martes, 17 de abril de 2018

EDITORIAL HACIENDO CAMINO DE ABRIL


EL INDIVIDUALISMO COMO SOSTÉN DEL NEO-LIBERALISMO

Luego de las elecciones, a medida que vamos caminando por nuestras calles, visitando a amigos y familiares, nos es difícil de entender como un trabajador, alguien sumido en la pobreza, inclusive algunos indigentes, hayan apoyado a la derecha votando a sus candidatos. Pero a medida que vamos cambiando opiniones con estas personas descubrimos una serie de frases hechas que hasta podemos considerarlas como denominador común en la mayoría de los casos. Por ejemplo: “con todos los gobiernos yo tuve que levantarme a la mañana para ir a trabajar”, “lo poco o lo mucho que tengo lo hice con mi esfuerzo”; y algunas todavía más tenebrosas como: “no habría que votar más, total siempre hay que laburar” o una peor; “yo con los militares estaba mejor, estaba ‘limpio’ así que a mí no me pasó nada”.
Notamos que este individualismo expresado por nuestros interlocutores contiene una enorme carga de egoísmo que los lleva a pensar y obrar con independencia de la existencia de los demás, con un inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace que se atienda el propio interés, sin cuidarse ni pensar en los otros que nos rodean.

Precisamente esta mentalidad no es fruto de un pensamiento racional de los individuos, sino que se va formando a través de la educación y sobre todo a la poderosa influencia de los medios que por medio de las publicidades van formando un estilo de vida de “ganadores” y por consiguiente de “perdedores” que son aquellos que no logran el nivel estipulado por el anuncio.
Hasta no hace mucho tiempo los gremios y sindicalistas luchaban por conseguir y mantener conquistas esenciales para el trabajador: sueldo decente, seguridad en el empleo, derechos sindicales, etc., hoy vemos que al acceder al mercado laboral, en especial los jóvenes, los trabajadores se sienten conminados a afrontar la relación laboral de una manera individual; sólo su esfuerzo y preparación los hará obtener beneficios en un mundo competitivo. Estas relaciones de una buena parte de este universo de personas están basadas en el miedo, tanto al despido como al empresario. Muy pocos trabajadores temporales expresan sentimiento de solidaridad con sus colegas, entre ellos hay un sentido de competencia y desconfianza, condicionado por las escasas posibilidades de un empleo permanente. Con respecto a los trabajadores fijos, hay una mezcla de envidia y resentimiento a partir del hecho de que se ocupan de sus propios intereses y tienen empleo protegido.
¿Cómo llega el neo-liberalismo?
Aprovechando el incipiente clima favorable a sus postulados, y la crisis del Estado Social que se vivía en un Occidente sumido en la deflación, el neoliberalismo bajó de los pupitres de las aulas universitarias y de las torres de marfil de sus pensadores para materializarse en la política. Los detentadores del gran capital vieron en los inicios de los 70 cómo una nueva mentalidad podía abrirse paso y dar cobertura a sus intereses, justificando un relanzamiento del proceso de acumulación capitalista y erosionando al mismo tiempo los pilares redistributivos en los que se asentaba el bienestar de las mayorías sociales. Y no dudaron en financiar y expandir el cambio a través del sistema educativo.
Las consecuencias de aquel viraje se proyectan, auto-reproduciéndose con mayor virulencia, en la actualidad. Los fundamentos filosóficos en los que los autores neoliberales intentan sostener sus teorías se recrean en el individualismo metodológico, en la inexistencia de valores supraindividuales capaces de articular mecanismos de solidaridad, en la consideración del ser humano como un sujeto racional, maximizador de los beneficios y egoísta. La fraternidad o la solidaridad, en la que se asientan los valores democráticos, no tienen cabida en el nuevo “homo economicus”. El Estado cobra aquí un papel determinante, pues al contrario de lo que se suele pensar, el neoliberalismo no pretende su extinción o reducción mínima al absurdo, sino su transformación para que sea más funcional a los intereses del mercado. No es de extrañar la apuesta constante y ya cansina por situar la figura del “emprendedor”, que recoge en sí todo el ideario neoliberal (“una persona hecha empresa a sí misma”), en la centralidad de las políticas públicas y del discurso político. Porque el neoliberalismo es también, y ante todo, discurso. La aplicación de modelos de mercado a todos los aspectos de la vida, incluida el matrimonio y la muerte.
Recuperar el humanismo para superar el ideal neo-liberal
Una nueva concepción de la naturaleza humana se ha puesto en marcha, y su virtualidad opera desde el mismo corazón de nuestros sistemas políticos. La pregunta que surge inevitablemente es: ¿cómo combatirla y superarla?
Desde el economicismo se hace difícil. Precisamente ese es el campo natural del neo-liberalismo, allí es donde se siente más a gusto.
Se hace necesario pues utilizar los mismos instrumentos con los que el neoliberalismo acabó triunfando en la sociedad. La educación y la cultura, como medios a través de los cuales difundir una nueva mentalidad, más humana y menos mercantilista, más fraterna y menos económica. La valoración del ser humano como fin y no como medio puede ser mayor obstáculo para la hegemonía neoliberal que concretos (y también necesarios) “triunfos” programáticos. Superar el discurso de la competitividad y la eficiencia no desde sus parámetros de análisis, sino desde un humanismo renovado que los rechace y aparte por completo. No somos mercancía, no somos contabilidad.
Un renovado humanismo que debe darse a través del recuerdo de nuestro pasado, del conocimiento pausado del inmenso legado del que somos portadores. Lejos de la volatilidad de la información, de la liquidez permanente del cambio por el cambio, de la banalización del saber por culpa de la facilidad de su acceso y de las nuevas metodologías posmodernas, recuperemos la escuela y la Universidad como motores de cambio, como espacios de desconexión donde el neoliberalismo no pueda entrar con la deshumanización de su propia trivialidad. Con ello, la vía política y económica quedaría expedita para una transformación más profunda y cada vez, más necesaria. Parece utópico un cambio tan rotundo de paradigma en nuestra cultura, y lo es. Por eso vale la pena intentarlo.
Nicolás Salcito
Fuentes consultadas:
Publicaciones de Gabriel Moreno González.
Informe ¿Qué ha pasado en España? De James Petras.

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