jueves, 26 de abril de 2012

REPSOL NO ES ESPAÑA


Juan Torres López
Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla

La única manera de entender las razones que provocan el furor con que
el gobierno español, los medios de comunicación y tantos tertulianos
de toda laya defienden a Repsol no puede ser otra que comprobar el
amplio listado de ex autoridades del Estado, incluyendo actuales
ministros, que han estado en su nómina, las miles de páginas y horas
de su publicidad que financian a los medios y quién sabe qué otro tipo
de influencias más inconfensables e inconfesadas.


Defender la españolidad de Repsol es algo demasiado forzado y olvidar
que los que ahora lo hacen con tanto ímpetu fueron, en su gran
mayoría, los que promovieron y llevaron a cabo la privatización de
empresas que entonces sí que eran efectivamente españolas, no solo
porque la totalidad o la inmensa mayoría de su capital era español, lo
que quizá incluso sea lo de menos, sino porque la estrategia
empresarial que perseguían respondía a intereses nacionales y no
globales que apenas si repercuten en el progreso de España y en el
bienestar de sus ciudadanos.

Desde que fue privatizada, Repsol tiene su cerebro y su alma puestos
en otros lugares e intereses y no se puede decir que haya sido España
en su conjunto quien se haya beneficiado de su actividad empresarial.
Utiliza paraísos fiscales para tratar de tener aquí la menor carga
fiscal posible, ha destruido empleo y a docenas de pequeñas y medianas
empresas española al someterlas a condiciones de pagos draconianas a
pesar de que cuenta con abundantes recursos financieros y liquidez
suficientes.

Es por ello una perversión inaudita que el gobierno y ex políticos en
su nómina salgan a defenderla y que no dijeran nada cuando Repsol
actuaba de esa manera lesiva para la economía nacional.

Y si la actuación en España de Repsol ha resultado tan escasamente
beneficiosa para nuestros intereses nacionales su comportamiento en el
exterior resulta sencillamente vergonzoso y justifica que los
españoles "de bien y como Dios manda", por utilizar la expresión que
tanto le gusta a Mariano Rajoy, hubieran condenado hace tiempo sus
desmanes y tropelías, especialmente, por cierto, en las tierras que en
los discursos oficiales tanto alabamos considerándolas como nuestras
hermanas. En Ecuador, Bolivia y otras latitudes ha provocado grandes
daños medioambientales y sociales y vulnera constantemente los
derechos humanos de pueblos enteros, generando una ingente deuda
ecológica allí donde actúa. Como otras multinacionales, que en
realidad no tienen Patria alguna, Repsol ha promovido gobiernos
totalitarios con los que poder llegar a acuerdos que la exonerasen de
pagar impuestos y cuando otros dignos y con vergüenza se lo han
exigido ha puesto el grito en el cielo y recurrido a su españolidad,
como ahora, para recabar el apoyo de gobiernos y medios de
comunicación.

¿Dónde estaban entonces los defensores del libre mercado y la
competencia, de la justicia, la libertad y los derechos humanos?

En Argentina, como en otros países, Repsol utiliza las respectivas
filiales nacionales, como hacen todas las empresas multinacionales,
para fijar los llamados "precios de transferencia" (artificialmente
bajos para hacer que aparezcan pérdidas allí donde conviene y
beneficios en donde pueden conseguir tratamiento fiscal y condiciones
políticas más favorables). Y en lugar de orientar la explotación de
los recursos nacionales hacia el abastecimiento interno que cubra las
necesidades de la población y satisfaga los respectivos intereses
nacionales, se utiliza como parte de una estrategia de maximización de
beneficios global que, entre otras cosas, pasa por considerar al
petróleo, y al resto de las materias primas, como una commodity, es
decir, no solo un bien orientado a la producción y el consumo sino,
sobre todo, a su utilización como activo financiero para especular con
él en los mercados.

Confundir los intereses de Repsol con los de España es un insulto a la
inteligencia de los españoles. Ni es española por la composición de su
capital -mayoritariamente en manos de intereses extranjeros-, ni por
la estrategia empresarial que persigue ni, como he dicho, porque
beneficie principal o sustancialmente a las familias o empresas
españolas. Más bien todo lo contrario.

Y la defensa numantina que ahora quiere hacer de Repsol el gobierno
resulta verdaderamente patética y vergonzosa cuando día a día se
somete sin más a los mercados, a los bancos que han provocado la
crisis, a los grandes grupos empresariales y al gobierno alemán que
impone medidas totalmente lesivas para los intereses españoles. ¡Eso
sí que merecería una respuesta valiente y patriota por parte de
nuestro gobierno y de los medios de comunicación!

Lo que está haciendo el gobierno es patético y se debe decir
claramente: no está defendiendo los intereses de España y de sus
ciudadanos, como dice, sino de una gran empresa a la que España, el
bienestar de su población o la situación de las empresas  que
verdaderamente están aquí tratando de sacar adelante la actividad y el
empleo sin gozar del apoyo y los privilegios de Repsol, le importan un
rábano en el día a día de sus actuaciones

Ya está bien de tanto teatro y de tanta sumisión ante los grandes. Lo
que necesitamos en España no son precisamente repsoles que se dediquen
a ganar dinero a espuertas en Argentina y otros países a base de mal
explotar sus recursos, de evadir impuestos y expatriar beneficios a
paraísos fiscales, sino un gobierno digno que se plante ante quienes
de verdad están llevando a la ruina a la economía española.

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