miércoles, 23 de mayo de 2018

¿Qué es la cultura del trabajo?

EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO DE MAYO

Escuchando hace pocos días atrás a quien dirige los destinos de nuestra Patria decir que hay que volver a la cultura del trabajo, refiriéndose a que habría que trabajar los sábados y los domingos, aunque sea en forma voluntaria y como el primer día de este mes de mayo se celebra el Día del Trabajador, consideré conveniente analizar qué es realmente la Cultura del Trabajo. Por supuesto es una definición equívoca ya que no es lo mismo para algunos que para otros. En el caso del presidente, quien es representante de la clase dominante (empresarial y financiera), tiene un sentido y para los que integramos la clase trabajadora significa otra cosa totalmente diferente.
Esto no es nuevo en nuestro país sino que viene desde la profundidad misma de nuestra conformación como Nación con el “pensamiento dicotómico” con que nos hemos ido organizando. “Civilización y barbarie” inaugura una política de desconocimiento del “bárbaro” distanciándolo como “otro”, y mediante una colonización pedagógica hace aparición la opción por lo que se considera “civilizado”.

Entrando en tema, allá por el año 1760 aparecía la máquina a vapor, también se inicia una nueva forma en la relación entre las fuerzas del trabajo, por un lado el capitalista y por el otro los trabajadores, fue lo que se llamó la Revolución Industrial. Este invento le permitió a un número no muy grande de personas acumular capital y fundar fábricas que necesitaban indudablemente personas que manejen las máquinas. En un principio, y por muchos años, esta relación fue de opresión para los que necesitaban ganar el sustento a cambio de su esfuerzo personal. Jornadas de “sol a sombra”, trabajo de mujeres y niños sin ningún tipo de seguridad física ni social. Lo más grave con salarios miserables los obreros y obreras eran como esclavos al servicio del empleador.
Con el correr de los años los trabajadores fueron organizándose y surgieron los sindicatos, donde el mayor valor era la solidaridad. Debido a esa unidad que se fue creando alrededor de los gremios comenzaron también a obtenerse ciertos logros para aplacar las ansias insaciables de ganancias de los capitalistas con una injusta y enorme inequidad en la distribución de los beneficios. A fines del siglo XIX crece la conciencia de la gravedad de la cuestión social. La explotación de los trabajadores propia del sistema laboral del capitalismo de entonces y la ideologización de sus reivindicaciones realizada por el socialismo constituyen el escenario de la cuestión social, y allí también hay una intervención de la Iglesia a la que intenta dar respuesta el documento de León XIII, Rerum Novarum (15/05/1891), siendo el primer paso de lo que luego se denominará Doctrina Social de la Iglesia.
Mucha agua ha corrido debajo el puente y vimos como el sistema reprimió a todo aquel que luchaba por obtener derechos frente a las patronales. Así tenemos que en 1886 se produce una huelga general en Chicago reivindicando la jornada laboral de ocho horas. Fueron ajusticiados cinco de sus protagonistas y tres recluidos.
En la ciudad de Nueva York el 25 de marzo de 1911 debido a un incendio provocado por la patronal, que además trabó las puertas de salida, murieron carbonizadas 146 mujeres costureras que reclamaban mejores condiciones de trabajo, salarios y horario de 8 horas, esta masacre fue un día sábado.
Creo que con estos dos ejemplos históricos se puede resumir la larga y permanente lucha de la clase trabajadora en busca de tener una vida digna, que no sea solamente trabajar para engrosar los bolsillos del empresario.
Ante la unidad de los trabajadores por medio de las asociaciones sindicales, los empresarios no se quedaron quietos y trataron por todos los medios de debilitar el poder que iban adquiriendo los sindicatos. La célebre frase de “divide y reinarás” es aplicada sistemáticamente por los poderosos, así provocan situaciones de corrupción entre los mismos trabajadores, presionan a sus empleados para que no adhieran al gremio y todo tipo de actitudes tendientes a debilitar la fuerza gremial con que se cuenta para enfrentar a los que tienen en sus manos el poder económico.
En la época de dictaduras militares hemos visto que lo primero que hace el poder es intervenir los sindicatos, echar a delegados o activistas gremiales, detenerlos e incluso asesinarlos, tal es el grado de odio de clase que experimentan los que acumularon fortunas a costa del esfuerzo ajeno. La generación del miedo es el arma predilecta y de mayor efectividad que poseen estos señores para dominar política, gremial y socialmente a la población.
No podemos dejar de lado la penetración sicológica y cultural que introducen en los cerebros de la ciudadanía las políticas mediáticas cuyo mayor resultado lo podemos visualizar no sólo con el acatamiento sino con la defensa que hacen muchos trabajadores de sus propios explotadores. Es muy común oír de boca de algunas personas frases como: “no trabaja el que no quiere”, “cada vez hay más feriados que fomentan la vagancia”, y otras por el estilo, lo que demuestra la efectividad de los métodos utilizados por el dominador. Lamentablemente muchos caen en la obsesiva pasión por estar ocupado que llegan a sufrir de una “adicción al trabajo”, que es una patología alienante que va carcomiendo al ser humano hasta convertirlo en un ente individualista, hostil y cómplice de la explotación de sus compañeros y compañeras.
En estos tiempos estamos sufriendo despidos de trabajadores, una flexibilización laboral encubierta generada por el temor a perder el empleo, los proyectos de ley sobre reforma laboral que están en carpeta del gobierno que nos llevan a poder afirmar sin temor a equivocarnos, que estamos volviendo a aquellos momentos iniciales de la Revolución Industrial, donde la explotación del hombre por el hombre llegaba al máximo de esplendor, por supuesto de los capitalistas dueños del poder y del dinero.
Queridos amigos y amigas, estas fueron algunas consideraciones de cómo podemos entender la “Cultura del Trabajo”, cada uno de nosotros reflexionemos sobre el tema y consideremos si los trabajadores tenemos o no derecho a una vida digna, que el esfuerzo que dedicamos a aumentar el capital del empresario debe servir para que con una jornada limitada de trabajo y bien retribuida nos deje tiempo para nuestras necesidades personales, tanto en recreación, en cultivarnos, en divertirnos, en fin a disfrutar de la vida.
Hasta el mes que viene.
Nicolás Salcito

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