerras.
Por una parte, ordenó al Secretario de Justicia y la canciller Clinton
reunir toda la información para armar una causa judicial en contra del
periodista, bajo la acusación de espionaje y violación de la seguridad
nacional. Los cargos son gravísimos y pueden implicar hasta la pena de
muerte para el acusado, claro que para ello debían poder ponerlo entre
rejas en Londres, donde residía, y luego extraditarlo a la “cuna de la
libertad”.
La otra exteriorización del odio de las autoridades norteamericanas
por el suceso fue que terminaron arrestando a un joven soldado propio,
Bradley Manning, que había prestado servicio en Irak. Lo aislaron en
calabozos de castigo y lo acusaron de haber sido quien facilitó a
WkiLeaks el material sensible.
En junio pasado comenzó el juicio en contra de Manning, en una corte
militar en Fort Meade, Maryland. Le formularon 22 cargos en contra,
entre otros “connivencia con el enemigo”. El fiscal ya aclaró que si
este delito es probado, pedirá la cadena perpetua. El 21 de setiembre
próximo se conocerá el fallo de este proceso iniciado en febrero, que
tiene al soldado como blanco pero también es un tiro por elevación al
corazón de Assange.
Con ese objetivo de represalia, Washington necesitaba capturar al
australiano pues ya tenía a Manning. El problema es que aquél residía
en la capital británica y sentarlo en Maryland u otra corte propia
requería de pasos previos.
Así se explica que dos mujeres que viven en Suecia denunciaran a
Assange de violación y abuso sexual. Una dijo que durante el acto se
rompió el preservativo y aquél no quiso cambiarlo. La otra dijo que
luego de una primera relación con preservativo, el hombre tuva una
segunda sin ponerse otro. El acusado dijo que habían sido relaciones
consentidas entre personas adultas y denunció el fondo de la maniobra.
Explicó que pedían su detención en Londres y la extradición a Suecia,
pero el viaje terminaría en EE UU, que lo reclamará a Suecia para
juzgarlo por afectar la “seguridad nacional”. Una carambola a dos
bandas.
El periodista estuvo detenido poco tiempo y en libertad condicional
durante el proceso. Se defendió en el Reino Unido tanto como pudo,
pero al cabo de más de un año y medio se agotaron sus recursos
judiciales. Y el 19 de junio de este año entró a la embajada de
Ecuador en el elegante barrio Knightsbridge, pidiendo asilo político.
Tenía mucho miedo.

Correa, humanidad y soberanía
El presidente ecuatoriano recibió una brasa caliente. Por un lado
debía atender a una situación humanitaria de un periodista que le
pedía ayuda. Era muy diferente a los dueños de medios de comunicación
de su país, como los del diario El Universo, a los que había
querellado con éxito por sus calumnias y descalificaciones. Assange,
por el contrario, había dejado en paños menores al imperio y revelado
las injerencias de la embajada norteamericana.
Pero por otro lado el presidente sabía que si concedía el asilo se
ganarían una gran cuota extra de odio de Washington y Londres, lo que
es peligroso, sobre todo de la primera. En la región, después de
Chávez, la Casa Blanca tiene a Correa como el segundo gran enemigo.
El presidente ecuatoriano dijo que buscaría los antecedentes y haría
las consultas con los gobiernos involucrados, tomándose su tiempo.
Y así fue. El canciller ecuatoriano Ricardo Patiño informó que había
realizado un análisis exhaustivo, judicial y legal, que confirmó las
serias preocupaciones de Assange sobre que no tendría un juicio
imparcial y que corría peligro su seguridad e incluso su vida. Se
configuraba un “caso de manual” sobre afectación de los derechos
humanos del asilado.
La cancillería sudamericana pidió garantías a Londres de que si
extraditaba al periodista a Suecia asegurara que este segundo país no
lo iba a enviar a EE UU, pero no tuvo una respuesta favorable. Los
flemáticos británicos alegaron que ellos sólo lo enviarían a Suecia.
Lo demás no era asunto suyo.
Las aclaraciones de Suecia tampoco convencieron. Preguntado EE UU por
el mismo tema, contestó que era un “asunto bilateral” de Suecia e
Inglaterra.
Otro que se lavó las manos fue Australia. El gobierno laborista de la
primera ministra Julia Gillard nunca defendió a su ciudadano, quien le
había solicitado ayuda legal. Se notó el acercamiento de Australia a
EE UU, pues luego de la visita de Obama en noviembre de 2011 le
concedió el derecho de asentar 2.500 marines, punta de lanza hacia
China.
Ecuador optó por la solución humanitaria, tal cual lo informó Patiño
en rueda de prensa. El documento oficial citó numerosos tratados en
respaldo, desde la Carta fundacional de la ONU hasta la Carta de los
Derechos Fundamentales de la Unión Europea de 2000. Si el gobierno de
Correa tenía alguna pequeñísima duda, terminó de dilucidarla el  15 de
agosto, cuando el Foreing Office lo amenazó por nota oficial. “Ustedes
deben ser conscientes de que existe una base legal en el Reino Unido,
el Acta de 1987, que nos permite tomar acciones para arrestar a
Assange en las instalaciones actuales de la embajada (...)
Sinceramente esperamos no tener que llegar a ese punto, pero si no son
capaces de resolverlo es una opción posible”, decía el paper.
Tras saber del asilo, el canciller británico William Hague declaró:
“no autorizaremos a Assange a salir libremente de Gran Bretaña”.
Significó no sólo una amenaza al asilado sino también una violación de
la soberanía de Ecuador.
Por ese motivo varios países sudamericanos se reunirán este fin de
semana en Guayaquil; hoy los del ALBA y el domingo los de Unasur.
Varios cancilleres y presidentes de la región se han manifestado a
favor de Assange y sobre todo de Correa y Ecuador. Cristina Fernández
y Héctor Timerman están un poco demorados pero al final también se
emblocarán en esta causa.



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Sergio Ortiz
face: Sergio Ortiz
twitter: sergioortizpl

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